Capítulo 33 (2da parte)

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"Confía en tu corazón y

Deja que el destino decida"

(Tarzán)

LAIA

Respiré algo agitada llevándome las manos a los muslos.

Había comenzado a jadear al dar la séptima vuelta por el parque Independencia cuando sentí que debía descansar un poco.

Hacía mucho tiempo que no salía correr. De hecho, desde que estoy en esta ciudad.

En Piamoncura era un hábito para mí salir todos los fines de semana con Ronald a hacer nuestras corridas de 5 k por la playa.

Hoy lo había llamado, pero no me contestó.

Seguramente debe seguir molesto conmigo. Tendré que esperar a que se le pase el berrinche y quiera hablar conmigo.

Habría querido venir con Carlie, pero ella dormía como una bendita.

Anoche la note distinta.

Como si estuviera iluminada.

Tom, en tanto, no mostró signos de hostilidad, y ambos estaban sentados uno a cada extremo del sillón viendo una película de Advengers.

Después de un rato de responder preguntas de Tom sobre la cena, ambas nos encerramos en mi habitación y conversamos largo y tendido sobre la cena en la casa de los Claverie, y le comenté sobre la visita sorpresiva de esa tal Charline.

- ¿Y se atrevió ir esa entrometida? – resopló Carlie con los ojos muy abiertos.

- ¿Cómo es ella? – curioseé humedeciéndome los labios con aprensión. No conocía mucho sobre la vida amorosa de Adam y me daba pánico preguntar – digo ¿estuvieron muy enamorados?

- ¿Adam enamorado de esa loca? ¡por favor! – bufó mi amiga como si me hubiera trastornado - ¡claro que no! Charline sólo fue... - se detuvo bruscamente como si buscara las palabras más apropiadas – un romance pasajero. Nada de lo que te tengas que preocupar.

- Ella dijo algo como "nadie se lo va a tragar" – respiré como si me doliera el corazón - ¿sabes a lo que se refería?

Ella movió la cabeza de lado a lado.

- Ni idea – señaló ceñuda.

Volví a respirar profundo intentando regular mi respiración.

Mi corazón estaba desbocado, pero eso no tenía nada que ver con la carrera y todo que ver con Adam.

Me enderecé y miré alrededor.

Eran las 11 de la mañana. No había mucha gente, y la poca que había caminaba rauda hacia algún lugar.

Con lentitud, me pasee por algunos de los senderos hasta llegar a una banca que daba al corazón del parque: una laguna de respetable tamaño donde algunos patitos nadaban descuidadamente por sus frías aguas.

Apoyé mi espalda en el respaldo de la banca y me quedé contemplando el paisaje.

Cómo si mis pulmones se llenaran de un nuevo oxígeno, me permití descansar en ese lugar y dejarme abrazar por su tranquilidad.

- Quiero pensar que estás aquí admirando el lugar y no esperando a algún admirador – dijo alguien a mi lado con una voz tan ronca que casi pensé que me estaba acariciando el oído.

Me volví con apuro para darme cuenta que era Adam.

- ¿Qué haces aquí? – pregunté a toda velocidad, observándolo como si estuviera frente a una ilusión.

El Príncipe de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora