Capítulo 10: RECUERDOS. PARTE III

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"Pobre Hester. Una parte de ella quería que la salvaran de su naturaleza diabólica. Y la otra quería seguir y seguir en lo diabólico, por venganza."

La Letra Escarlata, Nathaniel Hawthorne

Tres horas después de su aparición conjunta, Hermione seguía con la espalda pegada a la pared y las rodillas apretadas al pecho, inmóvil y expectante. Estaba atenta a la puerta por la que Malfoy saliera luego de dejarla caer sobre un extremo de la habitación. A solo dos metros del frío muro tras ella y cubriendo cualquier vía de escape, había invocado un escudo invisible, una barrera que impidiera salir a su rehén y que solo él podría traspasar. ¿Con qué fin? Hermione no estaba segura.

A medida que sus ojos recorrían el amplio cuarto de paredes blancas, cada vez estaba más convencida de que se trataba de su cuarto. Los techos altos, las gruesas cortinas verdes colgando a cada lado de un gran ventanal, el amplio escritorio con una silla, sin otro artículo sobre él que una pluma y un tintero y la cama de cuatro postes, con cojines de felpa, que lucía impecablemente estirada al otro extremo de la habitación.

No había libros, repisas o cuadros. Ni aún una alfombra. Y sin embargo, la elegancia y el lujo de lo poco existente, era innegable. Como él.

Hermione sacudió su cabeza para alejar el pensamiento y apretó la suave y pesada capa con fuerza.

La capa de él, recordó.

En algún momento, Malfoy la había dejado caer sobre ella, con la cálida tela ajustándose a su figura encogida, emanando una tibieza abrumadora y punzante. Un toque de humanidad que no esperaba. No de él.

Y ella se había sentido demasiado confundida para rechazarla. Aunque oliera a él. Aunque estuviera contaminada con su calor. Aunque no lograra entender del todo qué había detrás de ese gesto.

Bergamota y vetiver, se dijo, inhalando profundamente para reconocer mejor su aroma. Y algo picante. Pero entonces otro olor se coló por el aire, y Hermione recordó bien que seguía empapada en su propia orina y se cubrió la nariz con la capa, intentando contener su llanto ante el recuerdo de lo que acababa de ocurrir.

Pero ninguna lágrima alcanzó a correr por su rostro, antes que la puerta se abriera otra vez.

"LUX", invocó el rubio y Hermione apretó los párpados por reflejo, notando por primera vez la oscuridad en que se había encontrado hasta entonces.

"¿Por qué diablos no te has bañado?", lo oyó quejarse, incapaz aún de acomodar sus pupilas.

"¿Dónde se supone que lo haga?", se oyó gritar con rabia, sorprendiendose a sí misma y asustándose a la vez. Él no era Ron, o Harry, con quienes podía desahogarse liberando su ira a gritos. Era Malfoy, un mortífago armado con varita, que la tenía a su merced.

Mordiendo sus labios, apretó la capa con más fuerza en torno a ella, pero no dejó de enfrentar sus ojos a la espera de su reacción.

Inesperadamente, Malfoy se limitó a alzar una ceja y torcer los labios con burla.

"El baño está justo detrás tuyo, Granger" y humedeció su labio con la lengua, antes de morderlo lentamente, deleitándose en la perpleja expresión de ella.

Hermione aún se tomó unos segundos antes de girar la mitad de su cuerpo hacia atrás y descubrir que efectivamente había estado todo ese tiempo sentada sobre una puerta que, si lo que Malfoy decía era cierto, daba al baño con el que llevaba horas soñando.

Diablos.

Malfoy resopló, mientras avanzaba hasta la cama, desabotonando su camisa.

"¿Qué haces?", preguntó entre dientes apretados, pero lo suficientemente fuerte para que él se girara hacia ella, aunque sin dejar de mover los botones fuera de su ojal.

MORTÍFAGO (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora