Prólogo

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Roy Harper siempre fue un chico un tanto callado y sarcástico, con problemas para relacionarse con las personas. En la adolescencia, al su padre fallecer, quedó al cuidado de Oliver Queen. Fue cuestión de tiempo para qué una persona que alguna vez consideró su "amigo", lo hiciera probar la heroína

A pesar de que se había vuelto casi experto en disimular sus efectos, Oliver logró percatarse de su adicción, y, al contrario de lo que Roy pensó que haría, lo echó a la calle.

Ahora vivía en un almacén abandonado, rechazando las constantes peticiones de Wally por dejarle algún apartamento y ayudarlo a rehacer su vida. Si Roy aceptaba alguna ayuda, pensaba que sería muestra de mediocridad.

Esa noche en particular, después de una larga jornada de excesos, ansiaba llegar y tirarse sobre lo que él podía considerar "cama"; apenas cayó sobre la misma, durmió plácidamente.

Hasta muy entrada la madrugada.

Roy despertó de golpe al escuchar quejas y súplicas. Usualmente algunas pandillas usaban esos sitios para dar "bienvenidas" o...despedidas.

"No te involucres", se dijo a sí mismo, pero el constante sonido y golpeteo, lo obligaron a asomarse un poco, cuidando de no ser visto.

Era un chico recibiendo una brutal paliza. El pelirrojo lo observó ya inconsciente en el suelo, inmóvil, mientras la puerta principal del almacén se abría.

“Dile al grandulón que le envío saludos", mencionó el agresor, antes de irse.

—Pssst. –susurró Roy, acercándose al inconsciente chico—. Oye, ¿Estás bien?

Se arrodilló frente a él, colocándolo boca arriba. Su rostro estaba algo desfigurado por la hinchazón, pero respiraba. Por algún milagro respiraba.

—Mierda. –murmuró. No podía dejarlo ahí a su suerte, además, odiaría que su hogar oliera a muerto.

A regañadientes, sujetó al chico por su torso, cuidando de no hacer tanta presión, antes de comenzar a arrastrarlo a su “habitación”, observando el camino de sangre que dejaba a su paso.

—Brillante, ahora también me harás limpiar. –rodó los ojos. Su cabello rojizo le impedía ver en su totalidad al chico, y la hinchazón tampoco ayudaba, pero Roy pensaba que aún no cumplía la mayoría de edad—. Tan pequeño y metiéndote en problemas, ¿Ah?, malditos mocosos rebeldes.

Cuando logró colocarlo sobre su “cama”, utilizó un poco de agua para limpiar sus heridas, al mismo tiempo que aprovechaba para revisarlo, buscando alguna identificación. Pronto dió con una credencial estudiantil: Jason Todd.

—Así que te llamas, Jason, ¿No? –miró al mencionado, quién respiraba con dificultad—. Algo me dice que serás un dolor de culo, chiquillo.

nosotros ━━ jayroyWhere stories live. Discover now