Un anciano con una vestimenta budista color blanca flotaba viendo las enormes raíces que cubrían el campo rocoso. Sentado, su vista se poso en dos capullos colgados.
—Ya veo... Así que fueron superados, no fue que fueran débiles, si no que si enemigo fue más fuerte que ellos— comento el viejo y ver al cielo oscuro, dando a entender la noche.
Hagoromo le había otorgado parte de su poder a Naruto y Sasuke, pero ni aún así fue suficiente para derrotar a Madara, aún así fueron atrapados en el Mugen Tsukuyomi.
—Pasaran décadas para que se conviertan en simples cortezas vacías, en algún momento los humanos volverán a tocar pie en la tierra, Madara se dará cuenta que esto fue inútil, pero para eso tal vez pasen años—
Hagoromo vio ambas manos, sus marcas de sol y luna aún no aparecían.
—Ese poder aún sigue conectado a mi—
¡Pas ¡Pas!
Dando dos aplausos, dos esferas aparecieron, una dorada en su derecha y una morada en la izquierda.
—Parece ser... Que hasta que llegue el momento, sus cuerpos volverán a renacer, mientras tanto, sus almas las mantendré conmigo hasta que sea el momento adecuado— con eso dicho desaparecio.
Mientras que dos capullos, empezaron a secarse hasta volverse polvo, dando a entender que ya no había nadie.
Luego otra persona volando llegó para posar su vista en ambos capullos secos.
Madara entrecerró los ojos, había sentido un chakra nuevo que no conocía y después desaparecio en cuanto iba en camino.
—El chakra de Naruto y Sasuke desaparecio, junto a eso otro chakra... ¿Alguien habrá evitado el Mugen Tsukuyomi?—
Se cuestionó Madara, solo soltó un suspiro para que en la tierra empezara a crearse un asiento hecho de madera y sentarse, recargo su cabeza en su mano izquierda y sonreía con satisfacción, Zetsu trato de apuñalarlo por la espalda, pero logro darse cuenta a tiempo y eliminarlo, quien sabe porque, pero ya estaba harto de traiciones.
Cerro sus ojos para relajarse.
—Como sea, no importa—
Varias imágenes de personas aparecieron en la mente de Madara, todo el mundo, ninjas, civiles, animales, todo.
Luego la luna roja iluminaba la noche, una noche carmesí que solo sería recordada por Madara.
—Ya todo el mundo.... Tiene su final feliz— dijo con una sonrisa de victoria.
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