Hábitos

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Vivo con ellos. Alguna vez viví eso que ellos constantemente viven. Están atrapados en un eterno bucle inalterable.

Mis recuerdos se materializan, puedo verlos. caminando, riendo, tomando cosas, bebiendo y comiendo. Vivo con fantasmas.

Sé que realmente no son fantasmas, pero eso parece. Después de aquella guerra no me quedó nada. Mi esposa e hija, ya no estaban conmigo después de aquello. Me las arrebataron. Desde entonces me encierro y no salgo. Pero, empecé a verlas en mis recuerdos. Me hacía feliz verlas. Deseé tanto no olvidarlas que ahora volvían a vivir conmigo.

Podía escucharlas reír, sus cálidas y alegres risas me hacían sentir vivo, aunque estuviera sumergido en un hoyo lleno de mi propia mierda. Ahora vivo con fantasmas.

La depresión, ansiedad, e inclusive, locura. Se volvieron mis compañeras de habitación. Cuando salgo de la habitación vivo aquellos momentos felices junto a ellas, pero solo son eso, momentos. Luego se desvanecen en el aire como si del humo de un cigarrillo se tratasen. Merman mis energías haciéndome sentir débil e inútil y luego se van.

La casa era una desastre. Mesas boca abajo, barro en las alfombras, hedor a cigarrillos, botellas de cerveza en el suelo, platos y cucharas y tenedores y vasos sucios. Todo un desastre, era una vista obscena.

Los cuadros en las paredes blancas llenados con fotos; Mi propio museo lleno de sentimientos.

Creo que mi cordura me abandonó hace tiempo ya. Las pocas veces que salía, veía las calles, autos, árboles, perros, gatos, todo lo veía gris. Viejos amigos me decían que saliera con ellos de vez en cuando, que despejara la mente y eso. Pocas veces les contestaba. Prefiero recluirme en mi hoyo de mierda hasta pudrime. 

A veces solo me sentaba en el sofá con un cigarrillo a ver los cuadros en la pared, con el denso humo en el aire veía a Natalia correr detrás de Sofi, jugando. Cómo amaba a Natalia. Ella era mi mundo. Ambas se esfumaron junto al humo disipado. Otras veces solo me quedaba acostada en la cama viendo al techo, sin poder dormir. Eso era la verdadera ansiedad. te carcome desde dentro.

La locura se hacía cargo de mi las veces que jugaba junto a Sofi al escondite.

—8... 9... 10— Conté — ¡Ahí voy!

Y empezaba a buscarla, buscaba y buscaba... La oía reír, correr y gritar cuando me acercaba. Pero nunca lograba encontrarla. Quedaba exhausto luego de eso, con sueño y el corazón agitado.

Recuerdos de tiempos ajenos, tiempos que anhelaba profundamente, pero, que sinceramente, ahora quería olvidar.

Sigo intentando dejar de verlas pero son como un amargo trago que no baja por la garganta.

Un día quise cambiar, esta vida me estaba consumiendo, estaba enfermo y aún así podía darme cuenta del estado en el que estaba. Un estado moribundo, como de muerto, apestaba a mierda y cigarrillos, con el cabello despeinado y maltratado, con las mejillas hundidas, cráteres de color morado bajo mis ojos, con la barba crecida, con la ropa arrugada, rota, manchada y descolorida. Era un muerto, una marioneta a la que su titiritero había abandonado a su suerte. Eso éramos todos. Marionetas.

Empecé caminatas justo después de despertar. Tomar aire fresco me hacía bien, el que siempre respiraba estaba contaminado. Los árboles con sus hojas verdes bailaban y se meneaban al ritmo del viento, los pájaros silbando, perros ladrando. Hay de todo aquí afuera. Se sienta bien estar fuera.

Empecé a ver un poco más de color en las cosas, todo tenía su propio matiz, su propio color, su propia esencia.

Poco a poco me relacionaba más con mis viejos amigos y conocidos. Salía, bebía y disfrutaba. Para cuándo llegaba a casa no veía ni a Sofi ni a Natalia, no sé escuchaban ni sus pasos ni risas ni ajetreos. El ruido ausente generaba un vacio. Ya las había superado.

Limpié, recogí, lavé, moví, acomodé. La casa quedó limpia. Se respiraba un aire más limpio, las vibras eran distintas, me gustaba más así. Cambié mis hábitos. Ahora eran buenos.

No volví a verlas pero guardé sus recuerdos, no en mi mente, sino que en mi corazón.

Mi vida fué mucho mejor así.

Adiós, fantasmas.

Escritos De Un Joven Desvelado Where stories live. Discover now