Lucifer, el amante de la pureza

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Me imagino al ángel caído de dos formas. La primera es la de un ángel que, devenido en demonio, castiga a los seres humanos por ser criaturas impuras, entonces su tarea es tentar a los humanos para saber si es que son realmente puros o no. Cuando sí lo son, siente envidia, porque la pureza así como la belleza son cualidades que él perdió, por querer derrocar a su amo; si, por el contrario, logra hacer caer en tentación al humano que está siendo probado, su ira es tal que debe castigarlo por toda la eternidad por no haber apreciado lo suficiente su pureza e inocencia y, por lo tanto, también su belleza.

El otro Lucifer es un ser que encuentra la belleza y el estado más puro del ser en lo que muchas veces catalogamos de grotesco, repulsivo o asqueroso. Es el don, o la virtud adquirida, de tener ojos para ver la belleza de las cosas feas, o ver que la fealdad no es más que otra forma de belleza, por lo tanto, todos los actos que el primer lucifer consideraría "impuros", no son más que otra manifestación divina, de un índole distinto al de la luz divina que irradia Dios, su antiguo jefe. 

El primero es una figura trágica y muy poética, de una criatura perdida, que se refugia en el rencor para seguir existiendo. El segundo es más divertido, un ente hedonista que encuentra la belleza del placer, de las pestes y pandemias, de un cadáver pudriéndose y fundiéndose en la tierra, al aire libre, perdido entre los matorrales de algún parque o de alguna reserva natural.

La musa StalkerWhere stories live. Discover now