24

147 20 1
                                    

Jungkook acompañó a YoonGi a una casa modesta en una calle de un barrio obrero bastante alejado del zoológico. Había una escultura de escayola de la Virgen María en el diminuto patio delantero, al lado de unos girasoles que rodeaban un parterre de petunias rosadas. YoonGi había alquilado una habitación en la parte trasera con vistas a la vía del tren. Mientras él recogía sus escasas pertenencias, Jungkook fue a pagar a la casera sólo para descubrir que YoonGi ya había pagado el alquiler por adelantado.

Gracias a la charlatana mujer se enteró de que YoonGi trabajaba como recepcionista en un salón de belleza durante el día y de camarero en una cafetería del barrio por la noche. No era de extrañar que pareciera tan cansado.

No tenía coche y tenía que ir andando o en autobús a todas partes; ahorraba todo lo que ganaba para cuando naciera el bebé. El hecho de que su esposo hubiera vivido en la miseria mientras él tenía dos automóviles de lujo y una casa llena de obras de arte de incalculable valor sólo contribuyó a hacerlo sentir más culpable.

Antes de ponerse en camino, Jungkook consideró por un momento llevarlo a su casa en Connecticut, pero al instante rechazó la idea. YoonGi necesitaba más que una curación física, necesitaba una curación emocional y tal vez los animales que amaba lo ayudarían a conseguirla.

Aquello le resultaba tan familiar que YoonGi sintió una momentánea felicidad cuando la camioneta se detuvo. Jungkook y él estaban en la carretera, camino de la siguiente ubicación del circo. Estaba enamorado y embarazado y... Se despertó de golpe cuando la realidad se abatió sobre él.

Jungkook sacó la llave del contacto y abrió la puerta.

—Tengo que dormir un poco o acabaremos empotrándonos contra un árbol. Pasaremos aquí la noche. —Bajó de la camioneta y cerró la puerta.

YoonGi se reclinó en el asiento y cerró los ojos ante el brillante crepúsculo; también cerró el corazón a la dulzura que escuchaba en la voz de Jungkook. Él se sentía culpable, cualquiera podía verlo, pero no dejaría que eso lo ablandara.

Seguro que él se sentía mejor después de haberle dicho todas aquellas mentiras, pero si YoonGi las creía acabaría atrapado. Tenía que proteger a su bebé; ya no podía permitirse el lujo de ser optimista.

Jungkook le había dicho que Scarlet y su padre habían sustituido las píldoras anticonceptivas y se había disculpado por no haber confiado en él. Otra cosa que lo hacía sentirse culpable. YoonGi lo ignoró.

¿Por qué Jungkook no podía dejarlo solo? ¿Por qué lo había obligado a regresar con él? Por primera vez en semanas, todas las emociones que mantenía bajo control irrumpieron en su interior.

Apretó los nudillos contra los labios y luchó por contener todos aquellos sentimientos hasta que volvió a erigir el muro que lo había mantenido en pie el último mes.

Cuando se besaron | kookgiWhere stories live. Discover now