PARTE 2: En camino

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—Eso lo veremos. ¡Podrías traerme un buen licor de Noruega! —exclamó Ana, terminando de comer su pedazo de pizza. Su rostro se iluminaba ante la mención del alcohol—. Con eso estaríamos a mano.

Desde que Emma había llegado, Victoria buscaba el regalo perfecto para Ana.

—Me voy a Noruega, no a Alemania —advirtió Victoria riéndose a carcajadas.

—¿A poco los noruegos no toman alcohol? —preguntó Ana, llevándose las manos a la cabeza.

El rostro indignado de Ana hizo estallar en risas a Victoria. Emma, en cambio, meneó la cabeza como si no pudiera creer lo borracha que estaba su pareja.

—¿Para qué querés alcohol? ¿Por qué no le pedís... no sé... algo que dure? —preguntó Emma con una inconfundible tonada bonaerense.

Ana enarcó una ceja y se encogió de hombros. No se le ocurría otra cosa que pedir, tampoco esperaba que Victoria quisiera compensarla. De haberlo sabido, lo habría pensado con más detenimiento.

—Pues mira, en todas mis pláticas con Oliver, en Noruega parecen ser más sobrios de lo que tu cabecita puede aguantar —reveló Victoria.

Ana se recostó en la silla. Las palabras de Victoria resonaban en su cabeza como un eco distante. «¿Cómo que sobrios?», se repitió Ana. La joven dejó caer los brazos a los lados y no pudo evitar sentir la decepción que le produjo saber que no sería compatible con los noruegos. En ese momento, Ana miró a Victoria como si estuviera a punto de tener un episodio maníaco.

—¡Ay, qué exagerada! —se burló Emma junto a Victoria.

—Tráeme lo que quieras —suspiró Ana—, de preferencia Gucci.

Victoria comenzó a reír a carcajadas y negó con la cabeza. No podía creer lo rápido que Ana se desanimaba. Pese a que su amiga no sabía qué pedir, ella trataría de conseguir algo memorable.

—No te agüites, güey —dijo Victoria—. Cuando vaya te diré todo lo que vi y elegirás cualquier cosa.

—Sí, sí, lo que tú digas —siguió Ana con la mirada perdida en el techo.

—Che, en vez de ponerte mal, agarrá y mirá qué onda con el alcohol en Noruega —dijo Emma, limpiándose las manos con una servilleta—. Algún borracho debe haber.

—Ah, pues déjame ver —dijo Ana ya con el ánimo recuperado—. ¡Pero primero me voy al baño!

—Órale, eso fue rápido —exclamó Victoria con sorpresa y miró a Emma—. Gracias, eh.

—No hay drama —dijo Emma.

En el instante en que Ana desapareció de su vista, Emma tuvo la ligera sensación de querer romper una de sus dudas. No quería confundirse ni llevar la carga de un malentendido, pero la relación entre Oliver y Victoria le despertaba curiosidad.

—Che, Vicky... ¿te puedo preguntar algo? —Emma miró a Victoria con un gesto confuso.

—Mande —dijo Victoria.

Por algún motivo, Victoria presentía que cualquier cosa que Emma le dijera podría resultarle incómoda, ya que no era normal que su corazón latiera con una rapidez típica del nerviosismo.

—¿Estás segura de que él no te está buscando solo por sexo? —preguntó Emma.

Si bien su pregunta era bastante íntima, no pretendía incomodar a Victoria.

—No te voy a mentir, sí se me pasó por la mente eso... pero lo conozco desde hace un tiempo. Además, si solo hubiese querido sexo, me habría dicho antes que fuera a Noruega. O a lo mejor estoy mal, quién sabe.

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⏰ Last updated: Aug 11 ⏰

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