Max Verstappen I

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Un polvo no tiene por qué arruinar una amistad... o igual sí.

15 de abril de 2024. Niza, Francia.

No podía parar de llorar. Intentaba calmarme, pero era absolutamente incapaz de hacerlo.

Volví a mirar el pequeño aparato que descansaba sobre el lavabo y los resultados seguían siendo tan claros como la última vez que lo comprobé, hacía solo escasos minutos.

Dos rayitas. Dos malditas rayitas.

¿Qué se suponía debía hacer? No tenía ni la más mínima idea.

Me dejé caer en el suelo, completamente abatida. Sentía una presión en el pecho que me impedía respirar de forma normal. ¿Cómo demonios era posible? Sabía de sobra que la píldora no siempre era efectiva, pero no me imaginaba que esto pudiera pasarme.

Pero la verdadera pregunta era, ¿qué iba a hacer con el bebé?

- No puedo, simplemente... no puedo- murmuré para mi misma, sintiendo como las lágrimas amenazaban con volver a hacer acto de presencia.

No estaba preparada para ser madre. Joder tenía veinticinco años y aunque la idea de ser madre hubiera rondado por mi cabeza en algún punto de mi vida, aquel no era el momento para traer una criatura al mundo. Tenía muchos planes, muchas cosas por hacer antes de ser madre, pero todo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos.

¿Me gustaban los niños? Por supuesto que sí, pero no era lo mismo pasar un rato con ellos que tener uno las veinticuatro horas del día.

Mi cabeza estaba saturada. La idea de ser madre me aterraba y mucho más estando soltera, pero al mismo tiempo, parte de mí sentía una chispa de ilusión ante la idea de tener un hijo, de cuidar y amar a una personita que sería parte de mi, a pesar de que las circunstancias no fueran las más adecuadas.

¿Por qué tenía tanto miedo? Supongo que la falta de una figura materna durante mi vida me ha condicionado mucho. Mi madre murió cuando yo solo tenía seis años, casi no la recordaba.

A veces, me sentía como si estuviera caminando por un sendero oscuro y desconocido, sin una mano amiga que me guiara. Mi padre hizo hasta lo imposible por mí y no tenía queja alguna, pero era difícil llenar el vacío que había dejado la muerte de mi madre. Recordaba vagamente su cara, su voz suave y melodiosa, pero no lo suficiente como para sentirme conectada a ella de verdad. Y enfrentarme a la idea de ser madre... un sentimiento de incertidumbre me invadía.

¿Cómo iba a ser buena madre si casi no recordaba a la mía? ¿Cómo iba a criar a un hijo sin el amor y la guía de una madre que lo había experimentado todo antes que yo?  

La idea de hacerlo sola, sin el apoyo y la ayuda de una madre, me aterraba todavía más.

No tenía respuestas, solo preguntas. Y cuanto más lo pensaba, más confusa me sentía.

Y en mi cabeza, no paraban de reproducirse los recuerdos de aquella noche. Recordaba cada mirada, cada gesto, cada palabra, como si estuviera atrapada en un bucle infinito.

Recordaba su sonrisa pícara cada vez que me tocaba y conseguía arrancarme algún gemido. El brillo de sus ojos cuando me fue desnudando poco a poco. La sensación de sus labios contra mi piel desnuda. El momento en el que nuestros labios se encontraron y me di cuenta de que estaba verdaderamente jodida porque había caído de lleno en él. ¿Lo peor? Qué yo supe perfectamente desde el primer momento que acepté su propuesta que solo iba a confirmar lo que ya sabía.

Estaba enamorada de él.

Aquello, me llevó a una espiral de deseo que después se transformó en la pena más absoluta cuando dijo que todo había sido un terrible error.

𝒮𝒯𝒪𝑅𝐼𝐸𝒮Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin