Bocadillo Nocturno

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—No te preocupes, Moony, yo lo resuelvo, — dijo Sirius mientras veían a McGonagall caminar cerca de ellos.

Los dos chicos se encontraban debajo de la capa de James por querer ir a las cocinas a horas no muy convenientes. Remus se había querido levantar por algo de comer, así que después de despertar a James y pedirle la capa había decidido salir.

Lo había hecho antes, y jamás había tenido problema. Pero esa vez Sirius lo escuchó despertando a James y había querido ir con él. Luego de que no dejara de hablarle en el camino, la profesora los escuchó.

—¿Quién se encuentra ahí? — preguntó la profesora mirando a su alrededor luego de las palabras del pelinegro. Remus le dio un golpe suave con el codo para que hiciera silencio.

De pronto ya no tenía hambre.

Sirius pareció querer pensar en algo; los chicos no llevaban en mapa, así que ninguno de los dos a qué lugar sería seguro ir.

De pronto Padfoot lo tomo de la cintura y lo llevo a un lugar, Remus no tuvo de otra más que seguirlo a donde fuera que él quisiera llevarlo. Si intentaba negarse a seguirlo, la capa se les caería al separarse, así que suspiro y camino con él.

Cuando caminaron sintió como si la profesora pudiera ver exactamente donde estaban, casi los seguía con la mirada. Tal vez sus pasos se escuchaban, pero decidió no pensar mucho en eso. . . o al menos no hasta que la profesora empezó a seguirlos.

—Sirius, — susurró, —la profesora nos está escuchando. — Creyó que Sirius no lo había escuchado, incluso él a penas había escuchado su propia voz, pero el Sirius volteo su cabeza y miro a la mujer, que, en efecto, los estaba siguiendo.

Rápidamente, Sirius lo soltó y tomo su varita para poder hacer un hechizo en sus zapatos para que no se escuchara por donde caminaban. Remus ni siquiera había pensado en llevar su varita, nunca había tenido problemas antes de todas formas.

En cuanto Sirius hizo eso, McGonagall dejo de caminar y trato de ponerle más atención a los sonidos que se escuchaban. Después de eso cruzó por otro pasillo, seguramente creyendo que era Peeves quien la estaba molestando.

El castaño ni siquiera había notado por donde era que Sirius lo estaba llevando, estaba muy ocupado huyendo de la profesora. Pero en cuanto llegaran le daría una paliza a Sirius por ser tan descuidado.

Pero cuando en menos cuenta se dio, llego a las cocinas.

—¿Cómo llegamos aquí? — preguntó Remus ya más calmado, quitándose la capa de encima. Sirius le sonrió mientas lo soltaba de la cintura, después de que McGonagall ya no estuviera a la vista lo había vuelto a agarrar.

—¿Ya ves? Lo resolví, — rio y lo hizo acercarse a una mesa, donde algunos elfos domésticos empezaron a rodearlos para preguntarles que era lo que querían.

Parecían algo alegres de que el más alto al fin llevara compañía en esas visitas que hacía en la noche a las cocinas, y aún más alegres de darles más cosas para comer.

No tenía idea como era que algunos elfos no estaban hartos de la cantidad de cosas que les pedían, en especial los Gryffindors, que eran los que más cosas pedían para esas fiestas nocturnas que hacían después de algún partido de Quidditch.

Ni siquiera era como si celebraran por ellos (cuando sí era por ellos las fiestas duraban una semana), a veces solo celebraban por el equipo que ganara. Hacían votaciones y se cerraban antes de que empezara el partido, si ganaba por el que más votaron, celebraban.

Su casa siempre tenía una razón para celebrar algo.

Había veces en las cuales en una habitación había chicos celebrando solo porque sí. Una vez en su cumpleaños de repente aparecieron muchos chicos y chicas en la noche para felicitarlo y hacer una pequeña fiesta.

Si no era fiesta de Sala Común, era fiesta de habitación.

Y siempre había mucha comida, una que aún no sabía como era que la conseguían tan rápido.

Remus comió unas fresas, lo de siempre. Sirius, por otro lado, comió todo lo que los elfos le pusieron enfrente; estaba muy seguro que no desayunaría el día siguiente.

Los chicos platicaron un rato, principalmente de algunas bromas que Sirius tenía planeadas para algunos chicos de Hufflepuff que habían molestado a Peter unos días antes y que ya habían causado algunos problemas con ellos.

—Será algo inofensivo, — afirmó, intentando mostrarle una sonrisa, —solo será unas pocas migas y estallarán. . . no literalmente.

—¿Chile? — preguntó Remus, levantando una ceja. No estaba muy seguro de que resultara bien, dudaba que solo a ellos les afectara el chile.

—Será enviado en cartas, así solo a ellos les caerá en la comida, el chile es casi invisible, no notarán que estaba en los sobres.

Aún seguía no muy convencido de que fuera lo único que fuera a pasar. . . . Tenía que aceptar que sí sonaba demasiado inofensivo.

—¿Y eso es lo único? — preguntó para asegurarse que no fuera más allá.

—Bueno. . . les crecerán las cejas y cada vez que las corten volverán a crecer. . . pero no es tan duradero. . . . — De lo último no estaba muy seguro, Sirius no sonaba muy convencido, además, sentía que todavía faltaba algo.

—¿Solo?

—¡Bien! También les cambiará el color de cabello y les crecerán las uñas. ¡Pero nada más, lo juro! — Sirius terminó de hablar y metió algunas fresas en su boca.

Bueno, eso ya era más justo. De todas formas no le causaba ninguna gracia que se burlaran de Wormtail, y el último castigo que les dieron por ellos tampoco fue muy agradable.

Remus ordeno las cosas, los elfos ayudaron a guardar las cosas que no se habían terminado y Sirius empezó a buscar la capa, la cual la había dejado tirada en algún lugar.

Al encontrarla (luego de media hora) decidieron regresar, pero al abrir la puerta. . . .

—No creo que estas sean horas para estar fuera de sus habitaciones.

McGonagall los encontró.

Si no fuera porque la mujer estaba caminando frente a ellos para llevarlos a la Sala Común, estaba seguro de que hubiera insultado a Sirius en todos los idiomas existentes para él.

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⏰ Last updated: Apr 08 ⏰

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Mala Suerte |Wolfstar|Where stories live. Discover now