Niños caprichosos

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—No me mirés así, nene.

Le hace mala cara al niño que está sentado cerca de él, no paraba de mirar su chocolate con el antojo de que era un niño caprichoso.

Blas odiaba a los niños caprichosos porque él era uno todavía. A sus 20 años ya no lo mimaban sus padres, pero lo hacía su novio.

Su novio, al cual de hecho, estaba esperando afuera de su consultorio odontológico. Una visita sorpresa para que luego Esteban lo invitase a comer.

—¿Me da un pedacito, señor?—El nene rubio le pregunta, con una sonrisa tierna que le hace querer sonreír, una sonrisita que le resultaba conocida.

Y no sonríe porque no le gustan los niños. En especial los maleducados que lo llamaban señor. No se veía viejo, en absoluto.

Blas le extiende el chocolate amargo con pasas, el nene sonríe a medida que acerca la mano para arrancar un pedacito, ahí es donde Blas se lo lleva a la boca y se ríe en su cara, con los dientes llenos de chocolate.

—Raja de acá, pendejo—Le dice.

El nene le muestra la lengua antes de alejarse e ir a los otros asientos.

Aparte de ellos, en la consulta sólo hay un par de señoras, y ninguna parece ser pariente del niño que pavonea por ahí.

Cuiden a sus críos, Dios.

Blas piensa, mordiendo una pasa.

Ve la hora en su celular. Esteban debería salir en cuestión de segundos, con esa bata que lo hacía verse del puto cielo.

Ya está pensando a dónde quiere ir a comer y dónde quiere que Esteban le invite un helado después. Ah, y también piensa decirle que pasen al mall, necesitaba que le compre unos audífonos nuevos.

El doctor Kukuriczka sale del box, despeinado como siempre, sonríe con cariño al ver a Blas sentado, se acerca en cuánto su mirada se llena de preocupación.

Blas se levanta para saludarlo con un abrazo, pero Esteban va directamente al niño que está detrás de él.

—¿Qué hacés acá, Bauti?—Esteban le pregunta, agachándose a la altura del nene— ¿Y tu mamá?

Blas se queda admirando la situación. Esteban era un amor de persona, por supuesto que sería un dentista preocupado por su pacientes.

—Hola también—Blas le pone la mano sobre el hombro, Esteban apenas gira la cabeza para verlo— ¿Vamo, amor?

El niño se abalanza sobre Esteban, abrazándolo del cuello. Sus tonos de cabello son exactamente el mismo, un rubio oscuro, y eso despierta una alarma de nervios en Blas.

Bauti, el nene de ojos azules y cabello rubio, con la sonrisa que se le hacía familiar, mira a Blas por sobre el hombro de su novio, con un puchero.

—Papi, ¿quién es él?

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—Así que papi, eh. Pensé que era el único que te llamaba así.

Esteban suspira, otra vez. Desde que trajo a su hijo al departamento no ha parado de canalizar su estrés en 3 suspiros por minuto.

—¿Podemos hablar de...—Apunta a Bauti, quién ya cayó dormido—esto en otro momento?

—Claro—Blas cruza los brazos sobre el pecho—. Que el nene duerma en mi cama, me da igual.

Estaba tan enojado. En los meses que llevaban juntos a su novio nunca se le ocurrió decirle que tenía un hijo, y para el colmo, ese pendejo de como 6 años estaba durmiendo en la cama que compartían ellos.

Quería agarrar a Esteban del cuello y estranjularlo.

—Mañana te voy a explicar todo, Blas—Sentencia, acercándose a él y a la puerta de la habitación. "Oh, hijo de perra, no te atreverías" Blas piensa, retrociendo unos pasos—. Ahora es mejor que descansemos, ¿si?

—¿Me estás echando?—Blas pregunta, estupefacto.

Esteban lo mira directo a los ojos, suavizando la mirada.

Claro que no podían dormir los 3 juntos en una cama. Él y el nene no se conocían. Pero era su puta pieza, y Esteban lo estaba mandando a dormir en el sillón.

Como su novio no le responde, Blas resopla.

—Bien—Lo acepta, resignado—. Como vos querás. No esperes que te tenga preparado el desayuno en la mañana.

Es una amenaza tan vacía que Blas se da la vuelta para no sentir vergüenza ajena.

—Nunca has hecho eso—Esteban dice, confundido—. Ni siquiera me preparás café.

Blas se aleja y le enseña el dedo del medio sin voltearse.

—Pues ahora menos, forro.

Esa fue la primera noche que no durmieron juntos en mucho tiempo. Agregando que Blas no podía dormir estirado en el sillón, durmió tan incómodo que despertó con unas ojeras que asustaron a Bautista.

Estaban tomando desayuno, al menos el niño lo hacía, tomándose un matecito con un pan bañado en mantequilla y queso. Gustos asquerosos, igual que su papá. Blas le mira mal mientras da sorbos a su café.

—Pareces un machape—Le dice el nene, señalando despectivamente su cara.

Blas tiene ganas de tirarle esa matero chiquito que traía por la cabeza. Todo lo que tenían los niños era mini, y no de una forma tierna, era inquietante.

—Machape, machape—Bautista le señala la cara, riéndose.

Blas levanta un cuchillo de mantequilla y le apunta con este.

—Se dice mapache, pelotu–

Esteban pasa por detrás y le pegó con la panera en la cabeza antes de sentarse junto a su hijo, frente a él.

—No digas garabatos—Le reprende, señalándole con la mirada que suelte el cuchillo. Blas bufa. Luego se dirige a su hijo, con una sonrisa hermosa—. Y sí parece un machape, ¿no, sabandijita?

Revuelve el pelo rubio de Bauti, el niño le sonríe a su papá con una sonrisa falta de dientes. Una punzada de envidia golpea a Blas.

No le gustaban los niños. Mucho menos si le robaban la atención de Esteban.

𝗣𝗮𝗽𝗶 ᵇˡᵃˢ ˣ ᵉˢᵗᵉᵇᵃⁿWhere stories live. Discover now