catorce

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—¿Ya estudiaron para el examen de la próxima semana? —preguntó Megumi, dejando los palillos de vuelta al tazón de ramen.

Nobara sorbió la sopa de su plato, negando con obviedad. El Fushiguro asintió, sin estar sorprendido. Después se devolvió a Yuuji, alzando una ceja para alentar su repuesta.

—No he tenido la cabeza para eso. Solo sé que reprobaré cálculo. —Se lamentó, maldiciendo a Satoru en su cabeza. También por su culpa tenía que usar playera de cuello alto.

No quería rememorar lo del día anterior, a lo que mordió su labio hasta que sangró sin querer repasar la sensación tan excitante del toque contrario. Gojo había sido cruel, había jugado con su inexperiencia y ni siquiera había terminado de complacerlo, dejándolo con ganas de más. Yuuji fácilmente podría odiarlo por eso (y no podía mentir con que sí que le guardaba cierto rencor) pero la verdad es que se moría por verlo el martes, en las tutorías.

Satoru era su propia maldición. Gustar de él, más bien. Incluso si lo había abandonado en el aula con una erección y lágrimas en sus mejillas.

—Entonces... ¿cuál es la razón por la que nos pediste venir? —la voz de Nobara rompió el rumbo de sus pensamientos, ocasionando que mirara a sus dos amigos.

Retorció sus manos entre sí, apretando los labios en una fina línea. Era cierto que les había contado todo lo que había ocurrido con su profesor, aceptó que se sentía atraído pero había negado todas las acusaciones de Kugisaki cuando interrogaba sus verdaderos sentimientos por el hombre mayor. No se sentía cómodo mintiéndose a sí mismo y a ellos, por lo que en un impulso les había citado el sábado en el restaurante favorito de ramen de los tres.

—Tengo que confesarles algo. —Dudó en proseguir, manteniendo silencio por varios segundos. —Me gusta Gojo. Mucho, me atrae de una forma que me avergüenza. —Balbuceó lo último en tono más bajo, sin retirar el contacto visual. Eran sus amigos y no había nada que no les contase. Ni temor entremedio.

Nobara exageró un suspiro, regresando a beber a la sopa de fideos:— ¡Vamos, eso era muy obvio!

Itadori reprimió una tos, casi ahogándose con su propia saliva. ¿Qué? Se giró a Megumi, quien se dejó caer más en la silla, rendido. Era hora de charlar lo que ambos trataron de posponer por semanas.

—Escucha, Yuuji. No mentiré diciéndote que me hace feliz que te guste Satoru. Él es lo más cercano a figura paterna que tengo y es raro pensarlo contigo... —Admitió el pelinegro, quien hacía el amago por buscar las mejores palabras. Nobara se metió más ramen a la boca, intentado no hablar.

El pelirrosa se desinfló, tragando saliva con culpabilidad. Sabía bien que no era correcto y que quizá, estaba siendo demasiado egoísta.

—No por ti o Gojo, es solo que la diferencia de edad me hace cuestionar qué clase de persona es él —continuó, con voz calma. No se veía molesto. —Y no cambia nada entre nosotros, eres mi amigo y que gustes de una rata albina no es un problema para mí. Solo estoy preocupado.

Yuuji sonrió, reprimiendo las ganas de llorar. No se merecía a Megumi, pensó. Era demasiado comprensivo.

—Satoru no es buena persona. —Admitió Fushiguro, carraspeando. —Malo tampoco, pero es un jodido dolor en el culo y su personalidad apesta. Solo ten cuidado con él.

—Sí, ¡no dejes que te toque un pelo hasta que cumplas tus 18! solo falta un mes. —Interrumpió Nobara, alegre de que por fin ese par de idiotas dialogaran.

Itadori estaba por reírse, pero pronto se calló y con vergüenza, murmuró:— Acerca de eso...

Itadori estaba por reírse, pero pronto se calló y con vergüenza, murmuró:— Acerca de eso

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Era martes. Yuuji era quien mejor lo sabía. Desde el sábado en que había hablado con sus amigos, se sentía más ligero. Aunque todavía tenía muchos sentimientos encontrados, el que no hubiese ningún problema entre él y Megumi lo aliviaba muchísimo. Por ello, todo el domingo repasó cómo debía interactuar con Gojo con menos consciencia culpable y admitió para sí que lo prohibido de la extraña relación le excitaba más. Cada encuentro con el mayor era desenfrenado, arriesgado y sobretodo, incorrecto.

Tal vez por esa razón, a pesar de lo inmoral que fue, su vientre bajo reaccionó con mariposas cuando llegó hasta la oficina y Satoru lo recibió en su asiento con la piernas extendidas palmeando sus muslos.

Lo instó a acercarse, con una mirada que hizo temblar sus piernas. Itadori exhaló con el cuello sonrojado y al entrar el único sonido fue el de la puerta cerrándose con un click.

Midnight Mess  ☇ GoyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora