cinco.

3.6K 270 6
                                    

Desperté con más de 25 llamadas de Gabriel y cientos de mensajes de disculpas; olvidé bloquearlo. Fue lo primero que hice en cuanto lo desbloqueé.

"Mar, Gabriel está muy preocupado por ti, contéstale. ¿Estás bien?"
10:08 a.m.

Vi el mensaje de mi mamá y rodé los ojos.

Ma, estoy perfectamente bien, no te preocupes, y dile a Gabriel que te deje en paz. —11:20 a.m.

Me metí a bañar mientras lloraba. Lo odiaba, odiaba todo lo que había pasado después de que ganara fama. Pero lo amaba tanto y amaba tanto que por fin triunfara.

Pero tal vez todo tenía que ser separado.

Bajé al bar del hotel donde me estaba quedando y así, solita, comencé a tomar.

— Bueno?—contesté cuando mi celular sonó.

— ¡Marissa! ¿Dónde estás? —escuché la voz de mi prima regañándome.

— Ay, ya me tienen harta todos —dije molesta.

— Gabriel ya le habló a toda la familia diciendo que no sabe dónde estás, contéstale ahora mismo.

— No quiero, terminamos —tomé de mi trago—. Por eso no sabe, yo estoy bien, estoy en un buen hotel y pronto regresaré.

La escuché suspirar.

— Mar, piensa bien las cosas antes de hacer una tontería —me dijo—. ¿Estás segura de que estás bien? Para avisarle.

— Solo dile que estoy bien y ya, no se preocupen.

Colgué y continué tomando. Tomaba de mi vaso con los ojos llorosos. Solo pensaba en nosotros, en los cuatro años que nos había costado construir todo para que terminara así de simple.

Cuando habían pasado las suficientes horas y yo estaba bastante tomada, desbloqueé y marqué el número de Gabriel.

— ¡Por fin! Mi amor, ¿dónde estás? —fue lo primero que escuché.

— ¿Por qué todo tuvo que terminar así?

— Mar, nada ha terminado —contestó—. Déjame disculparme como se debe.

Limpié mis lágrimas y negué.

— Yo ya no quiero aguantar estar viéndote con más chicas, que no tengas ninguna atención en mí, que solo cuando nos enojemos te preocupes por mí.

— Tú sabes que no es así, chula —dijo con voz compasiva—. Seguimos siendo nosotros.

— Ya no lo somos y me niego a intentarlo hasta que no quede ni una pizca de lo que fuimos.

— Mar, déjame verte y platicar —pidió—. Si después de eso concluimos que lo mejor es dejarnos, entonces no te molestaré más.

Suspiré.

— Te enviaré mi ubicación, llámame cuando llegues y te veré afuera.

Colgué, lo desbloqueé de WhatsApp y le envié la ubicación del hotel donde me encontraba. Pedí otro trago hasta que él me avisó que estaba por llegar.

Pagué y salí del bar balanceándome un poco para esperarlo en la entrada. Lo vi bajar de su camioneta y al instante, sentí mariposas. Odiaba todo lo que causaba en mí. Yo estaba profundamente enamorada.

— ¿Estás borracha? —fue lo primero que preguntó en cuanto me vio.

— Claro que no.

— Maressa, hueles mucho a alcohol —se quejó—. Tienes que ser más consciente, chula.

Rodé los ojos.

— Aunque hagas esa cara, pudiste quedarte en nuestra casa y enojarte ahí.

— ¿Nuestra? —reí sarcástica.

Giré para comenzar a caminar hacia el elevador, sentí que aceleró su paso para alcanzarme.

— Sí, es nuestra casa.

— No, no lo es —contesté—. Desde ayer, tú decidiste que era solo tuya y así se quedará.

Él se detuvo pero yo seguí caminando. Presioné el botón del elevador.

— ¿Vas a venir o no? —le pregunté y asintió para apurarse.

Nos adentramos y yo inmediatamente me recargué en uno de los espejos para no caerme.

— Mar, es nuestra casa —dijo mirando un punto fijo en el suelo—. Aún si nos separamos, es nuestra casa porque yo no hubiera podido hacer nada sin ti.

No contesté, relamí mis labios aguantando mis ganas de llorar.

— Y no solo la casa, cualquier cosa mía es tuya también —continuó.

El elevador se abrió y caminé primero para dirigirlo a mi cuarto.

fendi;gabito ballesterosWhere stories live. Discover now