Un Inmortal que encontró el fin a su supuesta existencia eterna, una poderosa raza inmortal condenada a la extinción por una brillante jugada de la oscuridad y un amor tan intenso como imposible, son algunos de los problemas que Gabriel, el poderoso...
Mi enfrentamiento contra Camaleón desgastó mis fuerzas en gran medida ya que no podía dejar de dormir. Cualquier sitio era suficientemente bueno para mí.
Así comprendí que para poder hospedarme en los hoteles que los pueblos tenían necesitaba de lo que los humanos llamaban dinero para pagarlo.
Este planeta aún conservaba costumbres inútiles, sonreí para mis adentros. Cuando conocí los billetes de cada lugar empecé a conjurarlo en secreto sin que ninguno me vea o estaría en problemas.
Así podía descansar tranquilamente y dormir muchas horas. No necesitaba comer pero si tenía que cubrir las apariencias si quería pasar por uno de ellos, así que de tanto en tanto me hacía ver en el comedor del hotel en el que me hospedaba.
Estuve limitado y encerrado tanto tiempo que esta nueva vida me resultaba fascinante, poder hacer lo que quería sin temor alguno era sorprendente. Ahora entendía de verdad a Uriel y su gemelo, su gran enamoramiento por este mundo tenía sentido. Uriel, una gran angustia empezó a invadir mi pecho al recordarlo.
Tenía que buscarlo pero también sentía miedo, miedo de verlo y sentirme culpable, miedo de saber que no tenía perdón. Había dudado de su lealtad.
Mejor dejaría el encuentro para otro momento, otra ocasión. Tenía tiempo. Ahora descansaría un poco más, Mientras iba durmiéndome escuché retumbar en mi mente el llamado de Uriel:
- ¿Gabriel? ¿Dónde estás? ¿Por qué huyes? - Porque nunca me perdonarás - contesté antes de dormirme del todo.
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