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Pasaron unos minutos hasta que Miguel logró tranquilizarse. Cuando por fin la volvió a mirar, no supo qué decir, tampoco como actuar.
―Si quieres… ahora te dejo… ―logró decir ella
El mudó la mirada en el montón de fotos, luego en ella. Pareció estar a punto de hablar, pero no lo hizo, simplemente porque faltaban las palabras.
―Miguel…
―Enséñame perdonar…
Esas palabras fueron como un regalo para ella. Aunque era la segunda vez que los oía, ahora había algo cambiado en la voz de Miguel.
―Ayúdame… ―rogó él con voz débil
Quedó viéndolo, tratando de asimilar lo que le había dicho.
― ¿¡Cómo…? ―preguntó finalmente
―No sé hacerlo… ―apuntó Miguel
―Pero… ¿quieres decir que… tú quieres hacerlo?
―Por primera vez, sí.
― ¡No lo puedo creer! ―paró un momento― Miguel, no es una broma ¿sí? Es que hace poco me decías que todo acabó para siempre, ahora me dices esto… Luego tal vez otra vez me digas que no hay marcha atrás… ¡Por favor, no juegues conmigo!
―Mía ¿cómo crees? Jamás tuve esa intención… Es que de pronto suceden cosas que me hacen… Es complicado. Todo esto es muy… Disculpa…
―Bueno… no te preocupes…
Durante unos momentos, el silencio hizo sentir su presencia de nuevo.
― ¿Prefieres…qué te deje solo ahorita?
― ¡Sí, por favor!
―Está bien… Primero recojo las…
―No. Deja las fotos.
― ¿De verdad?
―Sí… Aún no terminé de leer. ―señaló él
Mía sonrió levemente al saber que Miguel quería leer y lo que faltaba. Toda su actitud la hacía sonreír.
―Prometo no romperlas. ―añadió
― ¡Sí, por fa! Bueno… Te dejo.
Después de observarlo por unos instantes más, se dio la vuelta y salió del cuarto, aún llevando la sonrisa en su rostro.
En su habitación, Vico, Celina y Roberta la esperan ansiosas, curiosas de saber cómo le había ido. Bastó verle la cara cuando entró para adivinar que tenía buenas noticias.
― ¡No me digas que… ―empezó Vico
―No, déjala hablar. ―dijo Celina
― ¡Mía! ¿Estás ahí? ―preguntó Roberta, al ver que no se movía
― ¡¡Mía!!
―Chavas…
― ¡Mía, ya cuéntanos!
―Miguel… ―empezó bastante emocionada― ¡Ay! ¡Miguel me quiere perdonar!
― ¡¡No!! ―exclamó Roberta
― ¿¿¿En serio??? ―soltó Vico
―Sí… Sí. Y… no sé, parece que algo cambió, él me habla distinto… ―agregó ella
―Pero cuéntanos eso lo del perdón. ―pidió Celina― ¿Qué fue lo que dijo?
―Pues… “Enséñame perdonar”. Luego dijo que lo ayudara y que por primera vez quiere perdonar.
Roberta había quedado boca abierta, mientras que Vico y Celina no dejaban de exclamar cosas.
―Aún no lo puedo creer. ―reconoció Mía― Él siempre se negaba y…
― Mía, Miguel ya dio el primer paso. ―le avisó Roberta― ¡Esto es lo mejor! Es muy muy muy importante que él lo desee de corazón.
―Roberta, es un sueño… ―le respondió Mía
―Y ahora es el mejor momento para que sigas con el plan de reconquistarlo.
―Sí.
― ¿Y si habrá sido justo el plan que lo hizo pensar? ―preguntó Vico
― ¿Tú crees?
―Pues sí… O sea, así de pronto surge este cambio.
―Creo que lo de Jorge tuvo el mayor impacto. ―agregó Celina
―Entonces Roberta tenía razón… ―contestó Mía― Todo esto puede funcionar.
―Exactamente.
Miguel se había puesto a leer todo e incluso ahora miraba cada foto. Al final todas terminaron en un montón y él terminó llorando desconsoladamente. Se dejó caer en el piso, a lado de la cama y pus la cabeza sobre sus rodillas. El dolor estaba acompañado por la impotencia de poder cambiar algo, la imposibilidad de hacer algo. Pues aunque quería pasar por lo que Mía le había hecho, por el momento resultaba imposible. Aún con su deseo de perdonar aquella infidelidad que le había causado tanto sufrimiento.
Horas después, la banda se tuvo que reunir porque era momento de conocer al nuevo manager. Llegaron los seis a la sala de visitas y se hicieron cómodos, ya que aún faltaba esperar.
― ¡Pues veo que está tardando! ―comentó Giovanni
―Ya… Va a llegar… ―respondió Roberta
Las chavas estaban en el sofá, mientras que Giovanni ocupaba uno de los sillones. Miguel y Diego no habían querido sentarse.
Mientras duró la espera, Mía se la pasó mirando de reojo a Miguel y bajando la mirada cada vez que éste lo notaba.
― ¡Hola! ¡Buenos días! ―dijo el nuevo manager, mientras entra en la sala
―Hola… El nuevo manager ¿verdad? ―preguntó Roberta
―Sí. Eso. Mi nombre es Axel Rodríguez. ¡Mucho gusto!
Mientras se saludaron, Diego y Miguel se la pasaron analizándolo. Era otro hombre, pero parecía tener la misma edad que Jorge y hasta era más guapo que él.
―Espero que nos llevemos muy bien. ―señaló Axel sonriendo
― ¡Sí, nosotros también! ―dijo Roberta
―Así es... ―agregó Lupita
Miguel no supo si tenía alucinaciones pero le pareció ver que el nuevo no dejaba de mirar a Mía. Se puso muy celoso y se esforzó en no mostrarlo.
―Por desgracia no puedo quedarme por mucho tiempo. Pero antes de irme, debo avisarle que el sábado tienen concierto.
― ¡¡¡Sí!!!
― ¡Por fin!
― ¡Que buena noticia!
Mía y Miguel sólo se resumieron en sonreír, aunque también les daba alegría la noticia.
Después de la junta, Miguel quedó sólo con Diego y no tardó en confesarle lo que, según él, había sucedido.
―Miguel ¿¡Cómo crees!?
―En serio. Axel la estaba mirando y de una manera muy…
―Perdón que te lo diga pero… Por lo que pasó lo ves así.
―No. ¿Tú crees?
―Pues sí. Tú estás celoso de cualquier hombre que pueda acercarse. ―apuntó Diego
―Creo que tienes razón…
―Sí, ya lo verás. Mejor sácate eso de la cabeza.
Miguel quedó pensativo unos momentos.
― ¿Te confieso algo?
― ¡Te escucho! ―exclamó Diego
―Lo que pasa… Quiero perdonar a Mía.
― ¿¿¿De verdad??? A ver ¿a qué se debe este cambió?
―Sucedieron cosas que me hicieron… no sé, pensar…
― ¿Cómo por ejemplo?
―La veo tan arrepentida… Además, lo de Jorge… Me parece que ahora sí me está mostrando que fue un error, que quiere arreglar las cosas…
― ¡Muy bien! ¡Muy bien!
―El problema es que no sé cómo.
―No entiendo.
―No sé perdonar.
―Aj, yo estoy seguro que ella te ayudará. Y te va a demonstrar que sí lo merece… ¡Lo bueno es que por fin quieres! Antes ni querías oír…
En la noche, mientras todos dormían, Mía dejó su habitación y fue a un lugar donde podía estar sola, con sus pensamientos. Traía con ella unas hojas y algo para escribir, pues como no podía pegar ojo además se sentía con inspiración decidió aprovecharlo.
Sin embargo, en vez de apuntar, comenzó cantar algo en voz baja. Luego, con una especie de nostalgia y tristeza pronunció el nombre del hombre que amaba.
Al próximo día, ella fue entre los primeros en llegar al salón de clases y no precisamente por sentir muchas ganas de estudiar. De hecho, ni se sentó en su lugar y continuó caminando, muy apurada, rumbo al de Miguel. Ahí, dejó una notita color rosa y luego regresó a su asiento.
El salón era casi vacío, así que no muchos habían sido testigos.
Minutos después, también llegó Miguel, acompañado por Teo y Santos.
―Pues sí, y como decía…
―Oigan ¬―interrumpió Teo― ¿Y eso?
―Parece una nota ¿no? Para Miguel.
―Por el color, seguro es de una chava. ―apuntó Teo, mientras Miguel ya recogía la nota
― ¿Qué dice? ¿De quién es? ―preguntó Santos
― “Perdóname”…
―Oh…
No era necesario preguntar de quien era la nota, pues era obvio. Y de hecho ni tenía firma, pero Miguel había reconocido la letra. Su mirada se dirigió de inmediato hacia Mía y comprobó que ella ya lo estaba mirando. Y mientras su rostro reflejaba amor y arrepentimiento, el de Miguel era indescifrable Era como serio y triste al mismo tiempo.
―Al parecer, esta chava está decidida. Quiere recuperarte. ―apuntó Santos
―Es el tercer día que recibo algo de su parte. ―dijo Miguel, aún mirándola
―Menos mal que empieza obtener resultados.
En eso, Miguel enterró el rostro en sus manos. Mía se entristeció y se dio la vuelta.
―No te pongas así… ―pidió Vico
―Me da miedo…
―Bueno, tienes que tomar en cuenta que va a durar…
― Sí… ¿verdad? ―contestó, tratando de dejar a un lado la tristeza
Después de un montón de clases que parecieron interminables, la banda se reunió para ensayar parte de las coreografías. Tal como lo habían establecido, fueron a la sala de deportes.
― ¿Y el CD?
―Aquí está. ―respondió Diego― Junto a la lista de canciones.
― ¿Con qué empezamos? ―preguntó Mía
―A ver…
― ¡Habla! ―exigió Giovanni, al ver que Roberta miraba callada la hoja
―Ej… Pues… Con “Me voy”.
― ¡Gracias! ¿Tan difícil era leerlo?
―Cállate. ―pidió Diego
―Roberta… ―se quejó Mía, al acercarse― Yo no quiero bailar eso… Me pone triste. ―dijo en voz baja
―Ya sé, por algo me quedé muda al verla en la lista…
―La letra es muy fuerte… Y…
― ¿Qué tanto cuchichean ustedes dos?
―Empecemos ¿no? ―sugirió Diego
―Lo siento, Mía… ¡Tienes que poder! ―murmuró Roberta
―Ay… ―se quejó
―Ni modo.
Después de que Diego puso el CD, se pusieron en línea, en orden, tal como la coreografía pedía y comenzaron el ensayo. Desde los primeros versos, tanto Mía como Miguel recordaron su propia historia. En el coro, hubo algunos intercambios de miradas, uno de ellos cuando oyeron “el dolor que dejaste al pisar mi corazón”. Mía estaba bastante nerviosa y sentía una especie de pena y vergüenza y muchas veces no aguantó la mirada de Miguel encima. Él sólo notaba con tristeza como esa canción los estaba describiendo.
―Perfecto, ahora ensayemos algo más alegre. ―sugirió Roberta al final
― ¿Qué importa qué tipo de canción estemos ensayando? ―cuestionó Giovanni― Todas son nuestras.
―Sí… Pero, sólo que quería algo más… alegre. ―murmuró Roberta, evitando decir la razón

Durante los próximos días, Mía puso en práctica todas las ideas que se le ocurrían a ella o a Roberta, así continuando con su plan de reconquistar a Miguel; notas, canciones, todo tipo de detalles, todo bastante cursi pero perfecto para llegar al corazón del hombre que amaba cada día más. Mientras, él lo recibía todo con gusto, aunque a veces la desesperación y el dolor que aún habitaba en su alma mandaban.
Ya había llegado el día del concierto y todos estaban en el aeropuerto, esperando para subir al avión. Por suerte, no habían necesitado permisos para salir del colegio porque era sábado. No faltaban el entusiasmo y la alegría, tampoco las emociones.
―Roberta, no me atrevo. ―dijo Mía
―Ay, como si fuera la primera vez que le entregas algo.
―Es que ayer, antes de la clase de historia, no se puso nada contento al ver mi nota y… la rompió.
―Mía… Te lo había dicho y te lo repito. No es fácil. También recibirás rechazos porque aún no sanas las heridas… Pero debes seguir intentando. ¡No pares!
Mía quedó viendo a Miguel y él dejó de sonreír cuando sus miradas cruzaron.
―Se la doy más tarde… ―decidió Mía
―Como quieras… ―suspiró― ¡Pero prométeme que se la das!
―Sí… ―murmuró
El vuelo duró un par de horas, así que cada uno tenía que encontrar algo para matar el tiempo. Giovanni y Diego habían decidido dormir, Lupita leía algo, Miguel escuchaba música. Roberta estaba bastante aburrida, mientras que Mía había intentado leer unas revistas.
―Oye… ¿Qué pasa? ―preguntó Roberta al ver que tiraba una revista
―Ni yo sé que traigo.
―Miguel. ―adivinó
―Sabes… Quisiera estar a su lado en estos momentos, disfrutando juntos…
―Mía… Oye, habrá muchos otros conciertos, también cuando tú y Miguel vuelvan.
―Si volvemos. ―contestó
―Ya, Mía. Olvida lo de la nota.
―No es sólo eso. ―calló un instante― ¡Lo que le hice es muy fuerte!
― ¡Escúchame! Tienes que perdonarte a ti misma.
―Nunca.
―Aj, o sea… ¿Y quieres que él sí lo haga?
―Ya… Déjame. Estoy muy triste.
―OK.
Roberta respetó su decisión e incluso la dejó sola, yendo rumbo al asiento de Diego. Comprobó que estaba durmiendo, así que acomodó la cabeza en su hombro y trató de hacer lo mismo.
Más tarde, mientras volvía del baño, Miguel llegó a escuchar sin querer una conversación entre Diego y Roberta. Ellos estaban de espaldas a él y no vieron que se acercaba.
―Pues Miguel nunca se enteró que yo obligué a Mía a confesarle que lo engañó.
― ¿¡Qué!?
― ¡Ay no! ―soltó Roberta
―Miguel…
― ¿Ella no me lo dijo por voluntad propia?
―Eso ya no importa… ―dijo Diego
― ¡Claro que importa! Si no la hubieras obligado, tal vez habría seguido mintiéndome. No lo puedo creer… Ni siquiera me lo quiso decir…
―Miguel, no te pongas así. Por favor. ―pidió Roberta
― ¿Saben qué? Déjenme en paz.
Dicho eso, fue hacía su asiento, muy enojado, mientras que Diego y Roberta habían quedado preocupados.
―Caray… ―murmuró ella― Ahora se enojará con Mía y ya no querrá perdonarla.
―Ojala no pase eso.
―Tú viste como se puso. ―señaló Roberta
―Es que no puede ser, iban por el buen camino… ¡Argh! ¿Por qué tuve que abrir el tema?
Miguel no quiso hablar con nadie durante todo el camino. Mía notó que estaba molesto y no se atrevió darle la carta. Además ella no conocía el verdadero motivo de su enojo.
A la hora de alojarse en el hotel, recibieron llaves para dos cuartos: uno para las chavas y uno para los chavos. Al querer darse la vuelta y salir rumbo al suyo, Mía tropezó con Miguel.
―Ej… Yo… ―la mirada llena de enojo de él la puso más nerviosa― Perdón… No te vi…
Miguel se echó a un lado, sin tomarse la molestia de contestar y mudó su atención en la maleta. Roberta, que había sido testigo de la escena, sabía que debía decirle a Mía lo ocurrido en el avión.
Mas tarde, mientras estaban en el cuarto, preparándose para ir al ensayo, lo intentó varias veces, sin embargo no tenía el valor porque recordaba ese día cuando Mía había querido hacer una locura. Debía protegerla y al mismo tiempo sabía que Miguel terminaría reclamándole.
―Roberta ¿tú también? ¿A ti que te pasó? ―preguntó Lupita
―Nada, mi Lupe. OK, me duele la cabeza. Pero no es nada…
―Creo que tenía algo para el dolor, espera…
Mía tenía la carta en sus manos y no hacía más que verla muy triste. Luego, bruscamente decidió romperla.
― ¡¡¡No!!! ―gritó Roberta, alcanzando salvar el papel
―Roberta…
―Si no quieres dársela ahora, está bien. Pero no la rompas. Te lo ruego.
―Mira…
―Mía, por favor.
―Pues guárdala tú hasta que te la pida. Si vuelve ahorita en mis manos, la rompo.
―No vuelve. ―aseguró Roberta
Antes del ensayo, fueron al restaurante del hotel para comer algo, después de tantas horas en el avión. La mayoría de los integrantes decidieron comer en la misma mesa así que los demás, es decir Miguel, se conformó. Él fue el último en llegar, por lo que tuvo que aceptar el asiento que quedaba libre, entre Mía y Giovanni.
“Lo hicieron a propósito” pensó él, tomando asiento a lado de Mía Colucci. Intentaba contener toda la rabia el enoja, sólo porque estaban todos reunidos y no tenía ganas de oír preguntas y consejos. Además, faltaban unas horas hasta el concierto y no quería quitarles la alegría o causar problemas.
Eso sí, con mucho esfuerzo logró comer pero trató de apurarse y fue el primero que dejó la mesa.

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