Prólogo

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La sensación de que el futuro está moviéndose demasiado rápido.

La sensación de que, tarde o temprano, la desgracia azotará a los pecadores y a los santos y será en ese momento, en el que el hombre se dará cuenta de que no importa bien material, no importa lujo, riqueza, opiniones o criterios. Todos moriremos, de la forma que sea.

Al final, polvo eres, polvo te convertirás.

Las guerras no son más que demostraciones de que el ser humano no puede vivir en sociedad, en paz, sin tener que apuntarse con un objeto filoso al cuello, que no puede mantenerse tranquilo y que encontrará la manera de hacer sufrir al prójimo. A veces sin razón, a veces por beneficio propio.

El hombre es un ser básico, es un ser que puede llegar a fingir hasta las emociones más básicas e inevitables solo para mantener un punto. Nadie está exento de nada. Y nadie tiene nada asegurado en este plano astral.

Los imperios, grupos sociales, los bárbaros, los piratas, la pirámide de las clases sociales siguen siendo demostraciones de que, aunque el hombre viva en sociedad, querrá estar por encima de otros ya sea por diferencia de edad, diferencia económica, entre otras tantas. No existirá forma alguna en la que pueda poblar esta tierra en paz.

Así que... una vez más, existía esa corriente de pensamiento en donde uno mismo se cuestionaba si en realidad había, o existía, alguna especie de oportunidad para vivir genuinamente en paz, sin pelear, sin tempestades. Sin nada más que solo personas compartiendo una misma tierra.

El imperio Sol Naciente, Reinado Cristal Celestial, Imperio Rubí Brillante, da la bienvenida a su pueblo, a sus pueblos, a su gente, una vez más para demostrar que, aquello que los representó en el pasado, pertenecerá a su presente.

Batallas, muerte a inocentes, sangre derramada. Sangre de personas que no merecían verse expuestas a tanto dolor.

Gloria a todos los propietarios de tierras que han inducido a batallas brutales para demostrar que son superiores.

~º~

La noche aún era joven, los invitados conversaban mientras tomaban de sus copas y tenían diferentes opiniones sobre temas de sociedad, la persona gobernando en el momento y sobre la nobleza.

—Su Alteza.

Una mujer joven se giró hacia quien la llamaba, inmediatamente mostró una suave sonrisa, relajando su expresión.

—¿Cuántas veces tendremos esta conversación? Podemos dejar las formalidades y referirte a mi con mi nombre.

— Tendremos esta conversación cuantas veces sean necesarias.— afirmó la otra, manteniendo su postura y mirando hacia abajo, en ningún momento atreviéndose a dirigirle la palabra mirándola a los ojos.— es usted la princesa del reinado, futura heredera, debo mantener mi completo respeto hacia-

—Entendido.— le sonrió ampliamente, curvando sus cejas.— ¿deseabas decirme algo?

—He escuchado comentarios del pueblo sobre una futura boda entre usted y el heredero del Sol Naciente. Comprendo la posición que usted puede tener en el tema, sin embargo, si me permite hacer algún comentario, yo-

—¿Algo te preocupa?

Le había interrumpido dos veces, Miel, su caballera, parecía estar consternada por este acto. Pero no se lo iba a hacer saber a menos que fuera completamente necesario.

—Mi comentario no tiene que ver con mis emociones, esto tiene que ver con el tema de su decisión política.

—Oh, ¿a qué te refieres?

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