Las últimas palabras de Wendy

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Conocido, desconocido

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Conocido, desconocido. ¿Recuerdas nuestras tardes de risas bajo el sol? Manos manchadas de tierra, sonrisas que iluminaban nuestros rostros, ojos brillantes de pura alegría.

Corríamos entre las hojas doradas del otoño, dos figuras diminutas bajo la atenta mirada de los árboles centenarios. Éramos inocentes, dos niños que construían castillos de sueños con la certeza de que nuestra amistad sería eterna.

Nuestras risas se mezclaban como las ramas de los árboles en el bosque, creando una melodía única. Saltábamos juntos en el heno, compartiendo secretos susurrados que solo nosotros entendíamos. Nuestras manos siempre se encontraban, ya fuera para compartir un helado o para ayudarnos a levantarnos después de una caída.

Mariposas danzaban frente a nuestros ojos, como pequeños mensajeros de nuestra amistad. Nuestras conversaciones fluían como el agua cristalina de un río, transparentes como nuestras almas.

En la granja, rodeados de animales que parecían compartir nuestras alegrías y tristezas, bailábamos y cantábamos sin preocupaciones. Tu casa era la mía, y la mía era la tuya. Habíamos creado un hogar, un refugio, nuestra burbuja de cristal donde nacían deseos, se forjaban recuerdos y se fusionaban metas con la esperanza de un futuro compartido.

Noches, tardes, días. Cada momento contigo era un tesoro. Te esperaba con ansias, tu compañía era mi refugio, tu voz mi calma, tus palabras mi alegría. Jugábamos con la convicción de que nuestra amistad sería eterna, sin sospechar que el destino tenía otros planes.

Un día, al llegar a tu casa, la puerta estaba cerrada. La pintura verde que tanto me gustaba estaba descascarada y el jardín, antes lleno de flores, lucía abandonado. Pregunté a los vecinos, pero nadie sabía nada. Te fuiste sin decir adiós y mi corazón se encogió como una hoja seca en el invierno.

Conocido, desconocido. ¿Recuerdas nuestra felicidad compartida? Te miro a los ojos, pero ya no veo a mi mejor amigo. Te busco, pero no te encuentro. Te extraño en silencio.

Confidente del pasado, ¿quién eres ahora? Un desconocido que se aleja cada día más. Quizás fue mi culpa por no retenerte, por no traerte de vuelta cuando cruzaste esa puerta. Quizás nos alejamos sin darnos cuenta, como las hojas que se lleva el viento.

Quiero volver a aquellos días, pero la granja está vacía, los animales se han ido, y solo queda el eco de nuestras risas. No sé quién tuvo la culpa, ni qué sucedió. Solo sé que olvidarte no es una opción.

Mi niña interior te echa de menos, pero no sé si ella aún existe o si desapareció al azotar los vientos grises. Quisiera saber si tus deseos se cumplieron, pero ya no puedo preguntarte.

Dicen que la infancia es la mejor etapa de nuestras vidas. Y la mía lo fue gracias a ti. Amigo perdido, ¿acaso olvidaste mi nombre? Porque yo no te olvido.

Lo que quedó de nuestra historia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora