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—¡Midoriya-san! ¿Quieres unirte a nosotros más tarde para ir al arcade? —Un mocoso regordete se acercó a su escritorio, Izuku solo quería escuchar música y relajarse antes de que llegara el profesor.

Pero al parecer sus momentos de paz fueron interrumpidos por ese beta, sabía que ellos solo querían ganarse su confianza de alguna forma. Incluso en la secundaria Izuku era popular por ser un Omega hermoso y de alto estatus, obviamente tendría a más de uno como perro faldero y eso lo odiaba.

Lo bueno era que podía detectar a los que se acercaban con falso interés en él solo para tener algunos beneficios, el pecoso solo gruño por lo bajo y resopló.
Por desgracia, Izuku se la pasaba más al pendiente de los buitres que le seguían con sonrisas falsas y no se daba cuenta de aquel chico de ojos rubí que lo miraba desde lejos con una sonrisa ladina y mejillas algo sonrojadas.

Izuku no tenía ni idea de la persona que lo amaba de las sombras y lo admiraba por lo hermoso e inteligente que era, desde el jardín de niños.

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Katsuki sonrió de lado mientras se paraba al frente de la puerta de madera, acomodó el ramo de rosas y espero. La puerta enseguida se abrió y una mano lo jaló hacia adentro sin siquiera dejarle decir hola, la verdad lo tomó por sorpresa.

—¿Por qué tardaste tanto? —Le reprochó el peliverde con una voz juguetona mientras lo jaló hacia abajo para poderlo besarlo.

Extrañaba esos labios del rubio contra los suyos, eso era algo raro para Izuku, pero en ese momento le importaba poco. Tampoco le importó que las hermosas rosas cayeran al suelo cuando el cenizo las soltó para tener las manos libres y poder rodearlo por la cintura.

Podía sentir la calidez que le daban través de la tela de su bata fina que cubría la desnudez de su cuerpo, las manos grandes del alfa se deslizaron por a su cintura para presionarlo más, cuerpo contra cuerpo. Fue un beso posesivo y lleno de hambre acumulada, como una persona hambrienta que estaba al frente de un delicioso manjar.

A izuku le encantaba ser ese manjar, quería ser devorado por completo, quería tocar el cielo y ver las estrellas, al parecer esa noche podría tener todo eso, pues el cenizo le besaba con la misma hambre que tenía el pecoso. Después, cuando hizo falta el aire y se separaron con un poco de saliva escurriendo por sus labios, Katsuki colocó una de sus manos en la mejilla del Omega y lo miró con sus ojos oscuros por el deseo.

—Bien sabes cuáles son mis condiciones, Midoriya, una vez que te tenga no te voy a dejar ir. —Ante lo dicho Izuku tembló, podía sentir palabra por palabra, como una amenaza de muerte o como si estuviera haciendo un pacto con un demonio.

Su alma y cuerpo estaban comprometido en ello, pero, el Omega quería hacerlo, de alguna manera sabía que las cosas iban a terminar así, ningún alfa antes le había hecho sentir tan necesitado tan deseoso o intrigado. Izuku quería sumergirse en ese alfa de cabellos cenizos, sacar a la luz todos sus secretos más perversos y quedarse allí en ese paraíso lleno de misterio.

Bien dicen que la fruta más difícil de conseguir es la más dulce y deliciosa de todas.

—Ya veremos, quién estará atado a quién. —El peliverde sonrió tomando al alfa de su corbata para jalarlo y llevarlo a su habitación, hizo que el cenizo quedara sentado sobre ella mientras que Izuku se sentó en su regazo.

—Te gusta la rudeza ¿Eh? —Katsuki sonrió con malicia mirando como el pecoso soltaba su bata para revelar un conjunto de lencería negra, unas bonitas y diminutas bragas se apretaban contra su coño húmedos haciéndole ver apetitoso.

Pequeños triángulos apenas podían tapar los pezones rosados e hinchados del omega. Parecía un traje de baño sexy que obviamente Katsuki no dejaría que el peliverde se pusiera en una playa pública, nadie era digno de admirar a la lujuria encarnada como él.

Amor en la oficina. (KatsuDeku/Omegaverse) Where stories live. Discover now