Prólogo

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"Todo había acabado."

El joven limpió sus lágrimas y decidió empezar a empacar sus cosas. Sabía mejor que nadie que debía marcharse junto a su hermana de ese lugar cuánto antes.

Con tres maletas sobre su cama y miles de miedos aceptó lo que le esperaba en esta nueva etapa de su vida.

—Alec...—una voz femenina llegó hasta sus oídos haciendo que posara su atención sobre ella—¿Aún no has empacado nada?—preguntó mientras se acercaba.

—Alix—murmuró el joven de cabellos blancos posando sus ojos color violetas sobre otro par idénticos a los suyos—. Lo siento, empacaré lo más rápido posible, no te preocupes.

La joven de tez blanca y cabello rosa sólo negó y abandonó la habitación. Alec por su lado hizo callar a todas esas voces maliciosas que tanto atormentaban su mente.

«Todo es mental Alec, eres un puto adulto.»

Ya con sus maletas hechas se dirigió con cautela hasta la puerta del departamento. Más sin embargo, al estar a unos pocos pasos de la puerta de tonos grisáceos se detuvo frente a un espejo colgado en la pared.

Apretó sus labios y fijó su mirada en el reflejo frente a él, no veía nada que no hubiera visto con anterioridad. Era  lo mismo de siempre, su piel blanquecina, su corte wolfcut y cabello blanco atado en una media coleta desprolija y ojos color violetas.

Suspiró y antes de irse dedicó una última mirada hacia su reflejo, el cuál le pareció haberse distorsionado un poco.

Cerró sus ojos con fuerza y luego de respirar hondo, decidió salir de una vez por todas de ese lugar.

—Al fin—murmura fastidiada aquella chica de cabello rosa.

—Pues toma esto cómo un poco de tú propia medicina.—le respondió subiendo sus maletas en el maletero del auto.

—Hoy amanecimos histéricos, eh—una risa seguida de unas cuantas palmadas en la espalda del albino se hicieron notar al igual que su disgusto.

—No, ninguna histeria.

—Alec, sube—el castaño sonrío arrebatándole al de tez pálida su equipaje.

—Matthew—el castaño sólo siguió con lo suyo mientras Alec ya rendido ingresó en el vehículo.

Sentándose con total confianza en el asiento del copiloto.

—Bueno, ya debemos irnos—avisó el castaño con cuidado colocándose el cinturón de seguridad y posteriormente arreglando el espejo retrovisor.

—¿Podrían apurarse?—la albina estaba harta.

—Alix... Recuerda que Matthew está viejo.

—Hablas cómo si tuviera 50.

—25 es la mitad de 50—dijo el joven de cabellos blancos entre risas.

—Entonces tú con 21 eres apenas un cigoto.

La extraña risa de la joven se hizo notar, haciendo qué los otros dos se rieran, sin embargo, Alec no se sentía del todo tranquilo.

«Cálmate ya.»

El viaje inició, silencioso y suave, sereno y cálido.

A medida que se acercaban a la casa más tétrica y de apariencia más antigua, el ambiente se hacía cada vez más denso, asimismo, los perros de las casas más cercanas aumentaban el volumen de sus ladridos. Por otra parte, los gatos solo maullaban a niveles que sencillamente podrían reventarle los tímpanos a alguien.

Malvas a la medianoche Where stories live. Discover now