17. (Parte uno)

46 8 1
                                    

* * *

Frustrado. Ni más, ni menos. Así se sentía Levi en ese momento.

Su semana había sido bastante demandante (otra vez) y su cabeza parecía querer estallar. La sien le palpitaba y su irritabilidad estaba escalando a niveles desmedidos.

Con futuros exámenes que planificar y los chequeos médicos de su madre a la vuelta de la esquina, quiso prevenir y adelantar cuanto pudiera en la empresa para así darse un respiro. Su mente estaba llena de cosas por hacer, y el hecho de que sus tareas siguieran estancadas en un pozo por la maldita constructora lo enfurecía.

El asunto de los Jaeger le estaba generando emociones por demás desagradables y su cuerpo comenzaba a resentir las tensiones musculares provocadas por el estrés. Zeke no había conseguido convencer a su hermano menor de vender las acciones por las buenas, y el plazo fijado había llegado a término. Su acuerdo con Mike había sido contundente e inalterable: si no se conseguía un arreglo por vías pacíficas, él tendría que intervenir; y lamentablemente, ese momento había llegado.

Estaba disgustado con Zeke Jaeger, quien se pavoneaba en sus oficinas realizando actividades banales, cotilleando y ganándose el aprecio de todo aquel que se permitía escucharlo. Sin embargo, aunque daba la imagen de ser un tipo carismático, agradable y seductor, era horriblemente incapaz de realizar una tarea tan sencilla como convencer a un mocoso de vender unas pobres acciones familiares. Le ponía los nervios de punta y la paciencia se le agotaba.

Sin dar más vueltas, se dirigió a la oficina de Mike Zacharius para comentarle acerca de sus intenciones, e ignoró el hecho de encontrarse al rubio de barba y lentes allí. Era la última persona a la que se le antojaba ver.

-Levi, buenos días. -dijo su jefe, con un gesto amigable- Tú me dirás que requieres de mí.

Dio unos pocos pasos firmes hasta quedar frente al escritorio y se cruzó de brazos para encarar a Mike.

-Quiero que me consigas el contacto de Eren Jaeger. El plazo que estableciste para arreglar la adquisición de las acciones se terminó, y ya que no ha habido una respuesta favorable, me haré cargo personalmente del tema.

Zacharius asintió pensativo, y el mayor de los Jaeger carraspeó, en un intento por llamarla la atención al azabache.

-Que casualidad. Justamente de eso estaba hablandome Zeke antes de que llegaras. -repuso, con tono neutro-

Levi bufó sarcásticamente antes de arquear una ceja.

-Ahhh, no me digas. ¿Poniendo excusas para justificar su inoperancia? -escupió, con tono afilado- Estoy ansioso por conocer las razones por las cuales ha sido completamente incapaz de convencer a un niñato veinteañero que poco y nada sabe de empresas, de vender unas pobres y minúsculas acciones.

-Eren es impulsivo y gusta de llevar la contraria, es un capricho momentáneo, jefe Ackerman. -dijo Zeke, enderezandose mejor en su silla- La próxima semana vendrá a Kioto y lograré que ceda las acciones de una vez, incluso si tengo que apuntarle con un arma en la cabeza. Le doy mi palabra, tendrá esas acciones.

-No vamos a seguir arriesgandonos. Levi irá contigo, Zeke. -anunció un Mike serio e imperturbable-

El rubio de barba y lentes esbozó su mejor mueca de fastidio.

-¿Qué? ¿Por qué?

-La necedad de tu hermano nos ha causado numerosos retrasos, y no puedo permitirme más contratiempos como ese, así que Levi como mi mano derecha irá contigo para cerrar este asunto de una vez por todas.

El rubio no pudo más que tragarse la amargura de sus palabras, morderse la lengua y aguantarse las ganas de insultar a Levi y sus intromisiones.

Así como Ackerman no se molestaba en disimular su disgusto hacia Zeke, este último había decidido que tampoco lo ocultaría más, aunque por conveniencia, lo más prudente sería limitarse cuando Mike estuviera presente. Le gustara o no, Levi era su superior, y frente a los demás debía obedecer y respetar la línea jerárquica y brindarle el mismo respeto que al jefe Zacharius o a cualquier otro alto mando. Pero ni siquiera así, obligandose a respetar a Ackerman dejaba de odiarlo. Su intromisión, su carácter horrible, su expresión de constante fastidio, su narcisismo, su creencia de que nadie era mejor que él en su trabajo... Era una suma que lo orillaba a despreciarlo con ganas, y sabía perfectamente que con el azabache ocurría exactamente lo mismo. Se detestaban, y cualquier palabra o gesto era propicia para desatar una discusión. No podía existir un peor clima laboral que el que mantenían ellos.

Complete Mess [Rivamika] Where stories live. Discover now