III. Mal personificado.

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La respiración de Fourth aumentó al igual que su ritmo cardíaco. Incluso sintiéndose como si estuviese muerto, podía jurar que si no moría allí mismo era por pura suerte.

Sintió el como algo acariciaba su cuello, y luego dos cosas se posicionaban en sus caderas, sosteniéndolo. Bajó la mirada y, a pesar de estaranonadado, pudo procesar el que aquellas cosas eran manos. Manos de
hombre, manos humanas.

¿Acaso la cosa que estaba detrás suyo era humano?

Sintió un aliento cerca de su oreja izquierda, su piel se erizó y sus ojos volvieron a cerrarse con fuerza.

—No podía esperar a que te quitaras esa mierdecilla del cuello. —La voz era normal, nada maligno ni tampoco llena de ira, aunque tenía algo que provocaba escalofríos. Tal vez era la tranquilidad, o el silencio ensordecedor que se formaba cuando se hacía presente.

El aliento de Fourth se cortaba, sentía que iba a morirse.

Iba a morirse de en serio.

—¿Listo? —El niño intentó tragar saliva, pero apenas podía pasar aire por su garganta y nariz. Iba a girarlo, e iba a asustarse porque nada bueno puede venir del diablo. Nada bonito, nada angelical. Solo perturbador. Horroroso.

Continuó con sus ojos cerrados fuertemente en cuanto las manos en sus caderas lo hicieron girar, quedando frente a la cosa. Solamente se oían las respiraciones en aquel cuarto, los murmullos y las pisadas del piso de arriba.

Debía de abrir los ojos, debía de esperar lo peor.

Lentamente abrió los ojos, y el aliento quedó atrapado en su garganta, admirando al mal personificado frente a su pequeño cuerpo. No había nada parecido a un ente rojo con cuernos y larga cola, tampoco había un rostro o cuerpo espantosamente infernal. Mucho menos había algo que fuese horroroso...

...Simplemente era un humano.

El humano/demonio más precioso que alguna vez vio.

Tés pálida, figura alta y delgada. Cabello oscuro, lacio y corto, labios finos pero rojos como la sangre, nariz corta, mandíbula marcada, cejas arqueadas y, Dios bendito, sus ojos.

Tan celestes como el cielo, aparentando un hogar de ángeles en éstos. Sin embargo, un cuarto de uno de éstos era de un bordó, en el cual se refugiaban miles de almas. Las pupilas de éste ser estaban dilatadas, pero eran los ojos más hermosos que Fourth alguna vez vio. 

Vale. Daba miedo. Daba miedo porque, claramente se podía sentir el malestar al estar cerca, y su profunda mirada daba escalofríos. Iba todo de negro: Una camisa abotonada hasta arriba, de mangas largas, unos pantalones y unos zapatos bastante lustrados, los cuales lucían nuevos. Los anillos de oro en cada dedo del arcángel le hicieron viajar a un vago recuerdo: Sabía que alguna vez vio a alguien así, con muchas joyas, pero no recordaba cómo.

Ni quería.

La cabeza de la alta y oscura figura se ladeó, Fourth ya no tenía idea si estaba en shock por el miedo o por la belleza de lo-que-sea-que-fuese que estaba frente a él.

—... ¿Cómo es que un niñito como tú ha terminado llamando a alguien como yo? Debe ser importante. —Asintió lentamente luego de decir aquello. Fourth continuó sin decir nada, intentando inhalar.

¡Di algo tú, torpe!

Una brusca inhalación provocó que el supuesto rey de las tinieblas fingiera sorprenderse, alzando ambas cejas, manteniendo la perfecta seriedad en
su bello rostro.

—Y-yo... —Fue interrumpido por unos golpes en la puerta de su habitación, haciéndole sobresaltar y ver hacia allí.

—Hey, primo. ¿Sigues conversando con el diablo? —Muchas risas se hicieron presentes. No había una sola persona detrás de aquella puerta, obviamente. —Dice tu madre que subas a comer pastel, tenemos una rebanada para Sati también.

Dancing With The Devil | GeminiFourth Where stories live. Discover now