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El camino estaba siendo más difícil de lo normal, la maleza cubría la mayor parte del sendero y había muchos matorrales que amenazaban la integridad de su caballo.

El ambiente se sentía frío y ligeramente tenso, sus expresiones bajo la máscara se torcieron. No tenía un buen presentimiento.

Solo habían pasado unos cuantos días desde que había visto a Iwaizumi y sabía que era un soldado formidable, capaz de guiar a sus propias tropas, era de su total confianza. Sólo estaba yendo a darle alcance para apoyo estratégico.

Kuroo y él tendría una buena formación.

Serian unos cuantos días en el campamento y regresaría para ir por su esposa y alejarla de la jurisdicción de Meian y su caprichosa emperatriz.

El resonar de las espadas golpeó sus oídos y levantó la mirada buscando de dónde provenía el ruido.

Y otra vez...

Un chirrido tan ensordecedor que le lastimó los tímpanos. ¿Por qué...

Bajo del caballo y con rapidez desenvaino la espada para ponerse en guardia mientras trataba de mantener el equilibrio lo más que podía. ¿Era una emboscada?

Fijo la vista de su único ojo viable en todos los arbustos y trató de agudizar sus sentidos; esta vez el sonido de las cadenas arrastrándose por el suelo lo estremeció.

—Por fin voy a conocer al general imperial— se escuchó una risa burlesca y el sonido de las cadenas siguió —Es una pena que no lo haya hecho antes de que te convirtieran en un monstruo —

Oikawa rodó los ojos y mantuvo su posición tan solemne.

—Ya se lo dije a tus lacayos antes de contarles la garganta — la voz que salio de la máscara fue escabrosa y realmente fría, cualquiera que la escuchara quedaría paralizado por aquel tono —Yo ya era un monstruo, ustedes solo me dieron la apariencia que tanto me hacía falta—

Más carcajadas.

—Siempre burlandote de la muerte en su cara— continuó —Pro dime, esa apariencia tuya que tanto te llena de orgullo... ¿le gusta a tu esposa?—

Tooru apretó la mandíbula con furia, lo sabía. Sabía que el enemigo utilizaría a su matrimonio como su nueva debilidad, lo harían elegir entre su nación o su esposa si se descuidaba de más.

—Carezco de esa información — Oikawa siguió buscando con la mirada el provenir de esas palabras —¿Por qué no me prestas tu cabeza para que vayamos a preguntarle juntos? —

—Que desatento, pero me temo que nuestro tiempo de charlar ha terminado. No te preocupes, ya tendremos otra oportunidad de conocernos —

El castaño estuvo a punto de lanzar su espada hacia donde él creía que estaba el enemigo, sin embargo, el relincho de su caballo lo sacó de su acción inicial y regresó la mirada para darse cuenta que el corsel tenía una flecha clavada en su cuello.

No...

Dio largas zancadas para tratar de calmarlo y el grito desgarrador de alguien más lo obligo a tomar las riendas del caballo para tranquilizarlo e ir directamente hacia donde había escuchado el lamento.

Él no... no, no había visto de donde había salido la flecha. Pudieron haberlo matado en ese instante y aún así... fue incapaz de predecir ataque.

¿Por qué...?

Siguió corriendo con el caballo detrás suyo, rompieron la maleza y las espinas se clavaron en sus antebrazos y partes que la armadura no llegaba a cubrir.

No, no, no, no.

—Samu, por favor— Atsumu sostenía el cuerpo herido de su gemelo mientras derramaba amargas lágrimas —No, no, no. Por favor hermano— se aferraba fuertemente a él y Oikawa soltó al caballo para correr hacia él y tirarse a su altura.

Quitó con brusquedad a Atsumu y empezó a buscar la herida para detener el sangrado.

—No, —Atsumu volvió a acercarse y el castaño lo empujó provocando que cayera de espaldas —Tu tienes la culpa— sollozo —Te hemos defendido hasta el cansancio, hemos peleado en tu nombre y hemos hecho una cacería de brujas. Tú...

Iwaizumi llegó presenciando la escena. No estaba seguro de lo que había pasado, hacía unos minutos estaban preparando todo para la llegada de su general, había mandado a los gemelos a buscar algo de leña mientras el otro patrullaba y cuando pensó que todo estaba tranquilo escuchó el grito de Atsumu poniendo en alerta a todas las filas.

Oikawa continuo tratando la herida ignorando por completo a su soldado, aunque muy en el fondo sabía que había razón en sus crueles palabras.

Él había iniciado la cacería de brujas por venganza personal y aunque en un inicio había sido apoyado por todos sus hombres, no se detuvo a pensar en las consecuencias que aquello traería.

El rencor y la venganza jamás sería unilateral.

—Tu lo mataste — trató de acercarse dispuesto a golpearlo, pero el moreno lo detuvo —Tu...— gimoteo —Es mi hermano— más lagrimas —Él ni siquiera estaba buscando al traidor que faltaba, yo tenía que... yo...—

La sangre no dejaba de salir por más que ejerciera presión, necesitaba un torniquete o no lo podrían trasladar.

—Tsumu, basta. El general no tiene la

—DEJA DE DEFENDERLO— vocifero zafandose de su agarre —Todos aquí no son más que sus perros que le mueven la cola cuando él lo ordena—

Kuroo apareció con más soldados a su espalda. Todo era un caos y debía de apurarse lo más que podía.

Tooru buscó que utilizar de torniquete y lo único que se le vino a la cabeza fue el pañuelo finamente bordado por su esposa y que le había regalado antes de partir; un lirio siendo decorado por hilos violetas. Lo sacó con rapidez y lo colocó sobre la herida tratando de ejercer la mayor fuerza posible.

—Vayan por el caballo del general— ordenó Kuroo al notar como el animal seguía relinchando del dolor — Y ustedes, traigan una camilla para llevarnos a Osamu—

Atsumu volvió a acercarse y golpeó al general sacandole la máscara en el proceso y dejando a la vista todas sus cicatrices.

—Si él no sobrevive. Te juro que...— pero el juramento no terminó. Un puñetazo se había plantado sobre su rostro.

El general lo había golpeado.

—Basta soldado— vocifero el castaño —Estas en una puta guerra, no es el parque de diversiones. Ambos sabían a lo que se enfrentaban cuando se enlistaron— sus crueles palabras se clavaron como puñales en el corazón del gemelo mayor—Él estará bien— finalizó y Atsumu solo atinó a seguir sollozando en silencio mientras miraba el suelo y soportaba el ardor del golpe en su mejilla.

Oikawa recogió su máscara y se acercó a Iwaizumi.

—Preparen todo, nos vamos de aquí. —

Night flowerWhere stories live. Discover now