2.5 La princesa que no se quiere casar

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La princesa que no se quiere casar. Parte 2.

Suspirando, regreso a mi habitación y me acuesto tras dar otro trago a la botella de agua que traje conmigo

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Suspirando, regreso a mi habitación y me acuesto tras dar otro trago a la botella de agua que traje conmigo. Cierro los ojos para intentar dormir, pero antes de que concilie el sueño una notificación me hace abrir los ojos.

Y como era de esperar era de un número desconocido. El mensaje esta vez era una foto.

Era un corazón con tres dagas clavadas desde tres ángulos distintos.

¿Quién me mandaría estos mensajes?

Y lo peor, ¿ un corazón con tres dagas? Esto no se hace ni de bromas.

Lo cierto es que no pude dormir. Algo me impedía o más bien las disímiles imágenes de historias de terror se reproducían constantemente en mi cabeza.

Esto no es real. Esto no puede estar sucediendo realmente, pero miro los mensajes y si lo son.

Espero que esto no se vuelva a repetir. Eso espero.

Después de dar vueltas en el cuarto como loca caí en un sueño profundo.

Llevo rato encerrada en mi alcoba, meditando sobre mi futuro y sobre las posibilidades que pueda tener.

Juego con el dije de mi collar, obsequio de mi padre cuando cumplí 15 años. Es mi collar favorito. Tiene una gema pequeña en forma de lágrima y una F dorada en el medio.

Unos golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos.

— adelante.

El consejero real se asoma en la puerta— con permiso, princesa Fleur, su majestad requiere su presencia en su despacho con carácter urgente—. informa y yo asiento. Conozco bien la urgencia.

— enseguida iré, muchas gracias. ¿Algo más se le ofrece?

— no princesa.

— puedes retirarte.

— Con permiso—. Hace una reverencia y se marcha.

Me dirijo hacia mi tocador y me miro en el espejo.

— eres fuerte, Fleur —. me digo antes de salir de mi habitación y dirigirme al despacho de mi padre.

***

— esto es una broma—. Digo en tono de mofa.

Mis padres me miran con desconcierto al ver que me he tomado mal la noticia del compromiso.

— No puedo creer que me pretendan casar con el Lobo.

El príncipe Phillip tiene fama de ser el monarca más vulgar y mujeriego en todo el reino vecino, para nadie es un secreto que es un Casanova sinvergüenza. Además de que se caracteriza por ser agresivo y sangriento en la batalla. No por gusto lo llaman Lobo.

— no es una broma—. dice mi padre muy calmadamente.

— Además hablamos con sus padres. Que son nuestros amigos. Y nos conviene unir los reinos y que..

— te importa poco lo que yo sienta— interrumpo irritada— esto es increíble.

— lo que es increíble es que no te des cuenta de lo que nos beneficia— .mantuvo el gesto serio. 

Podrá nuestra unión ser muy beneficiosa para el reino pero, para mí no lo es.
Phillip es el tipo de hombre que evitarías si eres muy conciente del peligro. En la vida solo lo he visto dos veces y aunque físicamente es muy apuesto, su actitud arrogante y machista deja poco que desear.

No puedo seguir escuchando tanta insensibilidad de mis padres, son reyes, sí, pero no los reyes del universo. Y yo tengo mi propio universo.

— yo no me voy a casar con el príncipe Phillip y esta es mi última palabra al respecto—. espeto con firmeza, resaltando cada palabra como una clara promesa.
Me dirijo hacia la puerta y la voz de mi padre me detiene—. aún no hemos terminado de hablar, Fleur. — su gesto se volvió tosco.

— Te estás comportando como una niña malcriada. Hazte la idea de una vez por todas de que eres la única heredera de este reino y como tal debes sacrificarte por él.

«Herederos»

Es lo que somos los hijos de los nobles. No somos el fruto de un amor, ni de ninguna pasión. Solo somos el resultado de una jugada planeada por la monarquía.

— Me impresiona tu actitud — se escandaliza mi madre y evito mirarla. En estos momentos me decepciona que quiera que su hija se case sin amar.

— usted— me dirijo a mi padre. — su majestad rey de la alta corte de Moonflower, August lV, me educó como a una guerrera, no como una princesa sumisa cuya única misión es ir a bailes, casarse con el mejor postor, tener herederos y aguantar infidelidades.

Mi madre abre los ojos horrorizada y se cubre la boca con las manos en un gesto dramático.

— tengo el mismo carácter que tú, papá. No esperes que me quede de brazos cruzada mientras decides un patético futuro para mí.

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