Capítulo 15

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Cuando Yugo salió del portal, acompañado de su hermano, lo primero que escuchó fue la voz familiar del pandawa, soltando sarcásticas barbaridades a los guardias que lo retenían:

-¡Podría acabarlos a todos con un par pandalgadas – echó la cara a un lado y escupió – tienen suerte tienen de que estoy de pasada...!

-Venga ya, amigo – dijo Yugo, acercándose con una sonrisa ladeada – ¿era necesario optar por el método más conflictivo?

El pandawa de volteó hacia él, enfurruñado:

-¿Y tú quién...? – luego entrecerró los ojos y lo examinó con cuidado – ¡Por todos los sombreros, eres ese chavalín de los portales!

-¿Cómo has estado, Pandiego? – terminó de acercarse y chocó las manos con el gran experto en malos modales.

-¡Jajaja, mejor ahora que encuentro una cara conocida...! Aunque ya no sea tan conocida.

Los guardias sadida y los pequeños selatropes de uniformes morados estaban a partes iguales de sorpresa y recelo.

-Parece que las malas lenguas una vez más tienen razón – dijo al rey selatrop, con una expresión repentina.

El cual no perdió la sonrisa:

-Con tantos balbuceos, no podría saber cuál confirmarte.

-¡Jajaja, qué chaval! ¡Así que eres rey ahora, quién lo diría! – se puso las manos en la cintura y soltó una escupida – ¡Solo imagina cuando supe que la princesita ruidosa era ahora la Reina Sadida!

Él hizo una mueca, pero la disimuló:

-Demasiadas cosas pasaron, la mayoría no muy fortuitas – luego sonrió – pero sí, ella es ahora una magnífica reina.

El pandawa levantó una ceja tal vez percatándose de su tono de voz:

-Oye... entonces el otro rumor... ¿también es cierto?

Yugo levantó ambas cejas en respuesta:

-Sigo sin saber a cuál de ellos te refieres.

Pandiego le entrecerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás para soltar una risotada frenética:

-¡Jajaja, válgame diosa, esto es mejor de lo que pensé, jajajaja!

Tanto el selatrop como su hermano intercambiaron una mirada ceñuda, y envió a la cabeza del dragón:

-¿Estás entendiendo algo?

-Si te soy sincero, no del todo – le respondió este – pero puede que tenga una idea.

Yugo hizo una mueca y se acercó a su viejo amigo:

-Bien, ya has armado todo el revuelo que has querido, la reina vendrá en unos momentos, pero por ahora tal vez quieras tranquilizar un poco a mis camaradas, antes de que decidan apresarte en lo que esperan su llegada.

-Pfff – resopló – ya pueden intentarlo si quieren, no vine de tan lejos para caer en una celda.

Los guardias sadida enseñaron los dientes, gruñendo y alzando sus armas en su dirección, mientras los selatropes de miraban, incómodos.

Así que el Rey resopló, resignado, y se cruzó de brazos con altitud altanera:

-En ese caso, quizá sea con la reina con quien desees disculparte por perturbar la paz de sus fronteras en un momento tan completo, en vez de requerir una audiencia como... pues, ¿el visitante promedio?

-¿Audiencia? – escupió a un costado – mis superiores han enviado decenas de cartas durante semanas, y ninguna han sido ni siquiera respondidas. ¡Incluso los mensajeros han sido interceptados en el camino!

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