Tus labios danzan al lado de los míos pero ni siquiera se tocan. Se atraen, quieren pegarse, quieren atarse. Mis manos acarician las tuyas, mis pulgares resbalan por tus huesos, nuestra piel se siente mojada. Te miro, me devolves la mirada, mí corazón tiembla y la sangre de mí cuerpo alcanza hasta los lugares más fríos. Me querés, te quiero, te amo, me gustas, me fascinas, te necesito. Necesito que todo esto sea real, poder contarte como si fuera un canto cada parte de mí pensamiento y alma que se posa en tu ser, en tu dolor, en tu belleza, en tu realidad. Lo mucho que me gustas es irreal. Desearía que tan irreal como para lograr desaparecer. Que tu cariño no esté. Que no sea tan confuso tenerte a mí lado. Que para vos no sea normal nuestro cariño y puedas poner las barreras que yo no me animo a levantar. Tu amor, que es para otra persona, es tan hermoso que me hace llorar, me hace querer y me hace reír. Me hace desaparecer. Tu cariño no es para mí. Y yo estoy dispuesta a que mí cariño si sea para vos. Estoy dispuesta a darlo todo y esa es la parte que más duele, que más confunde, que más mata. Siempre querer entregar todo. Y que todo lo que haces me haga sentir tan mal. Que seas tan lindo. Que seas tan amable. Que seas tanto lo que yo quiero. Te odio por ser así. Claramente no te odio de verdad, al contrario, desearía poder hacerlo. Pero no te odio, y creo, que ese es el peor castigo que me das. Amar algo prohibido.
