II. Will you lay down your armor?

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Notas: hola de nuevo. Estuve enferma hace unas semanas y eso me dejó sin ganas de nada, muy cansada y desmotivada así que esa es la razón de mi ausencia y por eso me ha costado tanto retomar el escribir, pero bueno ya estoy de vuelta a ello, poco a poco ;_;

1899: Atacado por lobos y un perro.

Arthur se cuela en la cabaña donde descansa John tras el ataque sufrido por los lobos, de noche, no lo hace a escondidas, por supuesto que no, da la casualidad que están todos dormidos y que él pasaba por allí. Sí. De madrugada. Con el frío helador de la montaña y de la nieve calando en sus huesos.

Cierra la puerta con cuidado, escucha la respiración tranquila de su compañero en la cama del fondo contrastando con el fuerte sonido del viento que proviene de fuera. Da unos pasos, asegurando el terreno, mirando en cualquier esquina por si Abigail ha decidido pasar a verle y ha terminado quedándose dormida en una silla; pero no hay nadie. Vía libre y Marston sigue durmiendo, boca arriba, con la mitad de la cara cubierta por vendas que comienzan a adquirir un tono rojizo.

Primero permanece de pie a su lado, mirándole. Le ve el pecho subir y bajar al compás de su respiración. A veces su expresión se transforma en una mueca de dolor y Arthur imagina que incluso en sueños le duelen las heridas, se remueve y suelta algún quejido entre dientes. Cuando lleva un rato así e incluso él mismo se da cuenta de que la situación resulta algo inquietante —mirarle cómo duerme en completo silencio y de pie junto a su cama— acerca una silla levantándola unos centímetros del suelo y se sienta. Se cruza de brazos y se cobija en su chaquetón azul.

Sólo me quedaré un rato, por si el inútil necesita algo.

Un rato qué se convierte en un par de horas sin moverme de allí, ni un milímetro y sin sucumbir al sueño que de vez en cuando insiste en hacerle caer en sus brazos. Pero no, ni de coña, no piensa quedarse dormido así y que le encuentren sus compañeros y tenga que dar explicaciones absurdas. Mucho menos quiere que Marston se despierte y le pille con la guardia baja.

Pero no hace falta que se quede dormido para que John, de repente, abra el ojo que no tiene vendado poco a poco y le mire y que seguro piense que está tan preocupado por él que ha tenido que pasar a hacer la ronda que nadie le ha pedido.

Mierda.

– ¿Arthur? –se frota el único ojo que puede–. ¿Qué haces aquí?

Nada. Sólo ver si estás bien. Si vas a aguantar con vida este temporal tan catastrófico; si vas a soportar el dolor durante tantos días.

– Me aseguro de que Jack no se queda huérfano –suelta entre dientes, evitando su mirada, ocultándose bajo su sombrero.

– Pues puedes quedarte tranquilo, sobreviviré.

Eso espero.

John tampoco le mira y si pudiese se daría la vuelta en la cama y le daría la espalda pero sus heridas no se lo permiten así que tiene que fijar la vista en el techo para no verle.

– Lárgate Morgan, quiero descansar.

Arthur le rescató junto con Javier, sí. Arthur le llevó en su hombro hasta su caballo, . Le ayudó a salir de una situación de vida o muerte, por supuesto. Intercambiaron palabras, claro. Pero hace mucho tiempo que dejaron de tratarse como hermanos y mucho menos como lo que una vez fueron, si es que fueron algo, si es que hacer lo que hacían les convertía en algo más que dos hombres masturbándose, frotándose y gimiéndose el uno al otro.

– Tranquilízate, Marston –le ordena, con tono sombrío. No le gusta que John le hable así y mucho menos que le diga lo que tiene que hacer–. No me confundas con Abigail.

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