Capítulo 3

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Todo viene de tres en tres, dicen por ahí. En este caso fueron doce latidos: tres primeros, luego otros tres, otros tres más y los tres últimos. Como los dioses, como el tiempo, como los meses.

Como los sabios del mundo del que venía.

Latido.

Estas ondas del wakfu más puro y primordial luchando por entrar en sincronía con el del subsuelo, con el de la fuente misma de vida del planeta, ese salvaje poder, esa lucha de voluntades.

Solo podía provenir de alguien.

Latido.

La primera vez que Adila lo sintió, era apenas un bebé, pero comenzó a ser consciente de él pocos años después. Una vez que llegabas a este mundo todos tenían la tarea de nutrirte de toda la sabiduría, valores y reglas que utilizaría cada selatrop a lo largo de su longeva vida, y transmitiría a las siguientes generaciones. Los adultos no podían evitar ser estrictos en sus lecciones, y aveces era agobiante.

Excepto cuando a él le tocaba ser tu maestro, y ese era el momento más esperado, ese en el que podías acompañarlo a viajar y conocer el mundo, como parte de la sabiduría transmitida por los ancestros. Uno de los más ancianos, que aún lucía como un joven en la veintena para los humanos no tan longevos, era el maestro más popular.

Nadie amaba más a Yugo el aventurero que los niños selatrop. Del consejo de los 12, él y su hermano Adamai, se habían convertido en cómplices de los que compartían ese espíritu de libertad, y los más traviesos eran su séquito personal. Los más pequeños y tímidos se limitaban a escuchar sus historias más absurdas, e incluso algunos se animaban a unírsele.

Y los protegía, educaba y apoyaba con el mismo fervor que cualquier hermano mayor. Sobre el lomo de su hermano dragón les mostraba el mundo en que vivían. Adila recordaba haberse sentado a su lado junto a los demás niños una de las veces que les repetía uno de sus mantras más comunes:

-Este es nuestro hogar, este y su gente son nuestros para amar y proteger.

En ese momento su mirada se mostraba tan antigua como la edad que en realidad tenía, y la sabiduría que realmente contenía en su cuerpo aparentemente joven.

Latido.

Por eso nadie se sorprendió cuando Chilbi, el anterior patriarca, ahora anciano y cansado, le cedió su puesto y lo convirtió en rey. Los más pequeños fueron los primeros en celebrarlo y los adultos se vieron contagiados, en especial, esos que habían crecido bajo su cuidado, generación tras generación.

Él parecía ser el único confundido, sin embargo.

-¿Chilbi, estás seguro?

El hombre de capucha oscura y cabello como la cal se limitó a sonreírle.

-¿Cuestionas mis decisiones, hermanito? ¡Ese es el primer paso para estarlo!

Entre las risas y la celebración, el anciano se había puesto serio cuando le dijo:

-Te subestimas a ti mismo, Yugo, la mayoría, por no decir todos los que estamos aquí hemos sido tus compinches en algún momento de nuestra vida, y los más jóvenes son reflejo de las generaciones que tú mismo has instruido. Te adoran tanto como te respetan. Créeme, si puedes lidiar con todos esos pillos sin siquiera sudar, puedes liderarnos a todos nosotros. – luego resopló – además, hermano, llevas demasiado tiempo con las alas en las nubes, es hora de sentar cabeza.

Él había hecho una mueca en el momento en que Adamai en forma humana se había acercado con una corona de flores en la cabeza:

-Alégrate, hermano, tal vez incluso consigas una reina por una vez en alguna de tus vidas, mua mua mua – había apretado los labios en forma de besitos, a lo que todos se echaron a reír mientras era apartado de un empujón.

Wakfu: CollisionWhere stories live. Discover now