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Koushi caminaba delante de Oikawa bastante emocionado por el precioso kimono que llevaba puesto. Sus mejillas estaban sonrojadas y no dejaba de pensar en el momento en el que su esposo había sido quien eligió los colores para su vestimenta.

Aun había muchas desconfianzas entre ellos, el hecho de que Tooru pensara que fuese capaz de abandonarlo era la prueba clara de que pese a la cercanía que se empezaba a formar aún había una gran distancia entre los dos.

"El violeta resalta el almendra de su ojos"

El violeta nunca había sido su color favorito, pero ahora quizás podría empezar a considerarlo un poco más. Siempre le había parecido una tonalidad bastante fuerte que no encajaba con su personalidad, sin embargo, la tela y textura elegido le dieron un toque distinto, uno que era elegante y tierno, uno que le quedaba bastante bien.

¿Cómo era posible que su esposo supiera que le quedaría tan bien?

Solo un leve sonrojo y Oikawa tenía una leve sonrisa, casi imperceptible que se escondía detrás de la máscara de hierro.

¿Un simple gesto tenía la capacidad de tirar la primera barrera del hombre de hierro?

Por supuesto que fue entretenido ver las expresiones de la gente del pueblo cuando lo vieron entrar con su esposa en brazos. Todo se hundió en un silencio sepulcral y temeroso, como si temieron que haber dicho tales ofensas trajeran consecuencias que lamentarian en ese mismo instante, sin embargo, el silencio se fue quebrando con las suaves y tiernas risas de su esposa al no saber que tela elegir. En un inicio estaba sorprendido por las acciones del General pues nunca pensó que se tomará el tiempo para ello, pero después se sorprendió aún más cuando vio lo familiarizado que estaba con los colores y texturas.

Era como... si hubiera elegido la ropa de una mujer desde siempre.

Pero no era posible, sus prometidas habían huido de él y no hubo la más mínima oportunidad de que ese evento se presentará. Dejo de pensar en nimiedades y volteó a ver a su esposo con cierta timidez.

Ya estaban a unos cuantos metros de la entrada de la residencia que compartían juntos y tenía que armarse de valor para decir todo lo que tenía guardado hasta ese momento.

—Gracias honorable esposo— hizo una ligera reverencia y después sonrió —Es muy hermoso, lo atesorare como su primer regalo—

El castaño quedó en silencio sin saber muy bien qué decir. Lo había tomado por sorpresa y ahora...

El relinche de los caballos lo sacaron de su trance y de forma inmediata tomó a Sugawara del brazo para ponerse al frente. Ella... ella aun no se había ido y le había hecho un desplante más.

Mierda...

La emperatriz abrió la puerta, detrás de ella estaba Nanako y las expresiones de la pelinegra reflejaban todo menos contento. Esta ofensa la iba a pagar con creces.

Los ojos zafiros de Shimizu miraron a Oikawa y después se deslizaron hacia Koushi, quien pudo descifrar que era la famosa mujer que se había convertido en su esposa y le estaba robando la atención de su amante. Sin embargo, no le encontraba lo espectacular, su belleza no destacaba y tenía una débil presencia.

Tan patética que sintió pena y rencor al mismo tiempo, pues aún con eso había sido capaz de lograr que su general alzará un dedo por ella en más de una ocasión.

Aceptar casarse, prometer protegerla, dejarla vivir en su propia casa, defenderla del enemigo, salir por ella y... rechazar sus caricias.

¿Qué había de especial en ella?

—No me dijiste que tenias visita, honorable esposo—

Y ahí estaba, esa infame palabra que le retorcia el interior. Ella tenía que haber sido la que lo pronunciara, ella tenía que estar viviendo ahí y luciendo ese kimono violeta.

Koushi se acercó y se sintió culpable por que él se había convertido en la razón de que la bella señorita esperara. No obstante no pasó invertida aquella mirada recelosa que la contraria le dedicó.

El peligris le dedicó una reverencia bastante apenado por la situación mientras que Tooru se negaba a mostrar sus respetos de nuevo.

—Es porque pensé que no esperaría tanto tiempo—

—Oh, mi dulce general— Shimizu habló con malicia desconcertado a Sugawara por la forma en que habían llamado a su esposo —Ya he esperado muchas guerras y aquí sigo—

—Siengo mucho que haya sido de esa forma— se volvió a disculpar el peligris y en respuesta sólo recibió una carcajada —Supongo debe ser familiar de mi honorable esposo—

—Supones mal— Kiyoko se agacho hasta quedar a la altura del chico y con lentitud lo fue levantando —Soy la emperatriz de Japon—

¿Qué? El peligris se sorprendió demasiado y ahora se sentía peor que antes ¿como es...? Nadie conocía la identidad de su regente y él... ahora...

Miro de reojo a su esposo y al no recibir respuesta supo que no era ningún tipo de broma. Ella era...

—En vista de que ahora eres una Oikawa y su matrimonio acaba de iniciar creo que no debería haber secretos entre ustedes ¿cierto? — había cierto atisbo de burla en aquel comentario —El general siempre ha estado para mí. Yo fui quien lo nombro imperial y él fue quien ha hecho de mi nación lo que es. Un beneficio mutuo que nos complace en mas de un sentido — claro que el comentario era mal intencionado. Sólo quería dejar ver el tipo de relación que ha existido entre el castaño y ella sin importar qué.

Estaba marcando su territorio y nada le hizo rabiar más a Tooru que ver de nuevo esa melancólica expresión en el rostro de su esposa.

Shimizu supo que ya habia hecho suficiente y comenzó a caminar hacia su carruaje dispuesta a retirarse. Sólo eso quería, ver con sus propios ojos a su rival por el corazón del único heredero Oikawa.

—Espero que tengan un matrimonio prospero y satisfactorio. Nos estaremos viendo más de lo que crees — mostró una sonrisa fingida y la puerta dem carruaje se cerró. Sus facciones se torcieron a unas serias y frías, la codicia se dejaba ver y el deseo de querer destruir todo a su paso apareció —Llevenme con la familia Sugawara— ordenó —Hay unas cuantas cosas que quiero saber

Y así... todo comenzaba a dejar de tener sentido.

Night flowerWhere stories live. Discover now