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Heeseung
Este fue un gran paso y lo sabía. Decir que estaba nervioso era quedarse corto. Si Sunghoon se negaba a firmar los papeles que mi abogado había preparado, no habría futuro para nosotros y eso podría matarme.
Ciertamente me destruiría.
Solo lo conocía desde hacía poco más de seis meses, pero no podía imaginar que Sunghoon no fuera parte de mi vida. Había aprendido mucho de él sobre lo que quería en la vida. Era un hombre sencillo que se alegraba simplemente de estar conmigo.
Eso era nuevo. Estaba acostumbrado a que la gente estuviera a mi lado por lo que podía conseguirles o por lo que querían de mí. No estaba acostumbrado a que alguien fuera feliz con un simple beso o abrazo.
Abrazo. Eso trajo un significado completamente nuevo para mí. No era algo con lo que me hubiera sentido cómodo antes de conocer a Sunghoon. Ahora, no podría imaginar la vida sin él. El simple hecho de acurrucarme en el sofá con Sunghoon y ver películas me trajo más alegría que un viaje a Montecarlo.
-¿A dónde vamos?-Sunghoon preguntó mientras lo conducía fuera del apartamento hasta el taxi que nos esperaba.
-Sin preguntas, ¿recuerdas?
Sunghoon frunció el ceño, pero se subió al asiento trasero del taxi. Subí a su lado y le di al conductor la dirección de un edificio en el centro. Sunghoon comenzó a mirar a su alrededor mientras avanzábamos, pero la presión de sus labios me dijo que no estaba contento. Solo esperaba que confiara en mí un poco más.
El viaje al centro desde el apartamento de un dormitorio de Sunghoon tomó unos buenos veinte minutos. Sunghoon no dijo una palabra y yo tampoco. Tenía preguntas y yo no estaba preparado para responderlas. Aún no.
Ojalá no tuviera que responderlas en absoluto, pero lo haría. Le debía mucho a Sunghoon, incluso si me dejaba. Solo esperaba que no llegara a eso. Si tenía suerte, me perdonaría que le ocultara esta parte de mi vida y entendería por qué le había ocultado cosas.
No tenía ninguna duda de que estaría enojado porque básicamente le había mentido. Es cierto que eran mentiras por omisión, pero seguían siendo mentiras, y Sunghoon odiaba a los mentirosos.
Cuando nos detuvimos frente a un rascacielos alto, tragué con fuerza y luego me volví para mirar a Sunghoon.
-Sólo un poco más, Sunghoon.
Sunghoon hizo una mueca, pero asintió. Salí del vehículo después de darle algo de dinero al conductor y luego extendí mi mano. Sunghoon salió y tomó mi mano. Lo vi como una victoria hasta ahora. Lo llevé al interior del edificio y directamente a los ascensores. Sabía exactamente a dónde íbamos, así que no tuve que registrarme con seguridad.
Subimos al vigésimo piso. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, llevé a Sunghoon al mostrador de recepción.
