✾ Capítulo I ✾

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La sociedad ha cambiado.

Desde la presencia de los doppelgangers nos hemos tenido que adaptar a un nuevo sistema de seguridad.
Todos los días tienes que estar alerta si no quieres ser clonado por uno de ellos, que están esparcidos por todos lados.

El gobierno ha implementado un nuevo departamento que se encarga de la captura y eliminación de estos. Al principio era fácil y se creía que era la solución de todo el problema, ya que apenas se iban adaptando estos extraños seres y cometían errores muy notorios a la hora de su clonacion.

Pero a medida que pasaba el tiempo, ellos también se desarrollaron. Idearon nuevos métodos para que nadie pudiera notar que eran falsos.
El habla, el físico y los documentos fueron detalladamente clonados por ellos también.

Se adaptaban fácilmente, mezclándose entre las personas. Nadie confiaba en nadie, todos los días era salir de casa con el temor de que te confundan y los del D.D.D te exterminaran por un malentendido.

Es por eso que nosotros también tuvimos que avanzar.

Los estudiamos cada día. Su aspecto, comportamientos y costumbres eran analizadas, mientras que entrenaban a las personas para poder identificarlos como método de protección personal.

Así que así fue como yo quedé aquí. Una persona común y corriente como yo, que pasó tantos exámenes para confirmar que era un humano.

Y tanto para simplemente ser una portera en un edificio que constantemente tiene la visita de estos seres.

Su identificación, por favor.

—Ah, claro. Olvidé mostrarte mi identificación

La señora Cappuccin estaba al otro lado de la ventana, con su mirada seria de siempre, usando su ropa de siempre y sus largas orejas de elfo de siempre.

—Bien señora Cappuccin, he terminado con la inspección, puede proceder a pasar..

Una sonrisa victoriosa ocupó toda su cara, mientras me miraba con burla y desprecio.

—Idiota...— Parecía que no sabía lo que es susurrar.

Presione el botón para cerrar la ventana con un fuerte metal por protocolos de seguridad, impidiendo ver la cara de desesperación de ese pobre doppelganger.

Después me dispuse a marcar al 3312, viendo como mi mano se movía por memoria muscular de tantas veces que había hecho esto ya.

—...O no...—Puse el teléfono en mi hombro inclinando mi cabeza para sostenerlo, mientras observaba mis manos.

Después de que vinieran los del D.D.D por el doppelganger, volví a mi rutina normal, esperando por algún vecino o doppelganger que quisiera quitarme mi valioso tiempo.

Ya llevaba varios meses trabajando aquí. Había visto de todo, desde doppelgangers que se empeñaban en clonar todo a la perfección, y otros que ni siquiera se esforzaban.

Los últimos eran los que más gracia me daban.
No era por sus extrañas apariencias, sino, por la gran seguridad que tenían en venir a presentarse aquí jurando que son humanos.

Los vecinos eran otra cosa. Algunos me agradecían por pasar mi tiempo enfrentando a los doppelgangers y que si apreciaban mi trabajo, y otros que no les importaba ni un poco que arriesgue mi pellejo por ellos todos los días..

—Mmm, hola.

Como este tipo.

—¿Por qué no está en la lista de hoy, Mosses?

Francis Mosses. Un joven chico que vive solo en el apartamento 02 del piso 3.
Para ser poco empatico,no me impresiona que sea lechero.

—Emergencia del trabajo. No me dio tiempo de avisar que saldría hoy.

De nuevo se veía cansado. Tenía mucha curiosidad por saber si de verdad era por cansancio y mucho esfuerzo o si simplemente era su genética.

Pero no podía.

No puedo hablar con él tranquilamente  desde que le agarré coraje cuando fue un maleducado conmigo.
Es apuesto, lo admito, pero eso no le quita lo grosero y mal hablado.

Parece ser que todo está normal. Puede pasar.

Apreté el botón para que la puerta se abriera. Esta vez no era para bajar la puerta de hierro que cubría la ventana, que con muchas ganas me habían quedado por hacer.

Está vez no tendría la satisfacción de poder ver una réplica de su imagen ser exterminada por el departamento del D.D.D, cosa que me decepcionaba.

No era por ser rencorosa, pero no puedo olvidar las palabras que ese hombre dijo que quedaron enterradas en lo más profundo de mi cabeza.

Aún si era un humano, no tenía ni una pizca de sensibilidad en su corazón. Casi como si fuera un frío doppelganger.

𝐴 𝑡𝑟𝑎𝑣𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑣𝑒𝑛𝑡𝑎𝑛𝑎 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora