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Crias de Dragón.

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La vida de Alicent Hightower parecía estar llena de lujos y una perpetua y constante alusión a la Fe de los Siete.

Aún así, para Alicent todo se resumía en una sola palabra.

Familia.

Su familia era, sin duda, lo único que importaba en su vida y le daba sentido.

Si bien ella había evocado sus esfuerzos a empujar la Fe de los Siete a todos los súbditos, nada era más importante que su familia.

Su padre, a quien respetaba aún cuando ella llevaba un cargo mucho más importante.

Su marido, a quien amaba de una forma peculiar.

Y sus hijos, quienes eran el centro de su vida.

La fractura de su relación con Rhaenyra fue definitiva.

El segundo embarazo de la Heredera se hizo notar unos meses después, la Targaryen parecía incluso cariñosa y disfrutaba su embarazo.

Aun así, Alicent se encontraba con las defensas arriba y totalmente alerta.

El día que nació el príncipe Jacaerys llegó.

Alicent ordenó que llevaran al menor.

Minutos después el bebé llegó entre los brazos de su padre, Laenor.

Alicent destapó la manta y se quedó estática.

El pequeño tenía el cabello castaño y la piel pálida.

Temió.

Creyó que aquel bebé pasaría por las mismas condiciones que pasó Aemma pero grande fue su sorpresa cuando la Princesa Heredera aceptó al niño con orgullo.

Príncipe Jacaerys, Heredero del Trono de Hierro, lo llamó.

Y todos parecían aceptar que Rhaenyra olvidó a su hija sin pensarlo y sin darle una segunda mirada.

La noche del nacimiento de Jacaerys, luego se una extenuante celebración, Alicent entró al dormitorio de su esposo envuelta en seda rosa.

—Esposo.—Dijo ella, se encontraba totalmente dispuesta pero aún así no podía evitar que la tristeza se colara.

—Mi dulce Reina.—Dijo tomándola por la cintura, aún así pudo sentir la tristeza.—¿Qué aqueja tu corazón?

—No entiendo, mi amor.—Dijo la Reina mientras recostaba su cabeza contra el pecho de su esposo.—¿Por qué Rhaenyra quiere a Jacaerys y no a Aemma?

El Rey pensó un momento, tenía la misma duda desde que había visto la forma casi venerante de su hija hacia su nuevo hijo.

—Aemma es nuestra niña, Alicent.

—P-pero su madre...

—Tú eres su madre.

—Ella tiene un derecho, Viserys.—Dijo la castaña mirándolo a los ojos.—¿Acaso su comportamiento es... Por qué es mujer?

—Ella será Reina, de eso me encargaré yo, ¿Oíste?—Alicent bajó la mirada.—Aemma será su heredera le guste o no.

—Confío en ti, esposo.—Dijo mientras dejaba un suave beso en su mejilla.

La relación entre los Reyes era peculiar.

El Rey no era un hombre malvado, más bien era dócil y cariñoso, aún así Alicent sabía que ella no era el amor de su vida, tal como él no era el suyo, aun así, era el único amor que conocía y apreciaba, nunca fue malvado por lo que ella lo amaba a su manera. Aún así, el único amor se su vida eran sus hijos, Aemma incluida.