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Al llegar el momento de ensayar, todos trataron de concentrarse al máximo y dejar a un lado lo demás. El concierto debía salir perfecto, cada canción debía sonar impecable. Ninguna falla les era permitida, además, dentro de unas horas tenían que dar lo mejor para los miles de fans que habían comprado billete.
            Era la primera vez después de la separación, cuando Mía y Miguel estaban en el mismo escenario y no les resultaba nada fácil. Él guardaba distancia incluso en las canciones donde había duetos de ellos dos. Y cuando Mía trataba de acercarse, lo alejaba aún más. 
―Miguel, ¿podemos hablar? ―le preguntó Roberta, cuando tomaron una pausa
― ¿Qué quieres?
―Que no te enojes con Mía por lo de…
―Mira… Tengo motivos para enojarme. Ella nunca quiso decirme la verdad. ¿Cómo quieres que no me enoje?
―No, un día si te lo iba a decir…
―Sí, como no. ¡Sobre todo cuando tú la ayudabas a guardarse muy bien el secreto!
―Miguel…
―Menos mal que alguien sí pensó en mí. Y ese alguien es Diego. Ahora, permiso.
            Se alejó dejándola bastante preocupada. Lo peor era que justo cuando las cosas habían empezado mejorar, sucedía eso.
            Mía y Miguel pasaron el resto del día sin al menos dirigirse la palabra, hasta que justo media hora antes del concierto, ella decidió darle la carta.
―Espera…
―Mía, tenemos concierto en media hora. No me digas que justo ahorita quieres hablar.
―Miguel… Yo… Quería entregarte esto. ―avisó enseñándole la carta
            Él sólo la miró, sin intención alguna de tocar esa carta.
― ¿No la aceptas...?
― ¿Otra?
―Yo…
―Mía, con lo que me acaba de enterar, ya no quiero nada de ti.
― ¿Qué? Pero… ¿de qué hablas?
―Aj ¿no lo sabes?
―Pues no. Dime…
―Muy bien. ¡Ya sé que me dijiste la verdad sólo porque Diego te obligó!
            Mía quedó muda al oír eso, tampoco supo cómo reaccionar. Pero, al menos creía entender el motivo de su actitud.
― ¿Por eso… volviste a distanciarte y…?
― ¿Es lo único que importa? ―cuestionó él
―Es que…
― ¡Sí! Por eso. Porque al parecer si no hubiera sido por Diego, tú aún me habrías ocultado y…
―Miguel, entiéndeme… Yo tenía miedo, sabía que iba a perderte.
― ¡Odio la mentira! ¡Odio que me engañen! Y pensé que al menos fue decisión tuya confesar… Pero ya veo que ni eso…
― ¡Tenía miedo! ¡Y no quería hacerte daño!
―Mía…
― ¡Entiéndeme, por favor!
―Aquí no hay nada que entender. Y guárdate la carta que yo no la quiero.
            Se alejó, dejándola con la palabra en la boca y los ojos llenos de lágrimas.
            Poco después, cuando se suponía que ya estaban casi listos para el concierto, Mía se quedó en el camerino, llorando. Había alcanzado arreglarse el pelo y maquillarse pero al llegar el momento de ponerse la ropa, algo la hizo renunciar. Mientras que los demás ya estaban en el backstage, ella no daba señal de moverse de ahí.
―Oigan ¿y Mía? ―preguntó Lupita
―Se está tardando mucho… ―comentó Diego
―Pues de seguro no sabe que falda ponerse o no encuentra el…
―Giovanni… Ahora no ¿sí? ¡Voy a ver qué sucede! ―les avisó Roberta, para luego salir corriendo
―Algo anda raro… Ella nunca se tardaba. ―señaló Diego
            Miguel recordó la conversación que habían tenido y después de pensarlo un poco, decidió ir tras Roberta.
― ¡Miguel!
―Déjalo… Algo me dice que vamos a necesitar que él hable con Mía… ―dijo Diego
            No quería decirlo pero él había alcanzado oír la conversación de ellos dos y sospechaba que la ausencia de Mía tenía que ver con eso y no con la ropa.
            Mientras, Roberta encontró a Mía llorando.
―No me digas nada… ―suplicó ella
―Mía… Mira cómo estas… ―murmuró angustiada
            Lo único que se le ocurrió fue abrazarla. También llegó Miguel, pero se detuvo en la puerta al oír su llanto.
―Miguel se enteró de algo que lo volvió a alejar… Justo cuando pensaba que podía recuperarlo… sucede esto… ―lloraba más― Roberta, yo me muero sin él…
            “Miguel…. ¿Por qué no te callaste?” pensó Roberta
―No puedo cantar… No me pidas eso… ―agregó Mía
―Pero…
―Miguel… ―dijo llorando
            Él soltó un suspiro, luego decidió acercarse para hablar con Mía.
―Déjame a mí… ―le pidió él a Roberta
            Las dos quedaron sorprendidas al verlo en frente.
― ¡Pues sólo tú puedes! ―contestó ella
            Dicho eso, partió dejándolos solos. Mía se borró las lágrimas y continuó mirándolo mientras que otras llenabas sus ojos.
― ¿Tú?
―Mía…
            Pero simplemente no sabía que decirle. Había venido a convencerla que subiera al escenario y comprobó que ni tenía idea de cómo hacer eso.
Miguel ya se le había acercado y se había sentado a su lado, sabiendo que no debía irse hasta hacerla cambiar de opinión.
―Mía… ¿Qué te parece si hacemos un trato?
― ¿¡Un trato!?
―Sí. Tú te vienes con nosotros en el escenario. Y yo… intento imaginar que lo que me enteré hoy ni pasó.
― ¿Cómo? ―preguntó confundida
―Trato de ignorar eso de que tal vez tú no me hubieras dicho la verdad… Además, quien sabe… tal vez lo hubieras echo.
― ¿De verdad…? ¿Harías eso?
―Claro. ¿Qué dices?
Ella se borró las lágrimas y sonrió levemente.
―Acepto. ―avisó
― ¡Eso! Pues ahora voy a salir para que te cambies. ¡Te esperamos!
―Sí, voy a venir. ―murmuró más tranquila― Gracias…
Miguel sonrió, luego salió del camerino. Fue a darles la buena noticia a los demás.
― ¡¡Menos mal!! ―exclamó Diego
―Yo sabía que eras el único que podía convencerla. Muchas gracias, Miguel.
Minutos más tarde, llegó el momento de subir al escenario, delante de los miles de fans que no dejaban de gritar y de llamarlos. Ya que empezaban con Rebelde, Mía y Miguel estaba al medio, aunque algo más distanciados que de costumbre. Sin embargo los dos trataron de entregar todo, de disfrutar la música y no pensar en otras cosas.
A la hora de cantar Sálvame, Mía primero quiso decir unas palabras:
―Saben… Llegué a comprender que eso de recuperar a alguien está bien difícil… Pero sé que el amor puede vencer y que todo se puede lograr… ―calló un momento― Y… esta canción es una prueba más del amor que siento por él. Aún vivo con la esperanza de que poco a poco su corazón vuelva a recibirlo…
Lo que dijo también llego a oídos de Miguel, que dejó lo que hacía para mirar hacía el escenario. Quedó inmóvil, escuchando cada verso, su voz llena de tristeza. No era la primera vez que oía la canción pero esta vez era distinto.
―Miguel ¿qué haces ahí? Tenías que cambiarte…
No recibió respuesta. Hasta parecía que él no había oído nada. Lo único que oía era la voz de Mía y su propio corazón hablándole.
Mientras, ella había terminado la canción en lágrimas, en un mar de aplausos.
En parte, ese momento tuvo impacto en el desarrollo del concierto. Cada vez que la música los volvía a acercar, cuando tenían que cantar o bailar juntos, Miguel dejaba de oponer resistencia. Quería tratar de olvidarlo todo, al menos ahí, en ese lugar donde sus sueños se habían hecho realidad, donde la música les ayudaba expresarse.
Sin embargo, cuando todo terminó, cuando el silencio remplazó las canciones y los gritos de los fans, los recuerdos volvieron. Y Miguel comprendió que, por alguna extraña razón, en el escenario todo había resultado algo más fácil. Pero, fuera de él, la lucha con lo que sentía era dura. El deseo de perdonar y lo que aún sentía por causa de la traición era dos enemigos fuertes. Él primero quería vencer, pero el otro no se dejaba.
En el avión, de regreso a casa, comprobaron que se habían sentado frente a frente, aunque también había cierta distancia entre ellos. Y mientras que los demás se quedaron dormidos, agotas tras el concierto, ellos no pudieron hacerlo. Pero tampoco se hablaban, no sabían qué más podían decirse.
El día siguiente empezó mal para Miguel. Como si no fuera suficiente lo de Mía, una llamada de su madre le trajo otra noticia horrible.
―Miguel, no tengo ese dinero. Estoy desesperada. Tu hermana…
―Mamá, no llores… ¡Por fa! Mira, ya veré cómo le hago…
―Sí, ¡te lo suplico! Si hubiera tenido solución, ni te habría llamado pero… De verdad, no sé qué hacer… Sólo me queda vender la casa… ―avisó llorando más
―No, no, no… Ni pienses en eso. Al menos, no por aún… ¡Mamá, escúchame! Voy a conseguir ese dinero. Acaba de tener un concierto, aún no nos pagaron pero… creo que en cualquier momento lo harán…
Roberta había alcanzado oír algo y en cuanto terminó la llamada no dudó en acercarse.
― ¿¿Qué paso?? ¿Qué dinero? ¿Por qué estás tan preocupado?
―Mi hermana… Necesita una operación urgente. Y mi madre no dispone del dinero…
― ¡No puede ser!
―Tengo que conseguirlo lo más pronto posible. Hablaré con Johnny, a ver cuando nos paga por el concierto y…
―Sí… Oye, si no alcanza, nosotros juntamos el nuestro y...
―Roberta ¿cómo crees?
― ¡No es momento de que muestres lo terco que eres! Eres nuestro amigo y te vamos a ayudar. Además, conciertos habrán…
―Bueno…. Mira, primero hablo con Johnny y…
―Sí, sí. ¡Me avisas! ¿Entendido?
―Claro…
De inmediato hizo la llamada, aún sospechando que el dinero que recibiría por el concierto no iba a cubrir ni la mitad de lo que necesitaban para la operación. Y por desgracia así fue.
―Johnny, necesito urgentemente el dinero. ―avisó
―Pues mañana pasan por aquí…
―Para eso necesitamos permisos.
―Entonces mando a Axel con los cheques. ―respondió Johnny
―OK. Gracias. Adiós…
Terminó de bajar las escaleras y fue a sentarse en una de las sillas.
― ¿Qué hago? ―se preguntó desesperado
Quedó pensativo, recordando la idea de Roberta. Se puso a hacer unos cálculos y comprobó que ni así cubría toda la cantidad.
―No… ¡No puede ser! A parte ¿cómo voy a aceptar su dinero?
Se la pasó todo el día tratando de buscar soluciones pero no había nada. Recordó también lo del dinero de la gira, pero ese ya había sido invertido y parte de él había sido gastada. Pues nadie había imaginado hace más de un mes lo que llegaría a suceder. Finalmente comprobó que la idea de Roberta podía ser lo único que le ayudaría pero aún así no tenía todo el dinero.
Al día siguiente, Axel vino con los cheques, tal como Johnny lo había prometido. Y, después de su partida, Roberta abrió el tema.
―Miguel ¿sí te alcanza ese dinero? ¿O recurrimos a mí idea?
Pero él sólo bajó la mirada, bastante avergonzado.
― ¿De qué hablas, Roberta? ―cuestionó Mía
― ¿Miguel, necesitas dinero? ―continuó Diego
―Creo que deberías decirles. ―sugirió Roberta

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