Criaturas De La Noche

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El viento soplaba con fuerza aquella noche mientras que la luna brillaba en lo alto del firmamento. Ella había sido atraída a ese extraño cementerio que había sido clausurado hacía más de dos siglos atrás. Corrían rumores sobre ese lugar, rumores que contaban historias macabras al respecto.

Pero ahora ella carecía de todo control, si bien era conciente de todo lo que le sucedía no le era posible detenerse. Su propio cuerpo se había convertido en su prisión. Sus piernas se movían solas, sus pies la llevaban directamente hacia ese misterioso cementerio en cuestión aquella noche de frío invierno

Llevaba puesto un vestido blanco hecho de muselina, sus dorados cabellos largos caían por su espalda como cascada flameaban al compáz de aquel frío viento que esa noche soplaba con mayor intensidad.

Las lágrimas humedecían su juvenil y hermoso rostro debido a la intensa desesperación que sentía ya que era la primera vez que le sucedía algo así. Su voz había Sido anulada al quedar misteriosamente afónica. Por más que ella se esforzase en gritar apenas le salía un leve susurró.

— Ayuda, por favor que alguien me ayude — decía ella continuamente sin lograr hacerse oír por nadie.

Además su cuerpo eludía a las personas Adentrandose en las oscuras y solitarias calles de aquella ciudad. Su blanco vestido le llegaba a los tobillos y se movía debido al viento y sus invisibles manos. Al llegar a la entrada del cementerio abandonado, vió que las puertas rejas estaban cerradas con un candado antigüo.

Fue testigo del momento en que su mano derecha sacaba de su bolsillo una llave y por más que intentaba detenerse le resultaba imposible de lograrlo.

— Detente, no lo hagas por favor. Solo detente.

Se decía a si misma sin éxito alguno para mayor frustración suya. Las  lágrimas seguían humedeciendo su rostro debido a la desesperación que sentía. Ignoraba por qué le sucedía aquello. Se preguntaba qué había hecho ella para merecer padecer eso.

Cuando la llave abrió el candado, las puertas rejas se abrieron solas y una voz de masculina resonó en el lugar.

— Adelante Antonella, pasa.

Su cuerpo respondió la orden recibida y se adentró al lugar. Ella pudo escuchar cómo las puertas rejas se cerraban solas y el candado era colocado al tiempo que su llave desaparecía en el aire. Pero Antonella no era capaz de detenerse, ya que su cuerpo seguía sin responderle a ella.

Fue adentrandose en el cementerio y a medida que lo hacía las antorchas y faroles iban encendiéndose solos. Una niebla densa y oscura apareció para sumergir al cementerio en una penumbra intensa y misteriosa. A su vez podía oír murmullos de personas pero ella no veía a nadie allí.

Sin embargo escuchaba risas y voces diversas por doquier asustandola. Su corazón latía como un tambor sintiendo que iba a morir en cualquier momento. Las tumbas de ese cementerio eran hermosos mausoleos hechos de mármol con esculturas de ángeles y demonios por doquier.

Aullidos de lobos se oían en la lejanía del lugar. Solo podía mover la cabeza, por lo tanto Antonella aprovechaba para mirar  lo más que le resultaba posible aquel misterioso cementerio pareciendole normal. Se preguntaba qué llevaron a las personas a tomar la decisión de cerrarlo para siempre.

Sin embargo no pudo seguir por esos pensamientos debido a lo que le estaba ocurriendo a ella. Ahora se vio a si misma desviarse del camino principal, hecho de piedras naranjas, para adentrarse a la zona más siniestra de ese lugar. Cuervos volaban por esa zona, algunos estaban asentados sobre las esculturas de demonios que adornaban ese lugar.

A ella siempre la asustaron los cuervos.  Por eso su impulso fue gritar sin embargo su voz no le respondió. Cuando quiso salir corriendo por el lado opuesto volviendo sobre sus pasos, su cuerpo no le obedeció. Más bien siguió su camino adentrandose al corazón de la oscuridad donde habitaban no solos los cuervos sino los lobos también que ahora iban apareciendo tras las lápidas, junto a los árboles y demás esculturas.

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