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La preocupación que me muestras en base es algo extraño. Dime, ¿acaso estoy equivocado? Equivocado de aquello hacer o de aquello dudar. La preocupación que me muestras sin dudar.
¿Acaso aquella preocupación me tiene qué dañar? Lloro y lloro desconsolado, buscando lógica en tu existir, pues no la entiendo nada. Dime, ¿la preocupación daña? Es que nunca la había sentido igual. Mis amigos no me dañan cómo tú cuando se preocupan.
Manejé en el auto, tranquilo, buscando paz. Me detuve de una, pues una niña cruzó sin parar. No hice gestos, su padre golpeó a la pequeña niña del listón rosado, la preocupación me recordó a ti. Golpeó su rostro y casi desfigurada la dejó, después de todo, era solamente una pequeña niña, la del listón. Qué preocupación.
No deseo sentir preocupación, mis gestos no concuerdan con mis pensamientos. Trato de ocultar la tristeza en una simple cara de preocupación. La pequeña niña del listón está llorando, con los pómulos hinchados y llenos de moretones, que tristeza la niña del listón, no sabe que así es la preocupación.
La preocupación es mala. Por que ésta se relaciona con la pena y sentirla hacia alguien es disgustante. Lágrimas salieron de mis ojos, el padre me miró, agradecido por no atropellar a la niña se alejó. Debí hacerlo, su dolor debió haber acabado éste mismo momento. Más dolor siente ante la preocupación.
Manejé hacia casa, tu casa y hogar ya que yo no lo siento así. Una simple cárcel he de sentir, lo sentiré así si estás tú aquí. Me recosté en mi cama, pensado en la pequeña niña del listón, listón rosado y linda sonrisa, pobre aquella niña del listón. Qué preocupación que su vida seguirá así, una fruta podrida no cambia su estado ni en mil años. La fruta eres tú. Y yo, la niña del listón.
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