Capítulo 2. En realidad él era...

15 5 44
                                    

Hace 22 años.

Hace calor y en estos meses me gusta estar fuera de casa mirando cómo las nubes se mueven con lentitud en el cielo mientras que, con mi libreta vieja, busco algún rincón entre las hojas desgastadas y muy usadas para crear un nuevo paisaje con mis crayolas.

Unos meses atrás, cuando había descubierto mi amor por el dibujo mamá se molestó y dijo que tenía prohibido dibujar dentro de casa, por lo que siempre me quedo afuera dibujando mi alrededor o aprendo a dibujar retratos cuando me quedo en casa de la señora Holly, una agradable vecina que está llegando a los sesenta años. Debe de ser muchos años porque papá siempre me recuerda que la debo tratar con respeto y cuidado, aunque las tardes que siempre me quedo con ella solamente me mira con fijación, como perdida en los recuerdos.

No importa cuánto dibuje fuera de casa, mamá sigue molesta. Cada día que pasa me trata peor y evito estar a solas con ella. No me gusta cómo actúa y sé que me quiere; yo también la quiero, pero ya no es la misma que me compraba dulces después de la escuela. Ahora es papá quien me compra los colores y hace unos días me prometió un cuaderno nuevo, lo cual me tiene muy contenta. A este viejo cuaderno le quedan pocas páginas y sus hojas ya tienen un color extraño debido a todo el uso que le doy.

El día que papá me dé el nuevo cuaderno, le haré un dibujo a mamá. Haré una pintura del campo y en el centro estará nuestro árbol favorito en el que siempre nos sentamos para disfrutar de la sombra, detallaré las formas de las nubes que siempre intentamos adivinar; como aquellas tardes en las que nos sentamos a adivinar las formas de las nubes mientras esperamos por papá.

—Esta es nuestra tarde de chicas.— decía mamá en cada ocasión que yo le preguntara ya que era el único momento en el que estábamos solas. Me preguntaba por la escuela y los nuevos amigos, por los deportes que me gustaban, me proponía viajes cuando se acercaran las vacaciones y luego, al llegar a casa, me preparaba mi merienda favorita; pero desde el momento en el que dije que me gustaba la pintura mamá se distanció. Ya no me prepara mi dulce favorito, ni me lleva a nuestro árbol a tener una tarde de chicas, ha dejado de mirarme y cuidarme como la princesa que ella decía que yo era.

Pero yo sé que con el dibujo que le haré una vez que papá me dé el nuevo cuaderno todo va a cambiar.

[…]

Hace 20 años.

Mamá se fue.

Hace unos meses dijo que iba a trabajar y no ha llegado. Dice papá que le envió mi dibujo y le gustó, pero eso no ha hecho que vuelva; por lo que cada día le hago un dibujo nuevo y le pido a papá que se los dé. En ellos le pido que vuelva, pero mamá no contesta.

Ahora papá también me ignora, me dice que me vaya a dibujar a donde yo quiera por lo que muchas tardes me encuentro con la señora Holly y me hace muchas galletas. Ella sonríe con mis dibujos y me reta a probar cosas nuevas. Un día me compró pinceles, acuarelas y hojas más grandes.

—Eres una pequeña con algunos obstáculos, pero yo te voy a ayudar con ellos— prometió cuando me enseñó aquellas cosas nuevas—. Tú concéntrate en ser feliz y hacer tu arte.

Desde ese momento comencé a aprender un poco más sobre lo que tanto me gustaba y cada descubrimiento hacía que me gustara más el dibujo.

Concéntrate en ser feliz y hacer tu arte. Desde el primer momento Holly ha creído en mí y me ayuda a explotar mi potencial. Esa señora que al inicio se quedaba mirando a un punto fijo, se convirtió en una abuela para mí; ahora es quien me hace mis galletas favoritas y me pregunta cómo estoy, me ayuda a hacer las tareas y nuestra tarde de chicas somos nosotras sentadas en la sala de su casa mientras yo aprendo a dibujarla.

No me olvides Where stories live. Discover now