death cast;; [Island of the Slaughter]

17. Skyze y Burromuerto

Precedente número 1: Hundirse en su trauma.

DÍA TREINTA Y CINCO

15 de abril de 2007

Ella corre a casa.

Se abre paso a empujones entre las enormes masas de gente, tratando de bloquear a los padres que gritan, a los supervivientes que lloran y a los hermanos menores que lloran.

Ella sale de la multitud y encuentra su camino hacia las calles principales. Sus pies golpean el concreto mientras corre y un dolor sordo le sube por las piernas mientras suda, su respiración es rápida y entrecortada, tal como era en esa isla, tal como era cuando vio a ese chico en el espejo. Su garganta todavía arde por el dolor y el sudor se acumula en su cabello. Su cabello está aún más torcido que esta mañana, y está azotado por el viento no de uno, sino de dos horribles paseos en bote.

Sierra Skyze no está segura de qué viaje en barco fue peor: el de camino a esa isla, con el chico que aún no conoce y el hombre que había hecho cosas despreciables, o el de regreso, lleno con todos ellos llorando sin aliento, agarrándose a los costados del barco y observando cómo dejaban atrás la isla, cómo dejaban atrás su pasado.

Ahora hace sol y mientras los rayos caen sobre la espalda de Sierra, lo único que puede pensar es en los quince niños muertos. Qué emocionados deben haber estado de venir y participar en este juego, cómo sus estómagos deben haber estado revueltos por los nervios mientras firmaban la documentación y hojeaban los términos y condiciones. Todo lo que puede pensar es en esos quince niños abrazando fuerte a sus familias mientras se despedían y sus familias decían buena suerte, sin darse cuenta de que esa sería la última vez que lo harían. Debieron haberse sentido confundidos y horrorizados al morir; todo lo que querían hacer era jugar un juego.

Debían haber estado tan despistados como lo estaba la propia Sierra. Porque, siendo realistas, todos estaban en el mismo barco, ¿no? Todos fueron víctimas: Chris no le dijo nada a nadie, ¿verdad? Se guardó todos sus pequeños planes y secretos enfermizos para sí mismo.

Mientras corre por las calles con los costados ardiendo de dolor, pasa junto a numerosas farolas y escaparates a los que les faltan carteles pegados.