Sal conmigo

3.

–¿Dónde... Dónde estoy? –Fue lo primero que Sakura se preguntó en cuanto sus verdes ojos se abrieron en el interior de lo que parecía ser una solitaria habitación que carecía de una luz que le brindara mejor iluminación que la de la ventana a un costado del espacio podía ofrecerle, la cual no era suficiente para que la desorientada kunoichi dedujera cuál era su actual paradero.

Inconscientemente llevó su mano hasta su rastro, esto a causa de las incesantes vueltas que su cabeza estaba dando. Estaba mareada, lo cual solo le traía un desagradable malestar del que ahora ansiaba poder deshacerse.

–¿Qué era... lo que estaba haciendo? –Volvió a preguntar, casi en un susurro, incapaz de recordar el conjunto de acciones que la llevaron hasta esas circunstancias.

Luego de invertir varios segundos en forzar a su memoria para traer de regreso a sí cualquier detalle por más insignificante e infame que pudiese ser, lo que sea que pudiera darle por lo menos una pizca de claridad y, finalmente, algo logró venir a su mente.

–Es cierto... Invité a Ino a salir para beber a la noche y... y luego me quedé sola y...

Gracias a los esfuerzos que la joven y relativamente sobria kunoichi estaba empleando en alcanzar el mínimo de lucidez y, a su vez, aferrarse a él, logró percatarse de más detalles relacionados a su actual ubicación. Los pocos minutos que transcurrieron desde su despertar habían sido útiles para permitir que sus ojos se acostumbrasen a esa relativa oscuridad, era muy conveniente, pero... los pocos detalles de los que logró percatarse parecían entrar en contradicción con lo poco que su mente le permitía recordar.

Había perdido la conciencia, eso estaba más que claro, pero no tenía ningún recuerdo de haber llegado a casa luego de dejar el bar, lo único que viene a su mente con respecto a lo último que hizo fue que estaba caminando, a muy duras penas, de regreso a casa, por lo que debió de caer desmayada ahí a media calle, así que no tenía mayor sentido que ahora se encontrase tumbada sobre una acolchada cama que evidentemente no era la suya.

Había perdido la conciencia, eso estaba más que claro, pero no tenía ningún recuerdo de haber llegado a casa luego de dejar el bar, lo único que venía a ella con respecto a lo último que hizo, según suponía, fue que estaba caminando a muy duras penas de regreso a casa. Seguramente debió de caer desmayada ahí a media calle, pensamiento que le restaba aún más sentido al hecho de que ahora se encontrase tumbada sobre una cama que evidentemente no era la suya.

Si eso que suponía era realmente fue lo que ocurrió, entonces algún transeúnte debió de haberla encontrado y llevado a algún sitio, pero en casos como estos sería más común que llevaras a una persona desconocida en este estado a un hospital, no a tu casa.

Desorientada, la joven kunoichi se apoyó sobre sus brazos para enderezarse sobre aquella acolchada superficie, esperando de este modo poder esclarecer un poco sus ideas y dejar, así, aquella laguna mental en la que yacía inmersa.

No obstante, sus intenciones no parecieron tener el resultado que estaba esperando, ya que una vez estando sentada el mareo que anteriormente la abordó acabó por acrecentarse y acompañado, además, de un incipiente dolor que la desestabilizó. Teniendo todo esto presente, mayor fue la sorpresa de Sakura al sentir dos manos posándose con firmeza sobre sus hombros con la suficiente delicadeza para no lastimarla, pero con la suficiente fuerza como para evitar que cayera de cara al piso.

–Será mejor que todavía no te levantes, Sakura-chan.

El sonido de aquella voz de un dulce y preocupado tono llegando hasta sus oídos fue como recibir un buen empujón que con su solo impacto acabaría perdida en lo que a su entorno se refiere, petrificada. Esa voz era inconfundible y ni hablar de aquella característica manera en que su nombre fu pronunciado, solamente una persona hoy en día continuaba utilizando aquel honorífico al momento de dirigirle la palabra y se encontraba ahí junto a ella.