Capítulo 1

28 4 1
                                    


Tic Tac...

Otra vez.

Ese sonido infernal producido por un reloj seguía ahí, atormentando todo su ser, desde lo más profundo hasta lo superficial. Cada partícula de su cuerpo se sentía atormentada.

Luz.

Un rayo de sol se filtraba por la ventana, los pájaros cantaban y el mundo parecía estallar de alegría.

—Vete.

Alec abrió los ojos de golpe, sintiendo un dolor de cabeza insoportable. Todo le daba vueltas, estaba asustado, tenía mucho miedo y confusión.

—¡Hijo de puta!

La joven de cabello rosa se lanzó sobre su hermano mayor y lo abrazó con fuerza.

—Me estás sacando la...

El escritor se quedó en silencio, su voz no salía, se había quedado mudo.

—Me estás estripando—dijo finalmente después de haber batallado consigo mismo.

—Te lo mereces.

—Ey me duele.

—¿Qué te duele?

Aleccio no dijo nada.

Todo le dolía cómo si... Rápidamente miró por debajo de su ropa, se levantó la camisa dejando su abdomen desnudo.

Nada.

No había nada, ni siquiera un rasguño, su piel estaba intacta.

Estaba desconcertado, él había sentido cómo los vidrios se incrustaron en su piel. La profundidad de las heridas había sido impresionante, su cuerpo había experimentado el dolor de los cientos de cortes.

Pero... ¿Por qué no hay nada?

¿Por qué no tiene ningún indicio de ellos sobre su piel?

No entendía nada, y su hermana menor mucho menos.

«Yo me estaba desangrando»

¿Todo fué una alucinación suya?

Se había sentido tan real, Aleccio había sentido la agonía de su cuerpo quedándose sin sangre sobre innumerables trozos de cristal roto.

A pesar de no tener ninguna marca sentía dolor.

—Responde, grandísimo idiota—exclamó la chica golpeando en el hombro a su hermano.

—Nada, anoche me caí... Creo—respondió el escritor para intentar hacer que su gemela se calmara, y lo dejara en paz.

—Te caíste, ¿Es en serio?

—Sí, ¿No viste el vidrio roto por todas partes?

La pelirosa lo miró con preocupación.

—Aleccio, no habían vidrios por ningún lado... Ni un sólo pedazo.

—Alixia yo...—Alec guardó silencio, no sabía que responderle a su hermana.

—Tuviste una pesadilla, una feísima—la joven hizo una pausa—Cuando llegué estabas sudando frío y te retorcías, murmurabas desesperado porque se terminara.

»Intenté despertarte varias veces pero no pude, y mi preocupación aumentó cuando de un momento a otro dejaste de moverte.

Aleccio tragó saliva.

«¿Todo fué un simple sueño?»

No.

Él estaba seguro de que todo aquello había sido real, el dolor, el miedo... Esa cosa con forma humana que lo atacó, esas garras afiladas de color negro clavándose en su cuello... El impacto de cada trozo filoso en su piel.

Malvas a la medianoche Where stories live. Discover now