Capítulo 1 - El día que la conocí.

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Mis ojos se cierran a cada nada, apoyo mi cabeza en mi mano y siento como mi cuerpo se relaja poco a poco, hasta que me cabeza se desliza de mi mano y termino estrellando mi cabeza contra la mesa.

—Joder —se burla mi hermana —si que estás muy cansada.

—Es tu culpa —me quejo con ella —te espere hasta las seis de la mañana, estaba preocupada por ti y tu quien sabe dónde estabas dormida.

—Cierra la boca —susurra —si mi madre te escucha...

—¿Escuchar qué? —me enderezo al escuchar su voz salir del almacén.

—Que olvidé hacer uno de mis trabajos y me desvelé haciéndolo —me apresuro a decir.

—¿Quieres irte a descansar? —pregunta.

—Así estoy bien —sonrío.

—Vamos Every, que tu hermana se hago cargo —oculto mi sonrisa al ver la cara de mi hermana.

Tomo mi bolso y guardo mis cosas para apresurarme a salir. Mi hermana me lanza una de las flores que tiene en su mano y mi madre la regaña por dañar sus amadas flores.

Salgo por la puerta trasera para no encontrarme al cajero de la tienda de al lado, es un fastidio tener que lidiar con él y sus insistentes invitaciones a sus partidos de fútbol, ya suficiente tengo con encontrármelo en la universidad.

Vivir en Nueva Orleans, no es lo más lindo del mundo, aquí todos se conocen, sobre todo en el barrio donde vivimos, la florería de mi madre es todo un orgullo, porque ha pasado de generación en generación y ahora se preguntan quién de nosotras será la encargada.

Mi hermana no quiera para nada tener que trabajar toda su vida en una florería y yo, por mucho que ame las flores y me encanta crear algunos ramos, jugar con la diversidad de las flores, no es lo que tengo planeado en mi vida. Yo quiero irme de este pueblo, quiero vivir en Seattle, al otro lado del país y lejos de mis padres.

Llego a casa y voy directo a mi cama que me llama con muchas ansias. Pase toda la noche en vela por culpa de esa idiota, tuve que irme a clases sin dormir nada, si me quedaba en casa, seguro mi padre armaría uno de sus escándalos diciendo que nos esta pagando la universidad y que no sabemos aprovechar ese privilegio que otros no tiene, la hambruna mundial y un sin fin de argumentos que se inventa.

Despierto de mi sueño, casi al anochecer. Me lavo la cara y tomo mi cuaderno de dibujo y algunos lápices para luego salir por la ventana y sentarme en el tejado.

Si mi madre me descubre otra vez aquí me matará, pero me gusta ver cómo la noche cae u como los colores de la ciudad van cambiando a medida que oscurece y las estrellas se hacen presentes en el cielo.

Me quedo observando a la gente pasar y llama mi atención una chica qué pasa corriendo por el callejón detrás de mi casa, salta el cerco de mis vecinos y se oculta en la oscuridad de su jardín. Seguido de ella, otros dos chicos pasan corriendo por el otro callejón. La chica de percata de que se han ido y alza su vista hacia mí unos segundos para luego largarse corriendo por el lado contrario.

—¿Que haces? —mi corazón da un salto al escuchar la voz de mi hermana.

—Me vas a matar del susto.

—¿Así tienes la conciencia? —me pregunta y le doy un golpe en su brazo.

—¿Dónde estabas anoche? —le pregunto.

—No te importa —sonríe —Hoy vino una chica a la tienda —dice de repente —seguro que era tu tipo.

—Kaylee, cierra la boca —digo viendo hacia la habitación.

A un mensaje de distancia Where stories live. Discover now