Capítulo 37

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Ryand Jones

El final se acerca.

Lo pienso mientras presionó el acelerador de la camioneta, aumentando la velocidad para alejarme lo más rápido que pueda de ese vecindario que en tan solo minutos estará a reventar de policías.

Ojeo por el espejo hacia atrás, y veo a Dyland, quien tiene sus ojos fijos en Henry, que observa todo con cautela y en silencio, no se resistió, ni siquiera luchó, quizás porque en el fondo sabe que aunque lo hubiera hecho, el resultado sería el mismo, porque no hay escapatoria, estaba acorralado, sin salida.

Justo ahora, él y su preciada hija, están contra las cuerdas, recibiendo golpe tras golpe y sé perfectamente que esto, servirá para desestabilizarla, para que actúe sin pensar y venga a mí por voluntad propia...

Esto es por ti...

—Dame un precio...

Es lo primero que Henry se atreve a decir desde que se montó a la camioneta, y yo no lo dejo ni terminar cuando piso el freno de golpe haciendo que los cauchos relinchen y me giro con total rapidez para agarrarlo por el cuello de la camisa blanca que trae puesta, él tiene las manos atadas detrás de su espalda así que no puede hacer nada, lo siguiente que hago es darle un golpe con mi frente en su nariz, su rostro ya se encuentra tenso y sus labios forman una fina línea. Casi en medio segundo sangre emerge de sus fosas nasales y puedo encontrar el miedo en sus ojos, pero él da su mayor esfuerzo por no quejarse, por no sollozar, por no mostrarse débil.

—¿Cuánto crees que vale la vida de tu hija? —lo miro fijamente sin soltarlo del cuello de la camisa. Henry siguió en silencio por unos segundos y yo continué:—HABLA PUES. ¿CUÁNTO VALE LA VIDA DE TU HIJA?

Y estaba molesto, tan molesto que tenía un leve impulso de agarrar la pistola y disparar le justo aquí. Pero no, no lo haré, no ahora, no después de haber llegado tan lejos, no permitiré que mis impulsos me lleven a terminar esto de esta manera, no es suficiente, no para mí. Deslizo mi vista cuidadosamente hacía Dyland quien tiene sus ojos puestos en mí, un poco cristalizados y las manos a sus costados, apretados en puños...

—La próxima vez que te atrevas a preguntar esto, recuerda que la vida de tu hija tiene un precio que ni tú ni nada puede pagar.

Y seguido de eso, lo agarro por la cabeza le doy un golpe seco con un costado de la camioneta y lo dejo inconsciente. Respiro hondo, me giro al frente y sigo con nuestro recorrido por la carretera, por un largo tiempo esperé que Dyland dijera algo, pero nada que lo hacía, y pienso en que después de todo, no tenía tantos cajones como todos afirmaban en su momento...

Dyland esto y Dyland aquello, pero sorpresa papá, mira quien hace el verdadero trabajo sucio.

En un punto del viaje, tomo un desvío hacia un callejón que nos lleva a una casa abandonada, saco un pequeño control de la guantera de la camioneta y en cuanto lo tengo en las manos presiono un interruptor y casi enseguida observo como se sube el portón del garaje.

En cuanto estamos dentro, me bajo de la camioneta y Dyland sigue el plan al pie de la letra sin preguntar nada, seguimos en silencio, cambia a nuestro rehén al otro carro más chico que teníamos guardado aquí para despistar a la policía en todo caso y yo procedo a limpiar la camioneta, no podemos dejar huellas o indicios, mientras más se tarden en descubrir quienes son las mentes intelectuales de todo este circo, es mucho mejor...

Porque a veces cuando la justicia llega...

Ya es suficientemente tarde como para salvar algo...

.....................

Por fin hemos llegado.

Es lo primero que llega a mi mente en cuanto me estaciono, la tensión en la camioneta es palpable, y ahora creo que todo se ha intensificado por el lugar al que hemos llegado. Una granja casi abandonada, llena de maleza y con un Granero a punto de hacerse pedazos. Diría que me sorprende, pero algunos contactos me han informado que nadie ha venido aquí en un largo tiempo...

La Chica Que Se Enamora De Personajes LiterariosWhere stories live. Discover now