Capítulo 3 - Acepto, lady D.

647 121 51
                                    


Me despierto asustada al sentir que alguien toma mi mano, volteo a mi lado y no es Kaylee, es Diana que esta de pie junto a mi cama y me pide que haga silencio apuntando hacia la ventana.

Me pongo una sudadera y salgo para sentarme junto a ella en el tejado. Hay luna llena y nos quedamos viéndola por un largo rato en silencio.

—Nunca imaginé que tus dibujos fueran de este tipo —dice con mi libro en sus manos —vaya imaginación la que tienes, florecitas.

—¿De donde lo sacaste, tramposa? —trato de quitárselo pero se hace hacia atrás y vitando que lo tome y sigue hojeando sus páginas.

—Había leído poseía erótica, pero no había visto dibujos tan eróticos, Avery.

—Dibujo lo que me gusta —me encojo de hombros y suelta una risa, le tapo su boca y se calma.

—Vas a despertar a mis padres y créeme que no quieres eso. —sujeta mi brazo y tira de él haciéndome caer sobre ella.

—Mira, las estrellas se ven mejor así —dice apuntando hacia arriba, pero mis ojos están fijos en ella, mi corazón palpita más rápido de lo normal al sentirla tan cerca. —¿Qué? —niego y me acomodo a su lado para ver las estrellas, pero mi pecho sube y baja a toda velocidad.

—Lady D. —le hablo y gira su rostro hacia mi. —¿Que tanto te gusto? —sonríe y vuelve a ver hacia el cielo.

—Ves esa estrella de allá —me apunta.

—¿Tanto?

—No.

—¿Entonces?

—Mmm... no sé cómo explicarlo.

—¿Porqué apuntaste la estrella?

—Para distraerte y poder pensar en una respuesta —se ríe y vuelvo a tapar su boca.

—Que te calles —le digo apartando mi mano.

—No puedo decirte que me gustas tanto como de aquí a ese estrella —suelta un suspiro.

—¿No?

—¿Sabias que posiblemente esa estrella ya allá muerto, pero como su luz viaja tantos kilómetros hasta llegas a nosotras, aún podemos verla?

—No lo sabía.

—Por eso no puedo decirte que me gustas así, es que lo que yo siento no morirá aún si viajar- tantos kilómetros de distancia, se aferraría a seguir mostrándote mi luz, a seguir ahí mostrándote mi brillo, que siempre me veas.

—Lady D. —vuelve a verme y me siento —siéntate.

Ella lo hace y la observo detenidamente por unos segundos antes de acercar mi boca a la suya, nuestros labios se quedan estáticos por un momento. Ella está estática.

—Cállate, lady D. —ella sonríe y sujeta mi rostro para comenzar a mover sus labios sobre los míos.

Es un beso suave, como son los primeros besos, torpes e inexpertos mientras nuestros labios se encuentran la manera de acoplarse, hasta que lo logran creando una explosión de sensaciones que viajan desde mis labios, hasta mi corazón que está a punto de que le salgan alas y salga de mi pecho revoloteando a nuestro a alrededor.

Nos separamos lentamente y abro mis ojos poco a poco. La sonrisa de Diana me recibe de buenas a primeras.

—Haz hecho feliz a tu admiradora, florecitas. —dice levantándose. —tengo que irme ahora mismo —dice muy contenta.

—¿Solo te irás así?

—¿Me compañas? —me pregunta estirando su mano en mi dirección.

Si mi madre se levanta y ve que no estoy, me ganaré una gran reprimenda, pero la alegría de Diana es tan contagiosa que no puedo evitar seguirla hasta su auto. Se pone en marcha y cuando vamos unas calles más abajo de mi casa, saca la cabeza por la ventana y da un grito para luego comenzar a reír.

A un mensaje de distancia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora