VII

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Max miraba el cielo despejado por la ventana de su jet privado. Estaba completamente solo y el único sonido que lo acompañaba era el ruido sordo del motor.

Sus pensamientos se estaban volviendo tan caóticos en medio de un silencio del que ya estaba cansado Pero que no tenía el valor de reconocer.

Los recuerdos traumáticos tocaban a su puerta mental amenazando la poca estabilidad que había logrado en la última semana. 

Por inercia metió su mano al bolsillo de su chaqueta y recordó que llevaba consigo la galleta que había tomado del desayuno que su nuevo compañero le había llevado.

La sacó del bolsillo observándola; y sin pensarlo le dió una mordida. Estaba deliciosa, tenía un sabor muy dulce y las gotas de chocolate por un segundo le recordaron su hogar, su infancia con su madre y la paz que hacía mucho no sentía.

Comió todo el postre hasta que sin poder evitarlo terminó sonriendo por lo gratificante que fue el silencio en él.

"Señor tiene una llamada"

Interrumpió la voz de un hombre.

Max aun en su estado pacífico contestó sin fijarse si quiera en quien lo llamaba.

—Diga —su voz era suave y ligera.

—¿Max? —su interlocutor no pudo evitar la extrañeza.

Para cuándo Max notó quien lo llamaba ya era demasiado tarde. Todo se detuvo una fracción de segundo ocacionandole un leve dolor en la cien.

—Habla —sentenció en tono seco.

—Solo llamé para asegurarme que te encuentras bien —la mujer bajó un poco el tono en su voz.

—Estoy bien ¿Qué quieres?

—Saber si te puedo ver en Suzuka. Ayer terminé una seción fotográfica y voy en camino al GP.

—No

—¿No? —la inseguridad en la voz de la chica ya era evidente—, Max se que no he estado muy presente últimamente pero deseo poder pasar este tiempo contigo.

—Debo irme —a Max le daba jaqueca tanta mentira. Y aunque ya llevaba algunos años con Kelly nunca se había sentido completamente agusto con ella.

—De igual manera iré. Sabes que tengo acceso al paddock. Mi padre...

—Hazlo. De igual manera estaré ocupado.

Entonces colgó el teléfono y sintió de nuevo como el veneno recorría su torrente poniéndolo de mal humor en ese instante.

"Señor estamos llegando"

La voz masculina proveniente del altavoz lo obligó a abrocharse el cinturón y a cerrar los ojos. Aún después de años de viajar en avión todavía sentía cierta fobia cuando estos aterrizaban. Odiaba las turbulencias y mucho más cuando no existía nadie quien pudiera mermar un poco aquel terror.

Era estúpido aquel miedo ya que él manejaba un automóvil a más de trescientos kilómetros por hora y tenerle miedo al aterrizaje de un avión era incoherente. Pero simplemente no podía evitarlo.











Cuando iba bajando los escalones metálicos un automóvil negro que él no había solicitado lo esperaba a unos metros.

Su ceño se frunció y caminó a paso apresurado. Pero entonces una gorra idéntica a la que él llevaba y un par de gafas oscuras salieron de dicho auto saludandolo con la más grande sonrisa. Una sonrisa que estaba comenzando a odiar.

SunshineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora