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Yuki Tsunoda huele raro.

Su olfato y él llegaron a dicha conclusión cuando el Omega se inclinó sobre su escritorio para mostrarle el resumen de la reunión que suspendió el día anterior para ir a almorzar con Sergio.

No era un raro malo, sí tenía que admitir Max tenía una nariz sensible a los olores y el aroma de su secretario nunca fue algo que le molestara. Sin embargo, con el embarazo se había vuelto más dulce, casi empalagoso con ligeros tonos como a leche y fresas. Y no hubiera sido un problema para nada, a él no le molesta aquel cambio. Pero sería más fácil de llevar si su Alfa no estuviera repitiéndole en su cabeza desde hace unas horas que ambos tienen un Omega al que pueden hacer oler de esa forma.

Leche y chocolate, la combinación perfecta.

-Señor Verstappen, ¿Debería usar supresores para venir a trabajar?- Su secretario le pregunta, incorporándose y Max lo ve dar unos pasos atrás para alejarse. -Le molesta mi aroma.- No es una pregunta, el Alfa lo sabe.

-No me molesta.- Le responde, a pesar de que tiene la nariz fruncida. -No debes tomar supresores. Eso dañaría tu cachorro, ¿no?- Yuki se sonroja por su pregunta y el rubio se cuestiona si había dicho algo malo.

-Sí, no debo usar supresores durante el embarazo.- Admitió
bajito.

-Entonces no los uses y ya. Tu aroma no me molesta.- Su secretario le toma la palabra, alejándose en silencio y Max mira la hora en su reloj.

Faltan quince minutos para las siete y la idea de ir a casa a comer con Sergio suena tentadora. Su lobo lo apoya feliz demasiado dispuesto en todo lo que le de cercanía al Omega y quizás deba quejarse con él por lavarle el cerebro a su lobo.

En menos de media hora está en la casa que comparte con el castaño y es la primera vez en cuatro años que llega temprano a su hogar, y casi la quinta en la que se queda a cenar con el Omega. Desbloquea la puerta y el aroma suave a chocolate de Sergio está por todo el lugar, su lobo se relaja en su pecho casi al instante y con el los músculos tensos del neerlandés.

Observa con cautela una bolsa mediana que huele a bebé sobre el sofá y arruga las cejas, girándose a buscar al pecoso por la casa y pronto sus ojos chocan con otros claros como los suyos. Sergio está de espaldas a él, sosteniendo a un pequeño cachorro que Max recuerda de algún lado y el bebé lo mira desde su lugar, apoyado en el hombro de su Omega.

Sus ojitos se vuelven llorosos, la pequeña nariz está roja, su labio inferior tiembla, un pequeño gemidito se escucha y el Alfa aprieta los labios cuando el cachorro estalla en llantos. El rubio gruñe bajo, caminando hacía la cocina y el sonido de Checo arrullando suavemente al bebé se combina con los gritos de este en una melodía abrumadora. El Omega mece el bebé, dejando caricias en su espaldita para intentar calmarlo.

-¿Necesitas ayuda con eso?- Emilian le pregunta y el mexicano se percata de su presencia una vez que lo tiene al frente. El Omega lo mira perplejo, casi estupefacto de verlo allí tan temprano, más pronto su atención se desvía al bebé cuando lo escucha lloriquear bajito.

-Eso estaría bien. Gracias.- El castaño le agradece y Max ve el campo de batalla que es la cocina de su casa con cejas fruncidas .-¿Sabes sostenerlo?- Le preguntó, con sus brazos acunando el bebé y solo es una cosita pequeña, que tan difícil puede ser cargarlo.

-Puedo intentarlo.- Checo le sonríe aún con el bebé en brazos y su lobo le hace una presentación en Power Point en su cabeza acerca de lo maravilloso que se vería el Omega con un bebé de ellos.

Prefiere ignorarlo, con su atención centrada en el castaño explicándole como sostener al cachorro. Deja el pequeño cuerpecito sobre su pecho, Sergio coloca una de sus manos en las nalgas del bebé y la otra la lleva a su espalda, indicándole que reparta caricias suaves y el cachorro se queja los primeros segundos, no reconociendo el aroma extraño del Alfa que lo carga y el lobo de Max se vuelve instinto puro.

▍║Pusilánime║▍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora