Epílogo

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Ayer hice una cena en casa, la cena de celebración de mis treinta y uno, y hoy me he levantado tarde. Qué vértigo da cumplir años, sobre todo cuando llegan llenos de prejuicios y metas que la sociedad impone y tú no has querido o no has conseguido lograr a tiempo. También te digo, ¿qué es a tiempo en cuanto a vida se refiere? Que me dejen en paz todos esos pesados y se centren en sus vidas de mierda (porque tienen que ser vidas aburridísimas para estar metiendo sus narices en la mía). He hablado con mi madre por teléfono, y después con Lidia. Con la primera sobre cómo estaba después de convencerla para beber tequila. Con la segunda sobre por qué anoche no quiso quedarse a dormir en mi piso. Decía que quería dormir y no escucharme follar en la habitación de al lado. Qué exagerada, con lo silenciosa que yo soy. Guiño de una mentirosa a otra mentirosa (ambas sabemos que le da dolor de cabeza el papel pintado de las paredes). Después Toni me ha ayudado a recoger la casa. Todavía no vivimos juntos, por eso digo ayudado. Él sigue en su piso y yo en el que heredé de mi tía Rosa y somos felices así, por ahora. Mi antiguo cuarto es actualmente el vestidor de Lidia, y está encantada.

Ahora, con un poco de calma y tras haberme despedido de Toni con un beso en los labios que me ha sabido a gloria bendita, puedo sentarme frente a mi portátil y contarte cómo me ha ido la vida. Tardé cerca de ocho meses en sincerarme con Toni, pero es que tampoco tenía prisa. No es que en solo ocho meses haya conseguido amarme a mí misma por encima de todo, pero sí conseguí aceptare. Conseguí acallar la voz de mi cabeza que me gritaba que valía una mierda. Esto también es gracias a mi psicóloga, una chica de más o menos mi edad con la que hago teleterapia. Mis sesiones son por Discord y la verdad es que me ha ayudado muchísimo a superar el duelo y el trámite a abrazar mis fortalezas, debilidades e inseguridad. Porque ninguno de esos tres puntos me define. Porque soy mucho más que un puñado de adjetivos y lo que la gente quiere o espera de mí. Toni se quedó tieso cuando le dije lo que sentía. Balbuceó un poco y lo único que supo decir fue:

—¿Te apetece un McFlurry?

En el parking de McDonald hablamos largo y tendido hasta las tantas de la mañana, casi se me junta el dormir con el turno de mañana en la peluquería. Hablamos de muchas cosas, entre ellas, de que él sentía lo mismo por mí pero que cuando veía una oportunidad para sincerarse las cuerdas vocales se le pegaban y el aire dejaba de entrarle a los pulmones. Tenía el mismo miedo que yo: temía perdernos. De eso hace meses, y puedo decirte que ya lo quiero con toda mi alma, con todo mi corazón y en presente. Ya sabes como soy, intensita y exagerada. Leo hasta la médula. Pero lo quiero bien. Antes pensaba que querer bien era querer a alguien más que a ti, sin embargo, ahora sé que no es así. Que querer bien es querer y cuidar a alguien tal como te quieres y cuidas a ti. Si algo de esta frase te chirria entonces ve a terapia. Consejo de una amiga a otre amigue.

En cuanto a los turnos de peluquería, que sé que te lo has preguntado, Lidia, para ayudarme con mi meta de ser escritora, me dividió la jornada por turnos y así tengo tiempo para escribir. Ojalá fuera esto una historia de Wattpad, de esas que terminan con ella, él o elle siendo publicade y viviendo de sus historia, pero no lo es. Esta es mi historia. Así que aún no he conseguido que me publique una editorial tradicional y vivo del sueldo de la peluquería.

Las historias que escribo son comedias románticas y, lo hago sin darme cuenta, el personaje masculino siempre acaba pareciéndose demasiado a Toni. A él eso le hace gracia (es mi lector cero), pero a mí a veces me avergüenza un poco. Soy más tonta que cagar para arriba, qué voy a hacerle. Déjame ser un poco cursi: ninguno de los personajes que he escrito inspirándome en él (sin querer), hasta la fecha, le llega a la suela del zapato. Porque él es real. Porque él me conoce y aun así me quiere.

No sé quién dijo o escribió una vez que el amor lo podía todo, pero menudo hijo de su madre. Nos hizo creer una mentira, al menos, una a medias (la de disgustos románticos que nos hubiéramos ahorrado si hubiera matizado bien). El amor romántico no lo puede todo, pese a que esa creencia esté latente en nuestras vidas desde pequeños por culpa de las películas, la literatura, el teatro, la sociedad y todo lo que nos rodea en general. Está bien que el amor romántico nos ayude a superar malos momentos y ciertas adversidades, pues la unión hace la fuerza. Pero, en cambio, creo que quién dijera o escribiera aquello lo hizo pensando en el amor propio y al final, con el tiempo, se ha ido tergiversando y perdiendo su significado original. O eso me gusta pensar a mí. El amor propio lo puede todo.

El reloj está guardado en una vitrina en la habitación favorita de la tía Rosa. Me costó mucho mudarme aquí, apenas llevo tres meses instalada, pero siento que es una decisión acertada. Me gustaría hacerle alguna reforma cuando pueda permitírmelo: quitarle el papel pintando, cambiar los azulejos del baño y la cocina por unos blancos. La habitación de brujería no pienso tocarla, no porque me dé mal rollo ni nada de por el estilo, si no para preservar su memoria y obra. De hecho, estoy empezando a tener cierta curiosidad sobre el tema. Las piedras seleccionadas para una Leo son el jaspe rojo, citrino, cuarzo transparente, cornalina, ojo de tigre y granate; y ya les he buscado un hueco junto a las de mi tía Rosa. Sus libros de brujería me están ayudando mucho a comprender ese mundillo y abrirme hueco en él de forma segura. Por ejemplo, puedo decirte que mi arcano mayor de nacimiento es el ocho, la fuerza; o que mi signo lunar es Cáncer y mi ascendente es Leo. Desprendo intensidad por cada poro de mi piel y energía. En fin, no te voy a calentar la cabeza con lo que no viene al caso. Querrás saber si he intentado hacer funcionar el reloj de nuevo, y la respuesta es: sí. Pero sin éxito. He leído en muchas ocasiones la inscripción y no ha pasado absolutamente, ni si quiera he escuchado de refilón la voz de mi tía. Supongo que aprendí bien la lección y cree que ya no la necesito. Y quizá tenga razón, no la necesito, pero sí la quiero conmigo. La echo de menos todos los días.

Si me dijeran que tengo que sufrir todo lo que he sufrido y que al final del camino este es el final, lo haría sin dudar.

Bueno, me parece que esto es todo lo que tenía que contarte. Puede que me haya dejado algún cabo suelto, como la relación con mi padre. No te preocupes. Lo tengo bloqueado de todas las redes sociales y marcado su número como spam para que no pueda amargarme la vida. En fin, voy a prepararme algo para almorzar mientras veo un capítulo del kdrama Mi adorable demonio Acabo de escuchar mi teléfono, es un WhatsApp de Toni, me ha preguntado cómo estoy. ¿Cómo estoy? Vaya pregunta. ¿Cómo va a estar alguien que ama todo lo que tiene y está en el camino de alcanzar su sueño? Bien, a ratos, regular cuando sobre piensa y mal cuando la inquietud la desborda.

Y tú, ¿cómo estás?

Un viaje al centro de mis latidos ©Where stories live. Discover now