II. Dios te bendiga.

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Había pasado un día de lo ocurrido, de aquel extraño accidente en donde Fourth no murió, pero parecía muerto y un niño le dijo que se quitara su crucifijo. Sumándole el sentir a alguien viéndolo fijamente, el oír pasos detrás suyos y el continuo pitido en su oreja izquierda. ¿Qué puede decir en su defensa? Nada. Él se lo buscó, él lo quiso y aún lo quiere.

Sin embargo, lo asusta...y no se quitará el collar.

Según investigó gracias a los libros en la sección oculta de la biblioteca de su pueblo, una vez que se le ignora al espíritu, ya éste se aburre y termina yéndose solo. Pero, ¿Acaso el mismísimo diablo se va? ¿Acaso
Fourth debía ir a un curandero o algo así? No.

¡Por supuesto que no!

Iba a ser valiente, iba a acostumbrarse el vivir con una mirada encima y con un molesto pitido en su oreja, e iba a olvidar toda esa extraña resurrección. Iba a hacer de cuenta que no vio el rojo en los ojos de su doctor y también fingiría que el niño tenía algún tipo de enfermedad mental la cual lo hacía alucinar y ver cosas que no son.

¡Tal vez él podría mentirse a sí mismo y pensar en que estaba enfermo mentalmente!

Y lo hizo.

Fue entonces aquel día, el segundo, al cual Fourth maldijo/bendijo de por vida.

Los Nattawat se dirigían a la iglesia en el Triumph Herald verde de Fell. El de pelinegro llevaba puesta una camiseta blanca, pantalones cortos por arriba de las rodillas de color negro, medias hasta las rodillas blancas y zapatos negros de vestir. Todos dirían que tenía aspecto de niño para tener aquella edad, pero así era la ropa que su madre compraba para él, y al ser pequeño y delgado de cuerpo tampoco le molestaba. Estaba bien, porque la mayoría de las personas de su religioso pueblo se vestían así.

Milk iba con su vestido por las rodillas y zapatos planos blancos. Su madre iba exactamente igual, y su padre de traje, recién salido de la ducha.

Todos oían una melodía -obviamente religiosa- que le daba gusto oír a la
familia, e incluso se la sabían, pero no eran tan exagerados como para cantarla al unísono.

Bueno...un poco.

—Oh-oh. —Fourth susurró viendo por la ventana un accidente que había a lo lejos, en un borde de la carretera.

Milk intentaba mirar por la ventana de su hermano mientras Lookwa tapaba su vista y murmuraba en voz baja. Hoo-Hyun frunció sus labios y manejó con más velocidad, intentando pasarlo rápido para que no les provoque tristeza o impresión a sus hijos. Fourth se acercó más a la ventana,observando a través del vidrio como pasaban y poniéndose pálido como
una servilleta al ver algo totalmente negro, alto y de hombros anchos parado a un lado del cuerpo inerte en el suelo. Sin embargo, ningún oficial que se encontraba alrededor le veían. Le pasaban de largo como si fuese
lo más normal del mundo. Rápidamente volvió su vista al frente y tragó la bilis que subió por su garganta, pretendiendo que nada había sucedido.

Nada ni nadie podría quitar aquella escena de su mente; Al hombre ensangrentado, con su vista perdida y piel morada. A los médicos y policías hablando entre ellos, y aquella figura algo extraña, completamente vestida de negro.

—Mamá, Fourth está raro. —Dijo Milk, viendo a su hermano de manera extraña y apartándose un poco, como previniéndose de que le vomite encima. Lookwa rápidamente se giró y Hoo-Hyun se limitó en ver a su hijo por el espejo retrovisor, frunciendo el ceño e intentando disimular la preocupación.

—Fourth, bebé. ¿Te sientes bien? ¿Quieres que nos detengamos por un momento? —Su madre preguntó de manera dulce y claramente preocupada, asustada -seguramente- de que su hijo estuviera mal
nuevamente.

Dancing With The Devil | GeminiFourth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora