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—Es por eso que le pido comprensión, señora Midoriya.

Katsuki agachó la cabeza con su petición, e Izuku estaba que no se lo creía.

Luego de que Kacchan saliera nuevamente de la habitación y le pidiera a su madre hablar, la mujer había aceptado a regañadientes y los tres habían terminado sentados al kotatsu que aún mantenía la evidencia de la noche anterior sobre la superficie.

Inko se mantuvo callada, y Kacchan explicó la situación por ambos y, por supuesto, le ofreció una disculpa a él y a su madre. Admitió su estupidez y doblegó su orgullo inquebrantable de tal manera que Izuku fue incapaz de intervenir o agregar algo.

Por su parte, la mujer no dijo palabra alguna y sólo escuchó, juzgando severamente al inicio y luego suavizando un poco su expresión al final.

—Kacchan...—susurró él, aún sorprendido, atreviéndose a colocar una mano sobre su hombro incluso si su progenitora frente a ellos les miraba mal.

—Permitame demostrarle que puedo convertirme en la mejor pareja para Izuku así como me esforcé en convertirme en el mejor héroe.

—Lo dañaste, y sé de sobras que ese tipo de personas no cambian, ¿por qué debería de creerte?, ¿por qué debería confiarte el binestar de mi hijo cuando allá fuera habría personas, incluso héroes, que lo tratarían bien desde el inicio?—habló finalmente, con un tono tan serio y frío que a cualquiera le costaría creer que aquella mujer era la misma que todas las mañanas saludaba con alegría y dulzura a todos los vecinos.

—Entiendo su preocupación. Ahora mismo no tengo con qué justificarme, pero le juro por mi vida que jamás haré algo que hiera a su hijo de nuevo. Si lo hago, yo mismo me someteré a las consecuencias, incluso si involucran el perderlo todo.

En ningún momento elevó la cabeza, doblegado, e Izuku, a través del tacto de su mano, pudo sentir cómo los músculos de sus hombros se tensaban.

Sabía que eso no era fácil para él, y que seguramente su ego estaba ardiendo como nunca, pero no podía hacer nada para evitarlo.

Y en parte, sabía que el cercenar de su ego y orgullo era algo inevitable, casi necesario para avanzar.

Inko se calló una vez más, mirando la mano de su único hijo apoyada en ese hombro, y luego recorriendo el camino hasta llegar a su rostro incómodo y sincero.

Suspiró, agotada mentalmente.

Debió sospechar desde el principio, desde que su pequeño hijo de cuatro años perseguía al hijo de su amiga con una fascinación abrumadora y desmesurada, que, de alguna manera terminarían juntos. Se habría ahorrado muchos disgustos si lo hubiera previsto y si ella, también, hubiese buscado intervenir para cambiar las cosas en su momento, cuando todo fue una etapa difícil en la secundaria.

—Izuku—llamó, relajando su voz en comparación a la que utilizó con Katsuki—. Quiero escucharte, firme y seguro, ¿qué es lo que tú quieres?

—Yo... uh, mamá, ya te lo he dicho antes.

—Antes solo has rodeado el tema, ofrecido excusas y vacías promesas de consuelo. Si en este momento no me dices las cosas con firmeza, entonces ten por seguro que atravesaré esa puerta y no te apoyaré más.

El pecoso sudó frío, y fue hasta entonces que él rubio se irguió y lo miró con preocupación.

—¿Y bien?

—Yo... quiero estar con Kacchan—dijo finalmente, apreciando como en esos iris rojizos la calma regresaba poco a poco—. Decido darle una oportunidad, esta vez haciendo las cosas bien.

Desapego || Dkbk-BkdkWhere stories live. Discover now