7. ¿Lista?

33 4 0
                                    

Habían pasado unos días desde que había aceptado la propuesta de Atlas y las cosas estaban yendo relativamente como siempre. No iba a negar que estaba un poco preocupada, aún no habíamos pensado en como lo haríamos y yo ya quería que acabara de una vez. Además, todavía no habíamos ido al juzgado para casarnos, se supone que Atlas se encargaría de ello porque él sabía como hacerlo.

Así que lo único que haría era seguir con mi vida sin preocuparme mucho por todo, aunque era algo un poco complicado porque, ¿cómo podríamos fingir? Ni siquiera sentía agrado por él.

Solo quería tirarlo al lago y que se ahogara ahí, pero no tendría esa suerte nunca. Era algo tan raro, que no sabía como asimilarlo.

—Querida, ¿estás bien? —levanté la mirada de lo que estaba haciendo para ver a mi jefa con una pequeña sonrisa. Aún no podía acostumbrarme a decirle por su nombre, y ella era paciente, así que se lo agradecía.

—Estoy bien, no te preocupes. Simplemente, estoy un poco en mi mundo, pensando en algunas cosas, pero nada que tenga importancia —ella asintió poco convencida, siguiendo cocinando.

No teníamos mucha gente, pero la poca que había ya les había cogido nota y ahora esperaba que Adela me diera los platos para servirles a todos. Era tan fácil trabajar para ella.

Lograba hacerme sentir bastante a gusto que es algo que estaba deseando por mucho tiempo.

—Bueno, cualquier cosa que necesites, quiero que sepas que cuentas conmigo. No pienso obligarte a que me cuentes nada. Incluso si necesitas un día libre, tómatelo si hace falta.

—Eres demasiado buena Adela, tengo mucha suerte de tener una jefa tan buena como tú —ella soltó una pequeña risa sin apartar la mirada de la olla.

—Muchas gracias, querida por el cumplido. Aunque la única que ha tenido suerte he sido yo, al encontrar una persona tan maravillosa como tú —sonreí limpiando un poco lo que quedaba, que no era mucho, porque prefería tenerlo todo limpio y así poder hacer otras cosas.

—¿Cómo está el señor Aydin? —ella levantó la mirada para verme. Por lo que me había dicho, su marido estaba enfermo, un pequeño resfriado, pero a él le había afectado un poco más de lo normal. Lo había conocido antes de que se enfermara y era un señor bastante amable y me había tratado de la misma forma que Adela, y estaría siempre agradecía por ellos.

—Está mejorando cielo, ya en unos días estará como nuevo y vendrá a ayudarnos algunos días —asentí sonriendo y agarré los primeros platos listos para servir—. Ten cuidado, ¿vale? No quiero que te quemes o algo.

Asentí con una sonrisa y fui a la mesa correspondiente.

—Aquí tenéis, y espero que disfrutéis —sonreí.

—Muchas gracias querida —dijo la señora con una sonrisa y el hombre también me agradeció, así que me fui para ocuparme de las demás mesas, pero de pronto vi un coche acercándose y aparcando a unos metros de la tienda. No podía ver bien, y cuando quise darme la vuelta, vi a Atlas salir del coche apresuradamente.

Le miré confundida, aunque quería pensar que no se acercaría al local, pero para mi mala suerte, me había mirado aliviado y entró.

—Tenemos un problema —me dijo una vez que se acercó a mí. Suspiré yendo hacia Adela para agarrar los otros platos.

—¿Qué hiciste ahora? —agarré los platos ya listos para servir y fui a la otra mesa.

—Mis padres quieren verte —dejé los platos rápidamente en la mesa antes de que se me cayeran y le miré preocupada.

Un Amor Inesperado En Estambul ©Where stories live. Discover now