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Lentamente y con bastante dificultad, comenzó a abrir los ojos. Cuando finalmente pudo abrirlos, notó que se encuentra en una cueva. Se removió incómodo, tratando de adaptarse al lugar donde ahora se encuentra, haciendo un esfuerzo por recordar algo que le ayudará a saber porque esta aquí, mas los recuerdos son nebulosos, sin embargo eso no le impidió llegar a la conclusión que lo han secuestrado. Intento ponerse de pie, pero solo pudo sentarse, al instante sintió un dolor en su pierna derecha y la presencia de un extraño ser frente a él.

—¡¿Qué carajos?!—exclamó atónito con los ojos engrandecidos al visualizar esa piel roja y escamosa.

El ruido que genero con su grito eventualmente termino despertando a la criatura que dormía. El príncipe, arrepentido de su reacción, de inmediato se cubrió la boca y, con el corazón en la garganta, contempla como una imponente y enorme figura escarlata se incorpora en todo su esplendor.

Sus ojos no dan crédito a lo que ven, un dragón lo observa curioso con ojos gélidos y penetrantes de un color que varía entre el azul y el verde. Por un momento quedo paralizado, rígido y temblando de miedo al darse cuenta que, con su pierna lastimada, ¿cómo podrá siquiera correr? No obstante, cuando esa criatura empezó a acercarse logro reaccionar lo suficientemente valiente.

—¡Atrás!—ordenó firme enfrentándolo envalentonado.

El dragón hizo caso omiso y siguió acercándose, curioso por olfatear a ese hombre. Tony al sentirlo tan cerca no dudo en arrojarle lo primero que alcanzó a agarrar, una piedra que termino estampada en uno de sus ojos. El dragón siseo y rugió de dolor, desmoronándose y transformándose en el proceso.

Cuando ese humo se disipo, Tony abrió grandes los ojos entre desconcertado y aliviado al encontrarse en lugar de un dragón, a un humano, a un hermoso humano en realidad: un hombre alto y delgado, de cabello negro con relucientes canas en las sienes, pómulos afilados y escamas en algunas partes de su piel lechosa, lo que le indicó que el dragón y ese hombre son el mismo ser.

—¿Qué se supone que estás haciendo, animal?—preguntó con una voz grave, sobando su ojo.

—¿A quién crees que le dices animal?—replicó el castaño ofendido, sin saber donde poner los ojos al percatarse que el hombre no porta nada de ropa—. ¡Animal tú! Literalmente...

—¡Oye! ¿Así me agradeces por salvar tu trasero?—contradijo indignado.

—¿Por qué debería agradecerte? Fuiste tú quien en primer lugar me hirió y...

—¿Qué?

—¡Me secuestro!—acusó sin fundamentos, entre asustado e inquieto.

—Humano tonto, ¿de dónde sacas tal conclusión?—cuestionó con un poco de diversión en su voz.

—Ja... ¡Soy un príncipe y tú eres un dragón! Es fácil sacar una conclusión... Es lo que a te dedicas después de todo: a amenazar reinos, devastar pueblos, matar caballeros y secuestrar princesas.

—Ooh, ¡eres una princesa! Ahora entiendo tu actitud arrogante y prejuiciosa—dijo rodando los ojos—. Para tu información, princesa, fui yo quien salvo tu patética vida.

—¿Cómo?—reaccionó parpadeando perplejo, sin entender absolutamente nada.

—Te encontré tirado y herido—comentó vagamente.

—Pero t-tú tú... eres un dragón, me secuestraste...—instó divagando, aun nervioso de que el atractivo caballero que se encuentra frente a él esta desnudo.

—Claro que no—negó rotundamente—. ¿Por qué secuestraría a un animal parlanchín como tú? Para tu información, eres libre de irte cuando quieras.

—Lo haría con mucho gusto, pero tengo una pierna lastimada—mencionó señalando su pierna.

—La cual yo cure—aclaró mordaz—. No me molestaría un gracias.

—Y a mi no me molestaría que te pusieras un poco de ropa—comentó tratando de no mirar ese cuerpo esbelto y evitando el sonrojo que amenazaba por apoderarse de su rostro—. Digo—carraspeó en un intento de aclarar su voz—, no me quejo, la vista es maravillosa, pero es incómodo—murmuró un poco nervioso sintiendo su cara arder.

Accedió sin objeciones, en un abrir y cerrar de los ojos, el hombre ya se encuentra envuelto en una túnica azul.

—Yo solo me apiade de ti y... te devolví la cortesía—añadió pendiendo un curioso collar que Tony rápidamente reconoció y su cabeza no tardo en conectar los hilos.

De repente el silencio prevaleció en la cueva. Aquel hombre le dio la espalda y Tony sintió tanta curiosidad, sintiéndose muy intrigado por él, desapareciendo todo rastro del pánico que lo había inundado hace unos escasos minutos.

—¿Y tienes algún nombre?—preguntó el príncipe—. ¿O te puedo dar uno?

—No soy una mascota, tengo nombre. Me llamo Stephen Strange.

—Uh, que nombre tan común para un dragón—espetó con dejo decepcionado.

—¿Qué?—replico confundido entrecerrando los ojos—. ¿Qué esperabas?

—Un nombre más rimbombante o exótico, quizás... ¿Smaug?

—Eres un dolor de cabeza.

—Pero... Stephen es... es lindo.

—Lo sé, todo en mi es encantador—expresó en una actitud altiva.

—Tu nombre—esclareció—, pero sí... todo en ti es bastante lindo—añadió con una sonrisa mientras un leve sonrojo tiñe sus mejillas.

—¿Y la princesa coqueta tiene un nombre?

—Llámame Tony.

—De acuerdo, Tony—dijo probando ese nombre en sus labios, mirándolo fijamente.

El joven príncipe no consigue apartar la mirada, es hipnótico, y se pregunta si se debe a alguna clase de magia, quizás es un extraño efecto que su lado dragón provoca en él.

El príncipe y el dragón (Ironstrange AU)Where stories live. Discover now