Capítulo 24

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Theo se quedó dormido, pero Dylan no lograba descansar, aunque cerró los ojos simplemente no podía entrara al mundo de los sueños para olvidarse del mundo real durante al menos unas horas porque algo en su pecho estaba impidiendo que su cerebro reposa el resto de su cuerpo, como si le estuviera avisando o alertando sobre algo, soltó un suspiro y echó un vistazo hacia los demás integrantes del equipo, todos ellos duermen con tranquilidad.

Dirigió la vista hacia los pasillos que no estaban iluminados por la hoguera, por alguna razón que desconoce siente que debería ir a explorar, como si entre sus muros hubiera un secreto por descubrir, nunca había sido una persona tan curiosa pero ahora no puede evitar preguntarse qué es lo que lo está llamando hacia el interior del antiguo santuario, por un instante se siente pequeño entre las grandes paredes, hace aparecer una bola de fuego en la palma de su mano izquierda, se pone de pie y comienza a caminar como una solitaria luciérnaga que vuela por los pantanos de un bosque aterrador bajo una noche de luna llena, no tiene miedo sino más bien una gran curiosidad de la que no puede desprenderse, poco a poco deja atrás al equipo.

Visualiza pinturas en las paredes, algunas fueron borradas por el paso del tiempo y la aparición de la flora pero hay otras que permanecen intactas, estas retratan a la diosa Merena como una mujer alta, de cabello blanco y vestido negro, con una corona con la forma de una medialuna adornando su cabeza, sentada en un trono. Luego, sigue una pintura de Midros, el dios del sol y padre creador de los seres humanos, tiene el cabello largo de color dorado con una corona que retrata la figura de la estrella luminosa y sus rayos, debajo de él hay figuras humanas haciendo una respetuosa reverencia.

Esas imágenes pueden revelar que el sitio de culto fue construido en la Antigüedad o quizás antes de que desapareciera la Atlántida. Dylan no está muy seguro ya que no hay otras pistas para descifrar la época en la que fue construido, lo que no entiende es que pasó con las personas del archipiélago. «Si este lugar existe, eso significa que hubo gente, pero...¿qué pasó con ellos? ¿A dónde fueron? ¿Por qué ya nadie tiene permitido entrar?», son las preguntas que cruzan por su mente.

Antes de que pudiera formularse más preguntas su cuerpo cae hacia el cuando creyó que el camino continuaba tras terminar de examinar las pinturas, puede sentir el viento acariciando su cara a medida que va cayendo a una rápida velocidad, soltó un grito con la esperanza de alertar a los demás aunque también debido al miedo cuando se sumergió en la oscuridad, no tuvo tiempo para recitar un encantamiento para salvarse de una muerte dolorosa cuando impactó contra el agua, afortunadamente la profundidad no era mucha.

El problema era que ya no podía generar fuego con las manos mojadas, para iluminar pronunció un conjuro que hizo aparecer una esfera brillante anaranjada.

Y que entendió qué era lo que lo estaba llamando.

Las paredes alrededor contenían imágenes muy diferentes a las anteriores, pues estas mostraban a una temible entidad humanoide gigante, cuya piel es de color negro, ojos rojos y una boca provista de largos colmillos formando una aterradora sonrisa, dos cuernos adornaban su cabeza, devorando las almas de aquellos que tuvieron la mala suerte de encontrarse en su camino.

Luego había una serie de textos en un idioma desconocido, echó un vistazo hacia otra esquina donde estaba la misma criatura abominable enfrentando a un ser que parecía ser hechicero, ya que este luce una túnica similar a las usadas en Grecia, lanzando algo similar a ataques mágicos contra su enemigo para obligarlo a retroceder.

—¿Qué carajos es esto?

Dylan se pregunta en un murmuro, por alguna razón siente un miedo indescriptible al contemplar a esa entidad que no tenía ningún rasgo humano, incluso es como si no perteneciera a este mundo sino a las peores pesadillas de un escritor.

Los MacNamara y La Cofradía SacrilegaWhere stories live. Discover now