Concupiscencia

Aprende de mis errores

#35

Si sigo con este movimiento en mi pierna abriré un agujero en la clínica del doctor Benavides. Samuel hizo algo por mí que nunca pensé que algún amigo haría, me pagó la consulta. Fui al banco a consultar mis fondos y descubrí que estoy demasiado corta en presupuesto para permitirme cualquier tratamiento. Pensaba que mis finanzas estaban malas, pero resulta que las cosas son peores de lo que me imaginé.

Solo me enfrenté a dos problemas con esta consulta. El primero es que el médico vive a once kilómetros de la provincia de mis amigas y tuvimos que viajar hasta allá. Las chicas nos acogieron bien sobre todo cuando les conté el motivo de mi repentino viaje. Sofía se emocionó demasiado porque tuviera la posibilidad de un embarazo, pero al echarme a llorar mitigó su felicidad. No sé por qué si lleva tantos años con Manu y los dos desean hijos no los tienen.

El otro problema fue Pablo. No me gusta mentirle porque le pedí que no me dijera mentiras a mí y yo no cumplo con nuestro acuerdo de toda la honestidad, pero si se entera de esto va a perder la cabeza y querrá matarme. Prefiero que viva feliz en su ignorancia pensando que vine a ayudar a Sofi a convencer a Manu de mudarse a una casa más grande. Llevo tres días en casa de mis amigos y la verdad es que ellas estuvieron para mí en todo momento, sobre todo en las madrugadas cuando no podía dormir de la preocupación.

Sofía propuso que hiciera una prueba de embarazo a espaldas de Samuel para ir teniendo un norte de lo que podría salir. Es cierto que buscamos en internet que de esas pruebas una o dos son las que salen defectuosas y no creo que yo vaya a tener la mala suerte de que me toque la mala. Manu compró tres para estar segura, una la eché a perder porque del nervio me oriné la mano. Lo peor fue el resultado de las otras: dos positivos. Fue ahí que deseé más que nunca que mi amigo tuviera razón y que me hubieran tocado las defectuosas.

Las escondí en mi bolso para tirarlas a la basura después de la consulta del médico. Tengo que deshacerme de este problema lo antes posible y ya bastante lo dejamos correr. Tengo que regresar mañana sin falta porque pasado es el lanzamiento del libro. La interrupción de este embarazo tendrá que ser luego de esa fecha o, si la recuperación es rápida, ahora mismo. No puedo tener un bebé, yo no estoy preparada para eso.

Pablo me llama todos los días y me cuesta horrores fingir que estoy bien. Me duele verlo ajeno a un problema de ambos creado por mí. ¡Tenía una sola tarea y la olvidé! ¡Una sola! Si pudiera me diera golpes hasta hacerme un aborto por la fuerza. Sé que él sí sería un buen padre, veo como trata a los niños de mi hermana y se le da increíble, pero sé que no quiere los suyos propios. ¡Yo soy tan irresponsable que no me extrañaría que se me muriera de hambre!

Lo peor es que con un bebé alrededor no podré hacer todas las cosas que tenía en mente en mis veintitantos. Quería escribir mucho más, viajar al mundo, ir a fiesta, embriagarme hasta perder la consciencia, mudarme, casarme y vivir aventuras con mi esposo. Los hijos no estaban en los planes más urgentes. ¡Hasta pensé en estudiar una carrera! ¡Y todo se fue a la mierda por un descuido! Esto debería ser un buen comercial de condones.

Por fin hoy llegó el día y Samu quedó en acompañarme al hospital. El día que se enamore, su chica va a ser una mujer muy afortunada. Se nota que esto también lo tiene preocupado porque tiene unas ojeras gigantes. No quisiera que me tuviera que guardar el secreto, pero ya le expliqué que Pablo no puede tener idea de lo que pasa. Se volverá loco.

El lugar no es muy grande, es una consulta apartada en un pueblecito que luce igual de anticuado que Ojeda. Tiene una salita de espera diminuta con varios carteles de control de natalidad, debí leerlos antes de embarcarme en una relación con alguien más. Nos acomodamos en el único sofá que posee el lugar, es de color rojo y bastante incómodo. El médico debe estar al llamarnos porque según nos dijo su secretaria —que salió a almorzar— tenía una paciente dentro.